Wednesday, May 30, 2007

ventana de luz

(sin título)


Hace poco leí "Esculpir en el tiempo", de Andrei Tarkovski, cineasta ruso. Es un ensayo donde el tipo presenta el tiempo como la materia prima de su arte. La verdad es muy interesante y, a pesar de las varias traducciones por las que debe haber pasado, está bastante bien escrito. Todavía no profundicé en el sentido último del texto pero quería contarles algo que dice. Una imagen más que representar una escena, debe representar la observación de la escena. Es decir, por ejemplo si se describe el paisaje por donde camina nuestro protagonista, esa descripción más que situarnos en tiempo y lugar debe ubicarnos en el sentir, pensar, esperar, en ese momento que es el mundo y la vida para el personaje. La imagen como observación. Según Tarkovski, el ejemplo supremo de este concepto es el jaiku (haiku) japonés, donde en tres líneas (o menos) logra regalarnos los elementos necesarios para que nosotros generemos nuestra propia imagen/observación/realidad. Cuanto menos sean los elementos necesarios, habrá más espacio para nuestro sentir y más lograda será la descripción. Es la economía (simpleza) lo que permite que la magia suceda. Les dejo un jaiku de mi preferencia, hay muchos más en el link de ahí abajo a la derecha:

Mi cuenco de mendigar

acepta hojas caídas.

Taneda Santoka.



Tuesday, May 29, 2007

Ayer leía Cartas a un joven poeta, de Rilke. En ese texto dice que si se quiere ser escritor, escribir tiene que ser algo tan necesario que si alguna vez te lo quitaran no podrías seguir viviendo sin ello. No sé. Todavía no me siento escritor y tampoco siento que sin la escritura mi vida estaría muerta. Ta bien, eso de la vida y la muerte y qué sé yo es una mirada todavía romántica del tipo pero me dejó pensando: no hay nada en el mundo sin lo cual no pueda vivir. Esa certeza me hizo sentir una cucaracha: me adapto a todo. Sólo si me quitaran a las personas que quiero puede ser que llegara a sentirme medio muerto, pero me parece que después de un tiempo podría seguir con mi vida.

Mierda, acabo de darme cuenta. Mi alma quiere, busca, intenta pero no tiene hambre de nada. Y creo que eso es uno de los síntomas de la muerte.

Monday, May 28, 2007

A veces me da la sensación de que la gente viene a mis clases como una forma de terapia. En algún punto me parece lógico, incluso sano. Además, se siente bien que las personas confíen en uno y lograr una conexión con otra alma. Pero la verdad es que quedo agotado. No sé cómo harán los piscólogos con cinco, diez pacientes al día. Tal vez están entrenados para no involucrarse tanto, no sé. Tengo la teoría de que uno escribe en un intento de conectar con el universo; entonces, si la gente viene acá a tratar de comunicarse, no puedo no sentirme involucrado, ¿no? Encima siempre les pido que sean sinceros cuando escriben. No la sinceridad pusilánime sino la sinceridad de alma, de contar lo que en realidad se quiere contar, de abrirse para poder conectar con el otro. Sería contradictorio y bastante choto de mi parte no estar preparado para recibir todo eso.

Perfecto. Ahora me descargué yo. Gracias, blogcito, por escucharme.

Wednesday, May 23, 2007

Lo malo de tener más amigas que amigos es que ahora no hay nadie con quien mirar la final de la champios.

Tuesday, May 22, 2007


Pasado


Me despertó el golpe contra la ventanilla. En el colectivo sólo quedaba una vieja sentada adelante, el conductor y yo. Me apuré en levantarme y tocar el timbre. Unos segundos después la puerta se abrió. Bajé un escalón y salté a la calle. Mis pies se hundieron en barro. Fueron varios pasos sobre barro para llegar hasta las baldosas. Limpié mis zapatillas contra las raíces de un árbol y miré hacia las esquinas. Esto no es Almagro, me dije con la esperanza de reír pero al parecer no me causó gracia. Al menos ya se había hecho de día, aunque el sol todavía no hubiese salido. Empecé a caminar en sentido opuesto al del colectivo. En las calles desiertas ni siquiera el aire se movía. Casas bajas, algunas con jardines de pocas plantas, un triciclo rojo, dos reposeras que parecían caerse por su propio peso y un sillón con el tapizado arrancado por el tiempo y por los dientes de algún perro. Busqué hojas secas para pisar, para que existiera algún otro sonido además de la incomodidad que comenzaba a invadirme. Decidí dejar la calle del colectivo por la necesidad de decidir algo. Tal vez alguien salía a comprar el diario y el pan, me dije. Las cuadras se sucedían y hubiese sido un alivio descubrir que caminaba en círculos pero no pude reconocer ningún patrón. Tosí. Me alegró oírme. Volví a toser con fuerza hasta sentir que el aire lijaba mi garganta. Pasé por la puerta de una casa que se parecía a la de mi abuela. Por un segundo pensé en tocar timbre pero me quedé en la vereda de enfrente. No me importaba tanto lo que unos extraños pudieran decirme, pero no quería confirmar que nadie saldría de ninguna de aquellas casas. Seguí camino. Doblé en una calle porque descubrí que había una vereda a la que le llegaba la luz del sol. Aunque hacía calor, prefería tener conmigo la presencia de mi sombra. Empecé a cantar. Primero despacio y después casi a los gritos. Canté todas las canciones que conocía y otras a las que le inventé letras propias, canté hasta que la garganta seca no me lo permitó más. Abrí un grifo para beber un poco de agua, cuando a lo lejos, en una esquina vi lo que parecía ser basura. Mientras me acercaba, creí distinguir papeles y después una montaña de algo más pequeño. Eran fotos. Miles de fotos de cumpleaños, asados, playas, cascadas, personas desnudas, comuniones, casamientos. Reconocí algunas casas y calles. Vi un niño rubio en el triciclo rojo, vi a dos viejos que tomaban mate en las reposeras del jardín y me reí con las dos chicas que empujaban un sillón mientras un ovejero les ladraba.

Monday, May 21, 2007


The Police en Buenos Aires:


4 y 5 de diciembre.




Sunday, May 20, 2007

Regresamos a la novela. Posible flashback.

La cama hacía el ruido que siempre hace cuando se está cogiendo. Las sábanas ya se habían apartado para dejarnos el colchón de costuras en curvas y flores azules. Yo estaba sobre ella, cuando creí ver que lloraba. Pocos segundos después, tuvo un orgasmo que sus dientes marcaron en mi hombro. Ninguno de los dos dejó de moverse. Ella abrió los ojos. Con las mandíbulas apretadas, parecía a punto de gruñir. Ahora, en cada parpadeo, las lágrimas caían hacia sus orejas. Me alejé. ¿Qué pasa?, dije. ¿No entendés?, gritó ella. No, nunca te entiendo, quise decirle. A gatas retrocedí para encontrar la orilla de la cama; dos pasos más hasta chocar contra la pared. Ella sentada todavía me miraba fijo como si fuera a saltar para clavarme colmillos y garras. Con la cabeza gacha entre los brazos que rodeaban sus rodillas, gritó sin abrir la boca. La luz de la ciudad pintaba su contorno izquierdo: las ondulaciones de su pelo que bajaban hasta el hombro, las costillas marcadas debajo de la curva de su pecho, los dedos que apretaban el brazo y la pierna coronada por un codo demasiado agudo. Sin levantar la mirada dijo perdón. Dijo algo más que no quise escuchar. Me vestí, sin los calzones ni las medias, y salí del departamento. Por un momento no supe hacia dónde caminar. Elegí un semáforo que birllaba rojo. En las vidrieras de negocios cerrados, me di cuenta de que estaba vestido todo de negro y que mi pelo despeinado me daba varios centímetros más de altura. En la esquina del semáforo, vi a lo lejos la silueta naranja de un micro escolar. Caminé hasta el centro del cruce, donde los árboles hacía la noche más profunda. Volví a mirar la figura naranja y me acosté sobre el asfalto. Ya no quiero esto, me dije y cerré los ojos. Me esforcé por recordar momentos alegres, fotografías de nuestra felicidad. Algo tenía que haber después de estos años. Recordé la escalada a una montaña y cómo a pesar del terror en sus piernas logró bajar todo el trayecto sin mi ayuda; un recorrido en bicicleta por la ciudad, el casco demasiado grande para ella; noches de lectura en voz alta. Pero en cada una de esas sonrisas de la memoria ella parecía mirar por sobre su hombro. No importaba qué tan lejos nos fuéramos, cuán rápido corrieramos o si cerrábamos puertas y ventanas, aquella sombra vivía con nosotros. Entonces comprendí: nunca fuimos solo dos. El sonido de los motores se acercaba, abrí los ojos. Nubes iluminadas de ámbar y cables que cruzaban de edificio a edificio, pared naranja, paragolpes plateado y patente que empezaba con una X, tubos negros, todo negro: la perfecta caída a un pozo. Pero otra vez las nubes. Me incorporé; desde donde estaba sentado podía distinguirse la ventana de mi departamento y una luz que se encendía.


johnny cash - NIN`s hurt

Friday, May 18, 2007

dos coches

(sin título)

¿Qué onda? Este blog se puso muy aburrido. Me abuuuurrrrooo. Este fin de semana vamos a tratar de regresar a sentarelculo a su cauce primero. Todo esto empezó como una forma de obligarme a escribir, con un intento de novela y de compartir el proceso con todos. En poco tiempo se convirtió en mi diario (que no está mal) pero ya quiero volver a los viejos pagos. Lo bueno es que otra vez mis miserias, mis bajones, mis humores, mis histerias y miedos van a pasar a ser del protagonista.
Empecé aikido, así que ahora voy a estar entrenando, con los días de kung fu, cinco o seis veces por semana. Siempre quise practicar este budo (arte marcial) porque tiene un concepto fundador exquisito. Aikido significa, literalmente, el camino de la unión del ki (chi, para los chinos; energía vital) o la forma de unir el ki. La idea central del aikido es tratar de unir el ki propio con el del universo, o con el del oponente en el caso particular de un combate. En lugar de usar tu energía para bloquear el ataque de tu adversario, se trata de hacer que la energía de tu adversario y la tuya fluyan en una misma corriente. Es un concepto pacificador, de gran armonía. Y mi profesor es la paz personificada. Hoy pensaba que casi todos nosotros caminamos como el sonido de un tambor, o de un piano si se tiene la suerte de tener mucha gracia. Bueno, este tipo camina como el sonido de un chelo. Parece como si flotara.
A Ueshiba sensei, el creador del aikido, le gustaba decir que su budo era el camino del amor, ya que "ai" fonológicamente (aunque no sus ideogramas) significan al mismo tiempo unión y amor. Al tipo le gustaba pensar que esto no era casualidad.
Estoy alternando noches de insomnio con noches de dormir once horas:

las dos cosas me ponen de un humor pésimo.

Wednesday, May 16, 2007

Anoche fui a comer a "El puente", una cantina de mi barrio. Lugar muy bonito en la esquina de Rawson con otra calle que no recuerdo el nombre. Nos sentamos cerca de la puerta. El lugar estaba casi vacío porque ya era tarde. En el otro lado del lugar, había un tipo de unos cincuenta años. Lo primero que me sorprendió (bueh, en realidad no me sorprendió pero me pareció sociológicamente curioso) fue que estaba fascinado con el programa del impresentable de tinelli. Mientras nosotros pedíamos que le bajaran el volumen a la tele porque tinelli como siempre gritaba estupideces, este otro comensal pedía que le subieran. Más tarde, pasaron el noticiero con el quilombo en constitución donde se cagaron a piedrazos y garrotazos. ¿Pero por qué no les disparan?, gritó el tipo. Disparen. Pero sí, en la tele la imagen de cuatro canas dándole garrotazos a un tipo, mátenlo. En este país, seguía desaforado, hace falta que maten a alguien. Sí, hay que matarlos.
Hace poco, en la casa de unos amigos, me encontré la Barcelona. El titular de tapa era: "La clase media argentina recupera sus niveles históricos de facismo". Pocas veces me reí tanto en un baño. Ese tipo en esa cantina fue el reflejo condensado de nuestra clase media.
bici sombra 01

(sin título)

Extraño mi bici: amarilla con candado rojo.

Monday, May 14, 2007

Hacía mucho que quería subir este video. Como dijo Trampa alguna vez, es narrativamente perfecto. Les dejo la letra en los comentarios, pa que entiendan de qué estamos hablando. Además el tema es muy bueno.

Liar, de Rollins Band

Hoy vi algo hermoso. Bajé del bondi para caminar las dos cuadras que me llevan a donde entreno kung fu. Al comienzo de la segunda cuadra, en la esquina, la luz del sol formaba un triángulo de varios metros. Frente a mí, se acercaba un tipo de unos sesenta años, ciego, con un bastón blanco que pendulaba frente a cada uno de sus pasos. Cuando al fin llega a la esquina, se detiene. Sostiene su bastón contra el pecho, lejos del piso, inclina la cabeza hacia atrás, sonríe y se queda así: el sol de lleno en su cara, en sus ojos cerrados. Lo miré un rato, era demasiado hermoso.

PD:No le saqué foto. No sé por qué. Sí sé por qué, porque no tenía ganas.

Sunday, May 13, 2007

rojo01

"Rojo y negro"

¿Por qué la novela de Stendhal se llama Rojo y negro? Tampoco sé por qué no me lo pregunté antes.
Acabo de tener la sensación de que Julian Sorel, protagonista de este libro, es darky. No recuerdo ninguna característica suya que pueda justificar esta afirmación pero, si trato de recordar al personaje, me lo imagino darky. De ahí vendría lo negro del título pero ¿lo rojo?

Ayer vi Visitor Q, de Takeshi Miike. Peliculón. Voy a tener que ver todas las pelis del tipo. Siempre tuve algún prejuicio contra este director: pensé que hacía películas de terror y no me gustan las películas de terror, me dan miedo. Pero ya es la segunda obra maestra que veo de Miike y eso es más que suficiente para ganarse mi confianza. (La otra es Bird people from China)
Alguna vez dije que lo que me gusta de los narradores japoneses, sean directores o escritores, es su capacidad de irse a los extremos con total naturalidad. Uno ve a la sociedad japonesa tan comprimida, tan bonsai, y no se esperaría a estos artistas de lo extremo. O, sí, tal vez se necesita esa compresión para que esto salga expulsado. Pero son muchas y muy populares este tipo de historias que salen de la cultura japonesa y los lectores o espectadores lo toman como propio, incluso celebran estas narraciones. Supongo que nunca vamos (sí, me incluyo) a comprender a los japoneses.
Esta película trata de una familia donde todos los integrantes sufren de algún trastorno. En un momento llega un visitante que, sin razón, sin explicaciones, casi sin hablar, transforma las relaciones que se engranan dentro de la familia. Y Miike no se priva de nada para contarnos lo que vino a contarnos. Eso es. Estos tipos no se privan de nada. Es extraño, parecen no sufrir el peso de (algo tan vacío como) lo políticamente correcto. Desde la primera hasta la última escena lleva un ritmo metalero zarpado. Doble bombo y platillos a pleno, del principio al final.
Además, como hablábamos con mi amigo Pablo, Visitor Q tiene uno de los finales más hermosos de la historia del cine.

Friday, May 11, 2007

Acabo de terminar de leer un libro de Salinger. Siento que mi alma se estira. Pero empecemos un poco más atrás.

Leí The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno, si tienen mala suerte; El cazador oculto, una traducción algo más feliz) a los 18 o 19 años. Recuerdo que quedé (perdón, no hay otra palabra) maravillado. Alguna vez dije que cuando disfruto arte que en realidad me llega, veo la luz de otra forma, todos mis sentidos se abren en busca de abarcar el universo y me dan unas ganas eufóricas y desordenadas de crear algo, aunque sea un sánguche. Eso me pasó con Salinger. Un año después estaba escribiendo Gaijin y quien lo haya leido notará que hay un intento de mancharme de Holden. Después encontré 9 Stories (9 Cuentos) y me gustó aunque no me maravilló. No volví a leer ninguno de los libros por pereza, porque no suelo leer los libros más de una vez y porque tenía miedo de que me pasara lo mismo que con Hesse: que fuera un autor para disfrutar sólo en la adolescencia. Y el recuerdo de esa sensación era demasiado querido para mí como para perderlo. Y sí, estaba muy equivocado. Ayer me enteré que Salinger, además de Franny y Zoey (libro que todavía no consigo) existía otro que no había leido. Esa noticia, saber que había otro libro de Salinger por leer, me alegró como un sol. Caminé dos cuadras y compré (sí, nuevo; usado es imposible de encontrar) Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción. Libro que contiene dos historias o dos capítulos de una misma historia. Estoy tentado a citarles unos párrafos pero tal vez cometa un crimen o, algo peor, una maldad. Sólo voy a decirles que llega a mi escritorio una luz hermosa.
Desde el otro lado de la cocina, miraba cómo ella preparaba el desayuno. Ése era el trato: quien cocinaba la cena tenía derecho a quince minutos más en la cama. Pero yo nunca ejercía ese derecho. Mirarla dar pequeños pasos descalzos, entre la pava, la heladera, las tostadas y el dulce de leche era lo único que me daba la oportunidad de ser feliz el resto del día. Desde el principio me di cuenta de que el mate estaba demasiado cerca del borde. Su brazo rozó la bombilla más de una vez pero ella no parecía notarlo. Y el placer de una pequeña maldad me dejaba en silencio. Cuando terminó de lavar una pera, su codo empujó el mate al vacío. Sus piernas se flexionaron al tiempo que su mano bajaba extendida. A centímetros del piso, rescató el mate en el aire y volvió a apoyarlo sobre la mesada, en el mismo lugar. Ella no giró para mirarme pero estaba seguro de que no era yo solo quien sonreía.
En la parada del colectivo, pensaba en lo que ella me había dicho y en que sólo me quedaba irme a pesar de lo tibio de las sábans de su cama. La luz del sol todavía no llegaba a esa esquina y el viento me obligaba a dejar mis manos en los bolsillos. En la vereda de enfrente, un viejo que abría su negocio de fotografía me miró una sola vez. Tuve la sensación de que iba a saludarme pero pronto buscó las llaves para abrir candados y cerraduras. Encendió todas las luces y sacó a la vereda uno de esos carteles donde, junto a la cara de una mujer hermosa, publican los precios del revelado y de las copias. Bajé a la calle, me esforcé por distinguir formas lejanas pero el colectivo no venía. Volví a subir al cordón. El viejo salió de su negocio sólo para girar el cartel. Ahora, la mujer hermosa sonreía para mí.
La viuda se corrió unos centímetros a la derecha,
para no perder la compañía del sol.
Volvió a apoyar las flores en el banco de cemento
y, antes de regresar al diario
-el dedo índice marcaba la página-,
leyó el epitafio de la lápida frente a ella.

Thursday, May 10, 2007

Mi querida amiga Paula tiene razón, lo que yo llamo alma de seguro tiene otro nombre pa usté, señor, y pa usté, señora, también. Tuve charlas con otras personas que buscan en el arte lo mismo que yo. Oí que ellos llamaban magia o vida a lo que yo llamo alma. El problema con esto a lo que queremos ponerle nombre, se acerca un poco la problemática de la física cuántica. Sí, ya sé, estoy por mandarme cualquiera. Pero esperen, lean un par de oraciones más. La física cuántica trata con fenómenos que son radicalmente afectados si se trata de observarlos de forma directa. Me parece que si tratamos de definir (de acotar, al fin y al cabo) el sentido que pueden tener las palabras alma, magia o vida vamos a perder lo que en realidad queremos saber. Entonces, tomemos de estos tipos tan sabios el mecanismo que ellos usan: estudiar un fenómeno a través de los efectos que tienen sobre otros fenómenos. Para mí, el fenómeno alma, vida o magia hace que pueda conectarme con el mundo, tender desde mi isla-ser-soledad un puente que sortea el vacío para encontrarme con otro ser. Cuando veo arte sin alma, sólo encuentro vacío.
Ayer hablaba de las películas de Kitano y otras personas que por suerte existieron en nuestra historia. Nombro a Kitano porque es de mis preferidos y porque es capaz de la mayor ternura y de la mayor violencia, de describir claridad y sombras. Esto sorprende en un primer momento, pero después uno descubre que en realidad lo que está relatando es la escencia humana, el alma que nos hace personas. Por eso puede (acá, el que no vio nada de kitano tiene que dejar de leer) en una misma película, hacer que el protagonista cuide de su hermana para que termine matándola de un tiro. Filmar decenas de películas de Yakuza que se cagan a tiros y después mostrarnos El verano de Kikujiro, de una ternura de algodón de azúcar. El tipo no te cuenta la historia de un yakuza o de un nene que le toca viajar con una lacra, sino el alma de la humanidad. Por eso es tan groso.

Wednesday, May 09, 2007


Subí el cuello de mi saco y traté de bajar la cabeza en un intento de frenar el viento frío. Todavía no eran las tres y mi sombra me adelantaba varios pasos. Agarré el atado de cigarrillos, sólo quedaban tres. ¿Por qué todo parece más suave en invierno? En ese momento decidí que aquella noche dormiría en el hospital. Aunque colocaba mis manos para cubrirla, la llama del encendedor se negaba a abrazar el cigarrillo. Busqué refugio en la entrada de un edifico, el mármol enfrió mi brazo izquierdo hasta que logré dar una pitada. Cerré los puños y froté una mano contra la otra pero pronto volví a guardarlas en los bolsillos del pantalón, donde podía sentir mis piernas endurecidas por la caminata. A los pocos segundos tuve que sacar una mano para sostener el cigarrillo. Un tipo salía del edificio. ¿Subís?, dijo mientras mantenía abierta la puerta. No dije nada y entré. La puerta que se cerraba empujó el viento y el ruido a la calle. Un escalofrío me reocrrió la espalda, algo de ceniza calló al piso de mármol. Las paredes también eran de mármol, o de piedra rosa o color durazno. Siempre tuve problemas para distinguir colores. No soy daltónico. A pesar de que era sábado, muchas personas pasaban frente a mí; caminaban rápido. Se cruzaban sin verse. Algunas mujeres parecían mirarme cuando buscaban su reflejo en el vidrio espejado. Apagué la colilla contra la pared y la metí en un huevo que había entre dos bloques de mármol. Cuando tiré del picaporte, me di cuenta de que la puerta sólo se abría con llave.

Después de esperar unos minutos, subí a uno de los ascensores. En el espejo, entre las arrugas, reconocí la cicatriz debajo del ojo, la marca que me había dejado una pelea con mi hermano mayor. Ya me había acostumbrado a encontrar canas en el pelo pero aún me sorprendía mi cara cubierta de barba. Decidí que no se notaba que hacía cuatro noches que dormía en la calle. Bajé en el tercer piso. ¿Por qué no elegí el primero? Había cuatro departamentos, de uno de ellos escapaba algo de luz y una voz de mujer. Toqué timbre. Ahí está, escuché que gritaba ella. La puerta se abrió, una mujer a medio vestir me empujó y corrió hasta el ascensor. Me asomé al departamento. Un living sin muebles, sólo una silla y un televisor apoyado en el piso. De un pasillo apareció un hombre desnudo. Una panza que se le adelantaba, unos pocos pelos sobre las orejas, las piernas delgadas, casi de mujer. Tenía un arma en la mano. ¿Dónde está?, el grito dio comienzo a un llanto. Se fue, logré decir mientras retrocedía unos pasos. Con un movimiento del brazo, limpió mocos, saliba y lágrimas. Levantó el arma y se disparó en la cabeza. El ruido fue mucho más débil de lo que esperaba. El cuerpo golpeó contra una de las paredes del pasillo y se deslizó hacia abajo mientras dibujaba un cuarto de círculo rojo. Su cabeza rebotó contra el piso. Sólo pude moverme cuando me di cuenta de que la sangre estaba a punto de alcanzar mis zapatos. Salté la mancha roja que se expandía con rapidez. Presioné el botón del ascensor y bajé las escaleras de a dos escalones. Llegué a la puerta de calle pero a pesar de que tiré con fuerza, no logré abrirla. Nadie veía los golpes ni el aliento de mi grito que empañaba el vidrio. Volví a subir, otra vez por escalera. Toqué timbre en todas las puertas del primero y segundo piso pero al parecer nadie vivía en aquel edificio, eran todas oficinas. Volví al departamento del tercer piso, tenía que encontrar un teléfono. La sangre estaba a punto de salir por la puerta. Avancé sobre el charco, me resbalé varias veces y tuve que apoyarme en la pared. Al fin, llegué a un cuarto, blanco, parecía recién pintado. Colagada sobre la cama, una foto enorme: el Ovni de Monte Grande.

continuará...
mano01

(sin título)

Seguro ustedes van a leerlo en orden inverso, pero eso que escribí ahí abajo me hizo recordar un libro: Elogio de la Sombra, de Tanizaki. Es una especie de ensayo donde el tipo, a través de la remodelación de su casa y de otras observaciones (arquitectónicas, más que nada), te cuenta cómo nosotros occidentales (sí, me incluyo), pobres bobos, nos gusta lo evidente, brillante y luminoso, mientras que en oriente aprecian las sutilezas, la bruma y las sombras. Este Tanizaki parece un snob burguesito engreído, de esos tan inteligentes que estudian letras. Me da la sensación de que el tipo no me hubiese caído bien, pero escribe bien y algunas cosas que dice están buenas. Entre ellas, que la densidad tangible que provoca la sombra es más bella que la claridad de la luz. La sombra provoca preguntas, sutilezas, sustancia y alma que la luz, en su evidencia, disipa. Algo así como lo que dijo Eggleston, oh yanqui empedernido, acerca de estar en guerra con lo obvio.

Esto me recuerda algo que pensé alguna vez. Los yanquis y los japoneses, en algunos puntos de su cultura, saben parecerse. En aquella ocasión fue con respecto a los jaikus (haikus) y los cuentos de Carver, otro empedernido y no sólo con ser yanqui. ¿No ven algo de jaiku en los cuentos de Carver? Todavía no logro explicarlo de forma que no parezca tan tremenda pelotudez, pero sólo les pido una oportunidad, unos pocos segundos para que consideren el pensamiento.

¿No?

¿No? ¿Para nada?

Bueh, ta bien.


Bueno, Mata, mejor dejate de escribir estos textitos y ponete a escribir literatura.
vendedor01

"¿Te acordás?"

El otro día fui a pasear al Centenario. Los fines de semana está esa feria enorme con bocha de puestos que venden montón de cosas: desde lo que uno consideraría basura hasta objetos de mucho valor. Todo me parecía maravilloso. Las cosas usadas me provocan atracción. Las prefiero a las cosas nuevas. Prefiero regalar un libro que lleva una dedicatoria que alguien le escribió a su hermana hace treinta años que un ejemplar comprado en El Ateneo. Porque con el uso, el objeto ganó algo de vida. No sé de dónde viene ese gusto por lo brillante y nuevo, esa vocación por el muerto lustroso. Es lo mismo que todo lo demás. Esas novelas, yanquis por lo general aunque tenemos algunos ejemplares argentos, donde el autor está tan preocupado por su estilo pulido que la historia pierde el alma. Me imagino a esos tipos sentados frente a sus computadoras, con los dientes bien apretados y una taza de café (o de whisky, pa respetar el cliché), junto al teclado.

El otro día fui a ver la exposición de Lachapelle. La verdá, no me gustó. Bueh, sí, me gustó porque las fotos están lindas, bien sacadas, buena composición, hermosos colores pero no pude encontrarle el alma. No sé, no pude ver alma, sólo simple provocación. Todo estaba perfecto, incluso cuando la imperfección era provocada, era perfecta. Me pareceron todas fotos de publicidad, donde hasta la ropa, si tiene una arruga, es perfecta. ¿Qué onda? La que más me gustó fue la de Angelina Jolie (claro, dirán todos), claro, es Angelina Jolie. No sé, al menos ahí pude ver una chispa fuera del libreto.

En fin, si alguna vez me regalan algo, prefiero que sea usado, salvo que se un calzón.

Tuesday, May 08, 2007

escondida01

(sin título)

Ok. Volvamos a la belleza del mundo.

Ya fue, no uso más el teléfono. Si alguien me quiere contactar, lo hace por internet. Ya me coseguiré un celular para emergencias.

PD: prometo cambiar de tema.
No lo puedo creer. AAAAAAAAghhhhhhhhhhhhhhhh. Los hijoputas te cambian las opciones del 112 según si pagaste la factura o no. Los voy a matarrrrrr. Por favor, necesito opciones al teléfono. ¿lo doy de baja? Agghhh. Nadie se me cruce estos días.
Puta puta madre. Perdí el primer round contra la faquin teléfonica. Fui hasta el microcentro al edificio central. Ahí los hijoputas tienen seis teléfonos para reclamos, la gente que atiende es sólo para ventas. Putos cagones de mierda. Agarro un tubo, claro si te vas hasta el microcentro los del 112 te atienden. Además, si sólo podés llamar desde ahí, es difícil que puedas grabar lo que los hijoputa te dicen. Hago mi reclamo pero me dicen: ah, usté no es el titular. Claro que no, pelotuda, pero tengo el dni. Ah, nono, el reclamo sólo lo puede hacer el titular. Mentira, le digo. Tengo su dni, yo pago las cuentas, yo hago el reclamo. Discusión prolongada. Bla bla bla. Al fin logro que dejen asentado mi reclamo pero nada más. Ni siquiera me quieren dar la faquin factura detallada: preservación de la privacidad (claro que no usó esos términos, ni siquiera deben conocer las palabras) Quiero quemarlos vivos. Cada vez me ceban más. Por favor, si alguien trabaja para telefónica, nunca me lo mencione.
¿Qué se les puede hacer a estos tipos? ¿Cómo dejar de usar el teléfono? Hay que encontrar una forma.

Monday, May 07, 2007

telecom

(sin título)

Hoy empieza la guerra contra Telefónica de Argentina. De alguna forma tengo que conseguir dejar asentado mi reclamo en el 112, pero los muy joputas no me atienden. Vamos a ver qué estrategia hay que seguir. Mañana voy a las oficinas en el centro. Por lo menos tengo que putear a alguien para que esta mierda no me dé una úlcera. ¿Se acuerdan del tipo que prendió fuego a una de las cabinas donde las queridas grúas llevan a los autos?
un viaje

"- Ay que me caigo."

¿A veces no les da la impresión de que el mundo está yendo para un lado y que ustedes van para el otro? Es algo de vértigo, como si estuvieras en un bondi que hace un giro inesperado y la inercia te deja a punto de caerte. ¿Qué onda?, pensás. ¿Cuándo pasó todo esto? No, mejor me bajo acá, te decís, a ver si me deja en cualquier parte. Pero tocás el timbre y ni modo, el chofer se hace el desentendido y la puerta sigue cerrada. Cada vez te alejás más de la ruta que ya tenías prevista. ¿Por qué mierda estamos doblando en esta esquina? Pero nadie te responde. No sólo nadie parece saber la respuesta; tampoco parecen hacerse la pregunta. Al fin, de tanto timbrazo, la puerta se abre. Bajás; estás lejos y tenés que retomar el camino. Claro, ya no hay monedas para el bondi, hay que caminar.

Sunday, May 06, 2007

No puedo evitarlo, esta banda me está rompiendo la cabeza y el corazón:

Saturday, May 05, 2007

Una vez más, me enamoré. Mi amigo pablo me preguntó si conocía Tokyo Jinhen. No conocer, dije yo. Tonces me pasa un disco pa que escuche. Resulta que es una banda de la puta madre: una mina con una voz preciosa y que le pone el alma, músicos que suenan del carajo. Después mi fijo en el iutú: me doy cuenta de que además la mina está buenísima y tiene toda la onda. No me quedó más remedio que enamorarme. Y al astración se fue a la mierda.

Les dejo un video, Kokode kisu shite, y subo un par de temas a marxisismo. Muy recomendado que los bajen porque valen la pena.

Friday, May 04, 2007

havanna

"De mal humor" o "Triste" o "día de mierda"

Thursday, May 03, 2007

(- Ya soy grande)

(- Ay, ma, ya soy grande.)

Mi encantadora amiga Paula dice que esto de la adultez es una mentira. Si si, hay preconceptos de lo que se supone significa ser grande que son tremenda pelotudez. Pero no hay nada que hacerle, con los años vienen algunas consecuencias: uno ya no toma vino que salga menos de siete pesos, la cerveza quilmes se convierte en veneno (ahora sólo jaineken, estelartuá o ualstaimer) , nada de paty en la calle, es raro que nos levantemos después de las 11 ( a mí me pone de mal humor), uno tiene ganas de ver a los viejos y charlar con ellos (aunque sea de vez en cuando), hay que pelearse con telefónica, hay que pagarle las expensas al portero aunque creamos que es un pelotudo, hay que hacer cuentas que nunca cierran, hay que dejar de ver nenas de 18 por la calle porque no da (de 19 todavía está bien).

Bien, mis grandes amigos, quí se le va a hacer. De todas formas me caigo mejor ahora que hace diez años.

PD: miren la foto en el tamaño más grande que la expresión de la nena es increíble.

Wednesday, May 02, 2007

Estos días estuve charlando acerca de esa costumbre de pedir deseos. Me contaban que hay un par de trucos que (yo soy un boludo) no conocía. Uno es pedir, no sé, cincuenta deseos más y así hacerlo infinito. Otro es pedir que cuando de verdad se necesite que se cumpla un deseo, que se cumpla en serio. Me pareció un poco trucho, además de que me dio un poco de bronca porque no se me había ocurrido a mí. Sí se me ocurrió algo con una tradición japones: se trata de hacer mil grullas para que un deseo se cumpla. Hay un cuento muy bueno, "Mil Grullas", de elsa bornemann que trata de esto. Cuando yo me enteré, empecé a hacer grullas con un proceso bien fordista. Primero corté mil cuadraditos, después hice mil veces el primer paso, mil vece el segundo y así. En realidad hice todo 999 veces, porque no sabía qué pedir. Tuve guardadas en dos cajas de zapatillas 999 grullas por, tal vez, un par de años. Cuando al fin supe qué quería, me di cuenta de que era una truchada. Que toda la magia sucedía cuando uno hacía 1000 grullas para ese deseo; yo iba a hacer una sola. Así que quemé las 999 grullas. Y, claro, el deseo nunca se cumplió.

Tuesday, May 01, 2007



Hoy vi por tercera vez Billy Elliot: PELICULÓN. Me acuerdo que me había parecido buenísima cuando la vi en el cine, y aún así volví a sorprenderme de lo buena que es. Me encanta cómo baila el pibe, le pone toda el alma; se combinan a la perfección los conflictos familiares, prejuicios, huelgas, entorno geográfico histórico y, algo que no me había dado cuenta antes, tiene una fotografía que no deslumbra pero igua ta muy bien. Sea dentro de una casa, en un patio, en un cementerio, en un gimnasio, uno siempre siente que está en un pueblo destruido por la recesión. En fin, una maravilla.

PD: si no la vieron no lean esto: eso que al final se rían, se abracen con el viejo me parece que no da con la historia. Como que no se animaron a decir que la relación con el viejo era así nomás, que igual podían transmitirse amor sin esa escena. No sé, me dio la sensación de que no se la jugaron y tuvieron que poner final feliz hollywood.
Al despertar se arrastró por el piso, el pecho contra el mundo, en un intento de corresponder con una sensación aquel sentimiento:

la realidad raspaba su corazón.

Las piernas soportan la carga,

son las costillas

las que parecen

ceder.