Hace mucho que no dormía tanto. Creo que dormí 10 hs seguidas.
Ayer invité a quien sería Andrea a comer a casa. Cociné carré de cerdo al verdeo. Una bomba. Comimos, nos quejamos de las panzas hinchadas, ella se fumó un pucho y dijo quiero leer tu blog. Nos sentamos frente a la computadora y le fui mostrando algunas cosas. Y flacheó. Algunas oraciones que a mí me parecían que estaban bien, a ella le encantaron y así. Muy lindo. Muy linda. También le mostré escenas donde Andrea es el tema principal y se la bancó bastante. Hasta que llegamos al momento que Andrea se lleva el disco de Ella Fitzgerald. Me lo regalaste, gritó mientras me pegaba en la espalda. Vos me lo regalaste, dijo. Chabona, esto es ficción, es el personaje, le expliqué. Ja, me encanta escribir.
Me levanté de buen humor, así que les dejo algo buena onda, Sun de Lisandro A. Un poco ñoño el Lisandro (¿Aristimundio, se llamaba? no me acuerdo el apellido) pero igual el tema es lindo (lindo, también es ñoño).
Friday, March 31, 2006
Thursday, March 30, 2006
¿cap 17?
Modificación de la escena con la vestuarista.
Termina la filmación y, mientras todos aplauden, camino hacia el patio donde está estacionado el camión de vestuarios. Dos falores enormes iluminan la grava que anuncian cada uno de mis pasos. Sin llamar, abro la puerta y subo. Todo está oscuro salvo por el rectángulo de luz amarilla que apunta hacia la vestuarista. Desnuda, sentada en uno de los sillones, me mira mientras no deja de masturbarse. Todavía con el picaporte en la mano, me disculpo, quiero retroceder y cerrar la puerta pero me quedo inmóvil. Su respiración se hace más fuerte. Dejo la ropa en el piso, desabotono el pantalón y bajo la bragueta, pero ni siquiera logro una erección. Ella me mira sin parpadear, sus piernas se mueven una contra la otra y su mano se mueve entre ellas. Vuelvo a tocarme pero nada. Me agarro con fuerza hasta que el dolor me quita el aire. Disfruta del orgasmo en silencio y por un momento, agradezco estos segundos, esconde sus ojos marrones. ¿Qué necesitás?, dice al fin. Vengo a devolver la ropa, me apuro a decir. Dejala ahí, señala con la misma mano que hace unos segundos acariciaba su clítoris. ¿Tomamos un café?, me oigo decir. Estúpido. Sos tan estúpido. ¿Cómo es posible que alguna vez un tipo se haya levantado una mina? Somos tan pelotudos que parece algo imposible. Ella sonríe. Ella. Sonríe. No, dice. Claro, digo y vuelvo a subirme el pantalón. Cuando retrocedo siento la torpeza de mis pasos, como si estuvieran a destiempo de alguna danza. Me alejo del camión, tengo que esforzarme para no mirar atrás.
Modificación de la escena con la vestuarista.
Termina la filmación y, mientras todos aplauden, camino hacia el patio donde está estacionado el camión de vestuarios. Dos falores enormes iluminan la grava que anuncian cada uno de mis pasos. Sin llamar, abro la puerta y subo. Todo está oscuro salvo por el rectángulo de luz amarilla que apunta hacia la vestuarista. Desnuda, sentada en uno de los sillones, me mira mientras no deja de masturbarse. Todavía con el picaporte en la mano, me disculpo, quiero retroceder y cerrar la puerta pero me quedo inmóvil. Su respiración se hace más fuerte. Dejo la ropa en el piso, desabotono el pantalón y bajo la bragueta, pero ni siquiera logro una erección. Ella me mira sin parpadear, sus piernas se mueven una contra la otra y su mano se mueve entre ellas. Vuelvo a tocarme pero nada. Me agarro con fuerza hasta que el dolor me quita el aire. Disfruta del orgasmo en silencio y por un momento, agradezco estos segundos, esconde sus ojos marrones. ¿Qué necesitás?, dice al fin. Vengo a devolver la ropa, me apuro a decir. Dejala ahí, señala con la misma mano que hace unos segundos acariciaba su clítoris. ¿Tomamos un café?, me oigo decir. Estúpido. Sos tan estúpido. ¿Cómo es posible que alguna vez un tipo se haya levantado una mina? Somos tan pelotudos que parece algo imposible. Ella sonríe. Ella. Sonríe. No, dice. Claro, digo y vuelvo a subirme el pantalón. Cuando retrocedo siento la torpeza de mis pasos, como si estuvieran a destiempo de alguna danza. Me alejo del camión, tengo que esforzarme para no mirar atrás.
Wednesday, March 29, 2006
Talkin `bout the revolution, de Tracy Chapman. Tema adecuado para lo que estuve pensando esta mañana. Hoy se abrió una ventanita hacia la tristeza, una pequeña grieta en mi felicidad. Como no hacía en mucho tiempo, intenté agrandar esa grieta en busca de entenderme un poco más. Traté de lllorar. Pero la muy puta se cerró.
¿cap 17?
Mini flashback. Todavía no sé si voy a dejar que el tipo se quede derrotado después de que la vestuarista le echa fly. Pero esto iría después de esa escena.
El primer momento de mi vida, el primero que recuerdo, nació en jardín de infantes. Todas las mañanas tiraba del brazo de mi abuela para volver a su casa, donde mis viejos me dejaban cada mañana. Pero mi abuela era fuerte, al menos mucho más fuerte que un chico de pocos años. Aquel día seguro jugué con las cosas que los demás no querían y miré de lejos camiones y rastings. Claro que todo esto se construye alrededor de un sólo hecho que quedó marcado como pisada en cemento fresco. Huella que a veces se llena con agua de lluvia, fresca y cristalina, que me hace reír y, otras veces, con agua de cloaca. Recuerdo el dolor, mis brazos cruzados sobre el estómago hinchado. No lloraba, sólo cerraba con fuerza los párpados. Mi maestra preguntaba si estaba bien y yo negaba con la cabeza pero no podía hablar. Todavía no sé por qué no dije nada. Mis compañeros, curiosos, dejaban sus juguetes para mirarme. Me puse en cuclillas y me quedé así. Varios minutos con la atención de todos sobre mi cara de dolor. Hasta que me cagué encima. Algo que seguro los demás chicos oyeron.
Mini flashback. Todavía no sé si voy a dejar que el tipo se quede derrotado después de que la vestuarista le echa fly. Pero esto iría después de esa escena.
El primer momento de mi vida, el primero que recuerdo, nació en jardín de infantes. Todas las mañanas tiraba del brazo de mi abuela para volver a su casa, donde mis viejos me dejaban cada mañana. Pero mi abuela era fuerte, al menos mucho más fuerte que un chico de pocos años. Aquel día seguro jugué con las cosas que los demás no querían y miré de lejos camiones y rastings. Claro que todo esto se construye alrededor de un sólo hecho que quedó marcado como pisada en cemento fresco. Huella que a veces se llena con agua de lluvia, fresca y cristalina, que me hace reír y, otras veces, con agua de cloaca. Recuerdo el dolor, mis brazos cruzados sobre el estómago hinchado. No lloraba, sólo cerraba con fuerza los párpados. Mi maestra preguntaba si estaba bien y yo negaba con la cabeza pero no podía hablar. Todavía no sé por qué no dije nada. Mis compañeros, curiosos, dejaban sus juguetes para mirarme. Me puse en cuclillas y me quedé así. Varios minutos con la atención de todos sobre mi cara de dolor. Hasta que me cagué encima. Algo que seguro los demás chicos oyeron.
Tuesday, March 28, 2006
No puedo resistirme. Juro que lo intenté pero es más fuerte que yo. De ahora en más voy a subir música matosa (música que podría gustarle a Mata, dice el DRAE, Edición Extra Limitada). Así van a poder disfrutar de la música que yo escucho cuando escribo.
Ahora les traigo Pastime Paradise, de Stevie Wonder, un negro maravilloso que, por ciego tal vez, no lo sé, decenas de artistas le han robado ideas, pasajes y temas enteros. Le hicieron muchos homenajes, por decirlo de una forma más diplomática. Por ejemplo, de esta versión original, después de una década pusieron a unos negros raperos a cantarla y no le cambiaron nada para hacer la música de Dangerous Minds.
Ahora les traigo Pastime Paradise, de Stevie Wonder, un negro maravilloso que, por ciego tal vez, no lo sé, decenas de artistas le han robado ideas, pasajes y temas enteros. Le hicieron muchos homenajes, por decirlo de una forma más diplomática. Por ejemplo, de esta versión original, después de una década pusieron a unos negros raperos a cantarla y no le cambiaron nada para hacer la música de Dangerous Minds.
Monday, March 27, 2006
¿cap 17?
Disculpen el desorden. Final de filmación de la publicidad de chocolates.
Termina la filmación y, mientras todos aplauden, camino hacia el patio donde está estacionado el camión de vestuarios. Sin llamar, abro la puerta y subo. Todo está oscuro salvo por el rectángulo de luz amarilla que apunta hacia la vestuarista. Desnuda, sentada en uno de los sillones, me mira mientras no deja de masturbarse. Todavía con el picaporte en la mano, me disculpo, quiero retroceder dos pasos y cerrar la puerta pero me quedo inmóvil. Disfruta del orgasmo en silencio y por unos segundos esconde tras sus párpados aquellos ojos marrones. Mi respiración suena más fuerte que nunca. ¿Qué necesitás?, dice al fin. Vengo a devolver la ropa, me apuro a decir. Dejala ahí, señala con la misma mano que hace unos segundos acariciaba su clítoris. ¿Tomamos un café?, me oigo decir. Estúpido. Sos tan estúpido. ¿Cómo es posible que alguna vez un tipo se haya levantado una mina? Somos tan pelotudos que parece algo imposible. Debe ser por lástima. Ella sonríe. Ella. Sonríe. No, dice. Claro, digo y dejo la ropa en el piso. Cuando retrocedo los tres pasos siento la torpeza de mis piernas, como si estuvieran a destiempo de alguna danza. Me alejo del camión, tengo que esforzarme para no mirar hacia atrás.
Disculpen el desorden. Final de filmación de la publicidad de chocolates.
Termina la filmación y, mientras todos aplauden, camino hacia el patio donde está estacionado el camión de vestuarios. Sin llamar, abro la puerta y subo. Todo está oscuro salvo por el rectángulo de luz amarilla que apunta hacia la vestuarista. Desnuda, sentada en uno de los sillones, me mira mientras no deja de masturbarse. Todavía con el picaporte en la mano, me disculpo, quiero retroceder dos pasos y cerrar la puerta pero me quedo inmóvil. Disfruta del orgasmo en silencio y por unos segundos esconde tras sus párpados aquellos ojos marrones. Mi respiración suena más fuerte que nunca. ¿Qué necesitás?, dice al fin. Vengo a devolver la ropa, me apuro a decir. Dejala ahí, señala con la misma mano que hace unos segundos acariciaba su clítoris. ¿Tomamos un café?, me oigo decir. Estúpido. Sos tan estúpido. ¿Cómo es posible que alguna vez un tipo se haya levantado una mina? Somos tan pelotudos que parece algo imposible. Debe ser por lástima. Ella sonríe. Ella. Sonríe. No, dice. Claro, digo y dejo la ropa en el piso. Cuando retrocedo los tres pasos siento la torpeza de mis piernas, como si estuvieran a destiempo de alguna danza. Me alejo del camión, tengo que esforzarme para no mirar hacia atrás.
Sunday, March 26, 2006
Saturday, March 25, 2006
Ya tengo asumido que este blog, además de cuidar de una novela en crecimiento, también va a ser mi diario, el diario que nunca tuve. Ahora me doy cuenta de que caí en lo que no quería caer. Y no me parece mal.
Ayer, quien sería Andrea se quedó a dormir en casa. Vino a visitarme pero en el camino se enfermó. La chabona llegó, se acostó y no podía levantarse de la cama. Se hizo de noche y se sentía mal como para volver a su casa. Dormimos en el mismo cuarto. Estaba contento de que se quedara a dormir y más contento de despertarme con ella. También me gustó cocinar, hacerle té y café, buscar bayaspirina c en el quiosco de la otra cuadra. Cuidarla, digamos. A la mañana, desayunamos, charlamos un poco y se fue. No cogimos. Claro que si se hubiese dado el caso, participaba feliz de la vida. No se dio, no lo busqué y está más que bien que haya sido así.
Voy a poner una escena exatamente igual en la novela. Después que el tipo ya ni piense en Andrea, la chabona va a aparecer. El tipo va a pensar bocha de cosas pero al final le va a pasar lo que me pasó a mí. Y va a sentir que eso es lo más real que podía pasar.
Ayer, quien sería Andrea se quedó a dormir en casa. Vino a visitarme pero en el camino se enfermó. La chabona llegó, se acostó y no podía levantarse de la cama. Se hizo de noche y se sentía mal como para volver a su casa. Dormimos en el mismo cuarto. Estaba contento de que se quedara a dormir y más contento de despertarme con ella. También me gustó cocinar, hacerle té y café, buscar bayaspirina c en el quiosco de la otra cuadra. Cuidarla, digamos. A la mañana, desayunamos, charlamos un poco y se fue. No cogimos. Claro que si se hubiese dado el caso, participaba feliz de la vida. No se dio, no lo busqué y está más que bien que haya sido así.
Voy a poner una escena exatamente igual en la novela. Después que el tipo ya ni piense en Andrea, la chabona va a aparecer. El tipo va a pensar bocha de cosas pero al final le va a pasar lo que me pasó a mí. Y va a sentir que eso es lo más real que podía pasar.
Gaijin empieza a estar disponible en la net pa quien quiera leerlo en www.gaijinreloaded.blogspot.com Espero lo disfruten.
Thursday, March 23, 2006
¿cap 4?
Mini flashback. Creo que va a ir al final del cap 4. Todavía no decidí si queda éste u otro acerca de la primera vez que le da un beso a Andrea.
En la casa de mis viejos, acostado en la cama, miraba el póster de un auto rojo. Nunca voy a darle un beso a nadie, pensaba. Era una certeza que iba más allá del dolor y la soledad. Era un miedo cercano a la humillación. En la ventana, las hojas del árbol parecían acercarse para escuchar mejor. Ya tenía quince años y nunca había dado siquiera un pico. Así de lejos estaba de pensar coger con alguien. Claro que por esa época, aunque no estaba en mi momento de mayor desempeño, todavía era capaz de masturbarme todos los días, cada vez que estaba aburrido. Con algo de esfuerzo, moví los brazos que estaban cruzados debajo de mi cabeza. Al principio, apenas los sentía pero con el correr de los segundos un cosquilleo que nació en mi espalda bajó hasta las manos. Mis amigos ya tenían parejas con las que se encontraban en los recreos para transar (así se decía entonces, ¿cómo se dice ahora? ¿chapar?). Después de las vacaciones voy a tener dieciséis, pensaba y no lograba verme en la situación de besar a nadie, ni siquiera en diez años. Era algo imposible de cambiar. Voy a tener veinticinco y voy a seguir igual, me díje y fue extraño escuchar mi propia confesión. Por unos segundos tuve miedo de que alguien me hubiese escuchado. Giré para quedar de lado, la pared a pocos centímetros. Respiré profundo varias veces, el aire salía con fuerza por la nariz. Me levanté, puse música y volví a acostarme, esta vez boca abajo. Apreté la almohada contra mi cara y grité lo más fuerte que pude, hasta quedarme sin aliento. Respiré y grité otra vez.
Mini flashback. Creo que va a ir al final del cap 4. Todavía no decidí si queda éste u otro acerca de la primera vez que le da un beso a Andrea.
En la casa de mis viejos, acostado en la cama, miraba el póster de un auto rojo. Nunca voy a darle un beso a nadie, pensaba. Era una certeza que iba más allá del dolor y la soledad. Era un miedo cercano a la humillación. En la ventana, las hojas del árbol parecían acercarse para escuchar mejor. Ya tenía quince años y nunca había dado siquiera un pico. Así de lejos estaba de pensar coger con alguien. Claro que por esa época, aunque no estaba en mi momento de mayor desempeño, todavía era capaz de masturbarme todos los días, cada vez que estaba aburrido. Con algo de esfuerzo, moví los brazos que estaban cruzados debajo de mi cabeza. Al principio, apenas los sentía pero con el correr de los segundos un cosquilleo que nació en mi espalda bajó hasta las manos. Mis amigos ya tenían parejas con las que se encontraban en los recreos para transar (así se decía entonces, ¿cómo se dice ahora? ¿chapar?). Después de las vacaciones voy a tener dieciséis, pensaba y no lograba verme en la situación de besar a nadie, ni siquiera en diez años. Era algo imposible de cambiar. Voy a tener veinticinco y voy a seguir igual, me díje y fue extraño escuchar mi propia confesión. Por unos segundos tuve miedo de que alguien me hubiese escuchado. Giré para quedar de lado, la pared a pocos centímetros. Respiré profundo varias veces, el aire salía con fuerza por la nariz. Me levanté, puse música y volví a acostarme, esta vez boca abajo. Apreté la almohada contra mi cara y grité lo más fuerte que pude, hasta quedarme sin aliento. Respiré y grité otra vez.
¿cap 4? Continuación.
Esto es una parte de lo que escribí y se me perdió. Claro que no es tan maravilloso como la irrecuperable primera versión pero vamos a tener que conformarnos.
Yo lo disfruto más que vos, dice. A mí me gusta más. La puta me sonríe y no puedo decir otra cosa que está bien, llevatelo. Después, cuando me mude a un departamento, nos fijamos qué hacer con el resto de las cosas, dice. ¿Estás bien? Sí, bien, digo. Quiero empujarla. Sacudirla. Hacerla caer al piso. Quiero darle un beso. Quiero tocarla. Pasar la mano por su espalda, por su cuello. Respirar su aire, ese aire que la rodea, que siempre es más sabroso que el resto del mundo. Tomemos unos mates, digo. Mejor no, dice ella. Puta. Sí, digo, mejor no. ¿Te uso el teléfono?, es la pregunta más extraña que me hayan hecho. A los pocos minutos tocan el timbre, el taxi espera en la calle. Un abrazo que aprovecho para tomar la última bocanada de aire antes de hundirme en mí mismo.
De pie en el medio del comedor, miro la puerta que acaba de cerrarse. La imagen de Andrea con una caja en sus brazos persiste en el mismo lugar que ese trozo de madera. Aunque espero que sea la puerta la que se desvanezca, Andrea se va con el sonido del ascensor. A través de la ventana abierta, el sonido de un colectivo que resopla mientras cruza la calle. Estoy soltero, me digo y sólo mi boca sonríe mientras no logro que el resto de la cara la acompañe. Tomemos una cerveza. Camino hasta la cocina, abro la heladera y miro aquellos estantes iluminados de blanco. Ya no recuerdo qué vine a buscar. Cierro la heladera. Descorcho un vino y elijo una copa. Tengamos todas copas distintas, propuso Andrea. Sonreía mientras se mordía el labio de abajo. En el comedor, me siento en el piso. Mientras aquella densidad rojiza trepa por la copa, de la botella surgen sonidos de pequeños tragos, como si fuera ella la que tomara sorbos del resto del universo. Hago girar el vino sin que se vuelque, cada vez más cerca del borde de la copa. Bebo un poco, me empujo hacia atrás con las piernas hasta que logro apoyar la espalda contra la pared. Me olvidé la botella. Con el pie, la arrastro despacio. Se tambalea un par de veces pero al fin llega intacta a mis manos. Termino la copa y vuelvo a servirme, esta vez la botella no hace ningún ruido. Hay cosas que sólo suceden una vez.
Esto es una parte de lo que escribí y se me perdió. Claro que no es tan maravilloso como la irrecuperable primera versión pero vamos a tener que conformarnos.
Yo lo disfruto más que vos, dice. A mí me gusta más. La puta me sonríe y no puedo decir otra cosa que está bien, llevatelo. Después, cuando me mude a un departamento, nos fijamos qué hacer con el resto de las cosas, dice. ¿Estás bien? Sí, bien, digo. Quiero empujarla. Sacudirla. Hacerla caer al piso. Quiero darle un beso. Quiero tocarla. Pasar la mano por su espalda, por su cuello. Respirar su aire, ese aire que la rodea, que siempre es más sabroso que el resto del mundo. Tomemos unos mates, digo. Mejor no, dice ella. Puta. Sí, digo, mejor no. ¿Te uso el teléfono?, es la pregunta más extraña que me hayan hecho. A los pocos minutos tocan el timbre, el taxi espera en la calle. Un abrazo que aprovecho para tomar la última bocanada de aire antes de hundirme en mí mismo.
De pie en el medio del comedor, miro la puerta que acaba de cerrarse. La imagen de Andrea con una caja en sus brazos persiste en el mismo lugar que ese trozo de madera. Aunque espero que sea la puerta la que se desvanezca, Andrea se va con el sonido del ascensor. A través de la ventana abierta, el sonido de un colectivo que resopla mientras cruza la calle. Estoy soltero, me digo y sólo mi boca sonríe mientras no logro que el resto de la cara la acompañe. Tomemos una cerveza. Camino hasta la cocina, abro la heladera y miro aquellos estantes iluminados de blanco. Ya no recuerdo qué vine a buscar. Cierro la heladera. Descorcho un vino y elijo una copa. Tengamos todas copas distintas, propuso Andrea. Sonreía mientras se mordía el labio de abajo. En el comedor, me siento en el piso. Mientras aquella densidad rojiza trepa por la copa, de la botella surgen sonidos de pequeños tragos, como si fuera ella la que tomara sorbos del resto del universo. Hago girar el vino sin que se vuelque, cada vez más cerca del borde de la copa. Bebo un poco, me empujo hacia atrás con las piernas hasta que logro apoyar la espalda contra la pared. Me olvidé la botella. Con el pie, la arrastro despacio. Se tambalea un par de veces pero al fin llega intacta a mis manos. Termino la copa y vuelvo a servirme, esta vez la botella no hace ningún ruido. Hay cosas que sólo suceden una vez.
Tengo una amiga que canta mal. Un amigo músico quería grabar un tema con ella. Cualquier persona puede cantar bien, dijo, sólo es cuestión de encontrar el tema indicado. Me encantó. Y creo que puede aplicarse a la literatura. Yo creo que cualquier persona puede escribir, sólo se trata de encontrar la historia indicada. Y esa historia va a ser, perdón que insista, la que lo acerque más a su ser humano.
Wednesday, March 22, 2006
Ayer, en un libro, leí una hermosa definición de la fotografía: usar la mentira para contar la verdad. Me pareció tan simple y profunda que decidí plagiarla. De ahora en más, ésa es mi definición de arte. El arte es usar una mentira para contar una verdad. Genial. Claro que después de algunas copas de vino mi cerebro no se conformó con quedarse con algo así de hermoso. Para mi defensa, abrí la (más tarde serían las) botella de vino para escribir una escena de esta historia que en las próximas horas subiré al blog. Ahora comprendo que el problema con la verdad es que tenemos una sola palabra para más de un significado. La verdad como oposición a decir una mentira me parece ñoña. Esa verdad no tiene ningún valor por sí mismo. Pero existe, entre otras, una verdad que no se dice sino que se siente. Es una sensación y un sentimiento. Algo que a veces se cuenta con mentiras, a veces se dice con toda la crudeza que podemos juntar, a veces no se cuenta, se oculta. La verdad, en su significado más profundo, es ese algo que nos hace humanos.
Saturday, March 18, 2006
Sábado, casi medianoche. Qué groso que es Stevie Wonder. Muy groso. Entre miles de temas ñoños y bastante balardas, se encuentran varias perlitas. Ahora estoy en la búsqueda de todas las versiones de Pastime Paradise. Temaso. Mal. Se zarpa.
Mientras disfruto de la onda de este negro, les cuento lo que se me ocurrio hoy para la novela. El protagonista, ya bastante metido en el océano de mierda, de miserias humanas, se le da por entrar en edificios y casas. Así, sin más. No puede parar de pensar en todas las otras existencias que lo rodean y le parece extraño no estar conectado de alguna manera con ellas. Así que empieza a entrar en los edificios de oficinas del centro, cerca de su trabajo. Sube a las terrazas y mira la ciudad que cambia cada vez, hay una ciudad distinta para cada edificio. Después entra en edificios de departamentos, donde saluda a todos los que ve. Ahí se le pega esto de saludar a la gente. Después decide probar en los barrios y las casas. Claro que esto termina en violencia y algunas costillas rotas. Pero a través de esta búsqueda siente que en realidad existe una conexión, que en realidad todos somos una sola existencia. Que los individuos son otra invención, otra forma de satisfacer el egoísmo.
Espero descubrir qué descubre el tipo.
Friday, March 17, 2006
Hace poco, menos de un año, me di cuenta de que, para mí, la mejor forma de escribir es salir a la caza de miedos, broncas y alegrías. Pero sobre todo, miedos. Si escribo y siento ese cosquilleo frío que trae el miedo sé que tengo que seguir por ahí. Miedo a mis propias miserias, miedo a ser mala persona, persona perversa. Sé que eso es lo que más pronfundo se guarda en el alma y por lo tanto lo más enriquecedor para el arte. Antes de este descubrimiento había escrito cosas así; sin saberlo, había atrapado miedos que cuando quedaron en letras minúsculas parecían más que nada una buena broma. Porque los miedos son cagones. Los miedos se creen fuertes mientras uno les escapa, pero una vez que les hacés frente se van para atrás. Y en la ficción puedo ser todo lo valiente que quiera. Me dí cuenta de que, más que nada, son las miserias las que nos hacen más humanos. Una persona es sus acciones, pero detrás de esas acciones hay múltiples decisiones que debieron tomarse y, lo más importante, infinitas opciones que se dejaron de lado. Por miedo, por ética, porque se tenía ganas de hacer eso, por inercia, porque sí, decidimos lo que nos va formando como personas mientras todas los caminos que no tomamos quedan escondidos en algún lugar, ahí en el fondo de todo. Con algo de suerte, son las miserias las que quedan escondidas. Y para uno mismo, lo que quedó escondido tiene tanto peso como lo que salió a la luz en las acciones. Esa contradicción es maravillosa, es tan humana que dan ganas de llorar. Si pudiera llorar. La oportunidad que me da la literatura si salgo en caza de las miserias es concretar en acciones esos caminos que no se tomaron, y sin consecuencias reales. Si uno escribe acerca de un tipo que es un hijo de puta, que hace todas esas cosas que no hicimos porque estaban mal, la gente no deja de querernos. En la misma época que descubrí esto también comprendí que escribo para que la gente me quiera.
Thursday, March 16, 2006
¿cap 4?
Por debajo de la puerta del departamento, la luz se entrecorta con pasos que recorren de lado a lado el comedor. Abro la puerta. Andrea me mira mientras deja caer ropa en una caja de cartón enorme. El abrazo me llena desde adentro. Su perfume, la suavidad de su pelo, el calor de su piel y ella. Hola, me dice al oído. Hola, digo mientras me aparto y doy un paso hacia atrás. Vine a buscar mis cosas, en un intento por no llorar se apura a terminar las palabras. Me siento en la silla de la computadora y la miro en silencio. Cuando va al cuarto en busca de más cosas, su pelo brilla con luz rojiza. Cinco minutos de creer que Andrea brilla con luz propia hasta que comprendo que el atardecer que se abre paso por entre los edificios llega hasta nuestro comedor. El sol se muestra en ese punto sólo unas veces al año. El resto de los días uno puede ver el cielo rojizo pero debe suponer que el sol existe detrás de la ciudad. Confiar que es así hasta que uno ya no se pregunta qué es lo que existe y qué es lo que se supone. Andrea regresa con más ropa. Me llevo estos libros y otras cosas, dice. Llevate lo que quieras, digo y cruzo los brazos para no arrojarle las cosas que tengo sobre el escritorio. ¿Querés que venga otro día?, dice. Pensé que ibas a llegar más tarde. Tiene puesta la remera blanca que le regalé. ¿Por qué el regalo? Porque sí, porque te quiero. La usó pocas veces, le daba vergüenza que se le vieran las tetas. Parece que ya no le da vergüenza. No, mejor terminá ahora, digo y me levanto para encender la luz. Todo se ve tan oscuro como antes. Voy hasta la cocina y pongo a calentar agua. Abro y cierro las puertas de la alacena y de la heladera, pero ya no recuerdo qué era lo que quería. Ordeno los platos y cubiertos que descansan boca abajo sobre un repasador. El sonido de los pasos de Andrea que recorren el pasillo. En la cocina, sigo con la mirada los dibujos de los azulejos, lineas verdes que parecen enredaderas. Terminé, dice desde el comedor. Una caja enorme y un bolso guardan todas las cosas que Andrea se lleva de nuestra casa. Me quedo con el disco de Ella Fitzgerald, dice. Metételo en el culo, pienso. ¿Por qué te lo llevás? Es mío, me oigo decir. Yo lo disfruto más que vos, dice, a mí me gusta más. La puta me sonríe entre sus hoyuelos y no puedo decir otra cosa que está bien, llevatelo.
(antes de que Andrea se vaya, crece una tensión que parece ir para lo sexual pero al final no pasa nada)
He vuelto. Tengo internet y casa nueva. Me falta novia, pero todo no se puede. Avancé un poco más en escenas que son necesarias pero no tan interesantes. Espero no se aburran.
¿Cap3?
Bajo del colectivo y camino dos cuadras hasta la oficina. El portero me saluda. Subo en ascensor hasta el noveno piso. Abro las puertas. Detrás del mostrador, Luciana me sonríe. Colgado a su espalda un cuadro en el que sólo puedo distinguir una mujer que parece apoyada en una barra. Claro que nadie más debe ver a aquella mujer entre todos esos verdes, marrones y rojos. Buen día, dice. ¿Cómo estuvo tu fin de semana? Qué te importa, pienso mientras firmo en una planilla mi entrada. Nunca me fijo la hora para poner mi firma y 10:58 AM en esos dos rectángulos. Luciana me mira como si la hubiese insultado. Tal vez lo hice. Empujo con fuerza la puerta de vidrio que se abre despacio, como si pesara varias toneladas. Sobre el alfombrado verde oscuro, mis pasos apenas se oyen. Buen día, dice Cristina, mi jefa, que me dedica media mirada. Tiene ojos azules y oscuros, del fondo de algún océano. Cuando te habla, el ojo derecho se pierde más allá de la conversación, en algún punto detrás de tu espalda. Buen día, digo y giro para saber dónde se fija la otra mitad de mirada: el culo de Luciana, que no está mal pero tampoco es para tanto. Llegaron Instrucciones de Amor y el horóscopo, dice. ¿Estás bien?, una mitad de ella parece en realidad preocupada. Sí, bien.
Cuando llegué hace un año a este lugar y me senté frente a Cristina me ofrecieron un trabajo que ni siquiera sospechaba que existía. La empresa, Denmark S.A., se dedicaba a vender productos informáticos para celulares a otras empresas que a su vez los vendían a los usuarios. Ahora querían abrir su propia empresa que tuviera contacto con el usuario: Clack, eligieron llamarla. Mi función en Clack, su único empleado además de Cristina que sólo le dedicaba parte de su atención, era probar los juegos y asegurarme de que no tuvieran ningún error, traducir horóscopos que llegaban de Estados Unidos en menos de 150 caracteres, escribir los textos de las fotos porno y, en el último tiempo, escribir una historía erótica. Cada viernes debía enviar el trabajo de toda la semana a la gente de Denmark, que se encargaba del resto. Al principio cumplía un horario de oficina, con el correr de los meses podía hacer el trabajo en la mitad del tiempo. Cristina me propuso venir tres días a la semana sin cambiarme el sueldo, la única condición era que el trabajo tenía que estar todos los jueves en su casilla de correo.
Celeste, mi conexión con Denmark aparte de Cristina, se acerca para saludarme. Blusa blanca y pollera negra. Inmóvil en su silla o de pie es una chica más, incluso algo fea. Pero cuando camina, y más cuando camina hacia uno, gana una sensualidad de caderas que se balancean, espalda erguida, brazos que acompañan el movimiento y pasos seguros sobre tacos negros. Nos damos un beso en la mejilla y le doy un abrazo. Una pequeña resistencia por la sorpresa y palmaditas en mi espalda para salir de una situación incómoda. Me sonríe y se aleja apurada. ¿Por qué no saludo a todos con un abrazo? Camino a mi escritorio me cruzo con uno de los programadores de Denmark. Tipo alto y flaco, anteojos y traje que le queda demasiado grande. Me saluda por mi nombre. Yo ni siquiera recuerdo el suyo pero lo abrazo para saludarlo. Me devuelve el abrazo. Siento algo de su peso en mis hombros, como si él hubiese esperado largo tiempo ese momento. Me alejo y decido que mejor me quedo con el beso en la mejilla y el estrechar la mano.
Para sentarme frente a mi escritorio tengo rodear un planta de hojas grandes, la única de todo el piso. Agacho la cabeza para evitar los estantes que cuelgan con decenas de cajas llenas de papeles. Después de sentarme, para evitar tirar de algún cable mis piernas deben permanecer inmóviles. En el escritorio sólo entran el monitor de pantalla plana, el mouse y el teclado. Antes me servía una taza de café, pero no era tan bueno como para compensar las veces que se me había caído al piso, muy cerca de donde se conectaban todos los enchufes. En una esquina del escritorio, una lámpara que compré en un negocios de ofertas, ilumina mi rincón. Cuando me olvido de encenderla o no estoy de humor para esa luz amarillenta, las personas que no saben aún de la existencia de Clack pasan frente a mí sin siquiera darse cuenta. Cuando los hacen esperar a pocos metros de mi escritorio, miro cómo se arreglan la ropa, se peinan o se suben la bragueta del pantalón. Una vez vi a una mujer desabrocharse el pantalón, meter su mano por la parte de atrás, rascarse el culo, acomodarse la bombacha y volver a cerrar todo.
(faltan un par de escenas del trabajo en sí, de cómo traduce y escribe, y la relación con sus compañeros de trabajo)
¿Cap3?
Bajo del colectivo y camino dos cuadras hasta la oficina. El portero me saluda. Subo en ascensor hasta el noveno piso. Abro las puertas. Detrás del mostrador, Luciana me sonríe. Colgado a su espalda un cuadro en el que sólo puedo distinguir una mujer que parece apoyada en una barra. Claro que nadie más debe ver a aquella mujer entre todos esos verdes, marrones y rojos. Buen día, dice. ¿Cómo estuvo tu fin de semana? Qué te importa, pienso mientras firmo en una planilla mi entrada. Nunca me fijo la hora para poner mi firma y 10:58 AM en esos dos rectángulos. Luciana me mira como si la hubiese insultado. Tal vez lo hice. Empujo con fuerza la puerta de vidrio que se abre despacio, como si pesara varias toneladas. Sobre el alfombrado verde oscuro, mis pasos apenas se oyen. Buen día, dice Cristina, mi jefa, que me dedica media mirada. Tiene ojos azules y oscuros, del fondo de algún océano. Cuando te habla, el ojo derecho se pierde más allá de la conversación, en algún punto detrás de tu espalda. Buen día, digo y giro para saber dónde se fija la otra mitad de mirada: el culo de Luciana, que no está mal pero tampoco es para tanto. Llegaron Instrucciones de Amor y el horóscopo, dice. ¿Estás bien?, una mitad de ella parece en realidad preocupada. Sí, bien.
Cuando llegué hace un año a este lugar y me senté frente a Cristina me ofrecieron un trabajo que ni siquiera sospechaba que existía. La empresa, Denmark S.A., se dedicaba a vender productos informáticos para celulares a otras empresas que a su vez los vendían a los usuarios. Ahora querían abrir su propia empresa que tuviera contacto con el usuario: Clack, eligieron llamarla. Mi función en Clack, su único empleado además de Cristina que sólo le dedicaba parte de su atención, era probar los juegos y asegurarme de que no tuvieran ningún error, traducir horóscopos que llegaban de Estados Unidos en menos de 150 caracteres, escribir los textos de las fotos porno y, en el último tiempo, escribir una historía erótica. Cada viernes debía enviar el trabajo de toda la semana a la gente de Denmark, que se encargaba del resto. Al principio cumplía un horario de oficina, con el correr de los meses podía hacer el trabajo en la mitad del tiempo. Cristina me propuso venir tres días a la semana sin cambiarme el sueldo, la única condición era que el trabajo tenía que estar todos los jueves en su casilla de correo.
Celeste, mi conexión con Denmark aparte de Cristina, se acerca para saludarme. Blusa blanca y pollera negra. Inmóvil en su silla o de pie es una chica más, incluso algo fea. Pero cuando camina, y más cuando camina hacia uno, gana una sensualidad de caderas que se balancean, espalda erguida, brazos que acompañan el movimiento y pasos seguros sobre tacos negros. Nos damos un beso en la mejilla y le doy un abrazo. Una pequeña resistencia por la sorpresa y palmaditas en mi espalda para salir de una situación incómoda. Me sonríe y se aleja apurada. ¿Por qué no saludo a todos con un abrazo? Camino a mi escritorio me cruzo con uno de los programadores de Denmark. Tipo alto y flaco, anteojos y traje que le queda demasiado grande. Me saluda por mi nombre. Yo ni siquiera recuerdo el suyo pero lo abrazo para saludarlo. Me devuelve el abrazo. Siento algo de su peso en mis hombros, como si él hubiese esperado largo tiempo ese momento. Me alejo y decido que mejor me quedo con el beso en la mejilla y el estrechar la mano.
Para sentarme frente a mi escritorio tengo rodear un planta de hojas grandes, la única de todo el piso. Agacho la cabeza para evitar los estantes que cuelgan con decenas de cajas llenas de papeles. Después de sentarme, para evitar tirar de algún cable mis piernas deben permanecer inmóviles. En el escritorio sólo entran el monitor de pantalla plana, el mouse y el teclado. Antes me servía una taza de café, pero no era tan bueno como para compensar las veces que se me había caído al piso, muy cerca de donde se conectaban todos los enchufes. En una esquina del escritorio, una lámpara que compré en un negocios de ofertas, ilumina mi rincón. Cuando me olvido de encenderla o no estoy de humor para esa luz amarillenta, las personas que no saben aún de la existencia de Clack pasan frente a mí sin siquiera darse cuenta. Cuando los hacen esperar a pocos metros de mi escritorio, miro cómo se arreglan la ropa, se peinan o se suben la bragueta del pantalón. Una vez vi a una mujer desabrocharse el pantalón, meter su mano por la parte de atrás, rascarse el culo, acomodarse la bombacha y volver a cerrar todo.
(faltan un par de escenas del trabajo en sí, de cómo traduce y escribe, y la relación con sus compañeros de trabajo)
Tuesday, March 07, 2006
Esto es más que nada para asegurarme de que el blog no se llene de telarañas y polvo. No escribí nada estos días porque todavía no mudé mi computadora a mi nueva casa. Y hasta el 16 no tengo internet. Así que tomé unas vacaciones en mis vacaciones.
Una cuestión que me persigue. En mis relatos hay pocos colores. Me gustan las descripciones de luz y de sombra, de los atardeceres. Pero la sensación de color es algo que no logro transmitir. Tengo que recordar trabajar en eso cuando me siente a trabajar.
Thursday, March 02, 2006
Disculpas por no subir nada estos días. Me estuve mudando, cosa que también afecta la producción literaria. Además, mi acceso a internet es ahora algo más limitado hasta que instale alguna banda chancha en mi nuevo depto.
No escribí nada pero tengo un pensamiento que me intriga. Estoy en persecución de una chica, que sé que no amo y que tampoco me voy a enamorar, y que es recíproco. Tampoco busco sexo. Créanme, no busco sexo en este caso. Cuando se da está todo más que bien, pero no es un objetivo. Una mujer inteligente y hermosa que no me despierta deseo sexual ni me enamora. Ya me había pasado antes pero lo raro es que ahora sé eso de antemano y de todas formas la busco. Trato de verla, de encontrarla. Mi mayor deseo es dormir con ella, despertar con ella. Abrazarnos a la noche. Y sé que no me pasa nada más allá de eso. Supongo que eso también es amistad, es cariño. Es la primera vez que siento el dormir con alguien como un acto amistoso.
Lo que queda para la novela es esta búsqueda. Tal vez el protagonista quiera con esto empujar un poco más allá el vacío. Me gusta eso para la historia, que el tipo vaya encontrando otras formas de relacionarse que nunca nadie nos contó que existían. Formas que pueden parecer vacías o sin objeto en este mundo que nos toca vivir, pero que son fundamentales.
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