Se supone que cuando uno sale al espacio, cuando al fin se libera de la fuerza de gravedad, la sensación es como de una caída sin fin. O sea, pánico total.
A veces pasa que a uno le plantan una verdad en la carota, de esas verdades que destruyen algo. Algo se desvanece: un miedo. Qué bien perder un miedo, pensarán ustedes. Pero uno construyó muchas cosas sobre ese miedo, toda una casa, con sus muebles, cuadros, fotos y muchas porquerías adentro. Así que de pronto, la mecedora en donde uno estaba tan tranquilo mirando pasar la vida ya no está más. Pánico total, una caída sin fin y los manotazos que tratan de aferrarse a algo de toda aquella mentira. Pero con la verdad no hay vuelta atrás. Estás en pelotas en medio de la nada y no parás de caer. Tardás un tiempo pero, al igual que en el espacio, uno termina dándose cuenta de que no estás cayendo, sino que ya nada te pesa. Estás libre.
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