Wednesday, June 23, 2010

Frase de la noite (en realidad un piropo contado en guión):




- Mami, pará de mover así la cuna que se me despierta el nene.



Monday, June 21, 2010

Los usos al pedo:

Como estoy al pedo, me puse a pensar todos los usos de esta palabra tan volátil. Está, claro, el uso definido por cualquier diccionario: "ventosidad que se expulsa desde los intestinos por el ano". Ej: "No mientás, mirá si no te va a gustar el olor de tu propio pedo." Acá ya encontramos un primer uso derivado de la velocidad del suceso: "El otro día iba a los pedos"; "Hice todo en un pedo y salí"
Algunos diccionarios también incluyen las borracheras: el pedo melancólico, el pedo bajón, el pedo misericordioso, el pedo pa cincuenta. Este uso tiene sus derivaciones semánticas: la de improbabilidad/imposibilidad: "A esa hora no llego ni en pedo"; la de negación rotunda: "Ni en pedo te pago las cuentas".
También hay usos algo más incomprensibles: "Me cagó a pedos" (más allá de una congruencia semántica, no logro entender bien esta reprimenda escatológica) "Estar al pedo" (¿qué onda?).
Y, claro, terminamos por los usos más simpáticos, que muchas veces ocurren después de un buen pedo: "pedo de concha"; "pedo de panzas" y "pedo de pechos / de tetas" (en estos dos últimos casos se necesitan al menos dos personas para que el fenómeno ocurra y, debido a la cantidad de transpiración necesaria, suele suceder a partir del final del primero polvo y en los sucesivos (sí, tal vez "los" sea una essageración)).

Saturday, June 19, 2010






Sí, así es, el fulbo me tiene esclavizado.



Monday, June 14, 2010

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"Sábado; mediodía"


Hoy volví a la pixa. Pero no de esos regresos de preparame una pizzaiolla y me voy sino regresos de los de verdá. A ver, son las 2 de la mañana y tengo toda la heladera del pobre tano encima y mañana hoy me levanto dentro de 4 hs. De esos regresos. De los que hace tres horas que trato de irme de la pixería y no lo logro porque los vasos son mágicos: no importa cuánto ímpetu uno le ponga ni cuántas botellas llevemos tomadas, los hijoputa nunca se vacían.

Hubo frases de la noche pero no logro recordarlas. Maldita maldita sea.

Sunday, June 13, 2010

Presentación de Gendarmería en los festejos del Bicentenario de Córdoba.






Cada vez estoy más convencido:
Córdoba es el mejor país del mundo.




Saturday, June 12, 2010

Pueblo 2 (azul). Fotos.

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Thursday, June 10, 2010

Pueblo 3. Día 1.

El Paraná estaba imponente. Parecía vertical de tan orgulloso. El agua estaba alta y queriendo salirse de las orillas. Hasta los cargueros parecían aún más grandes. Avanzamos despacio, como acariciando al río. O al revés. Claro, me acabo de dar cuenta de que las caricias son relativas: tal vez la mano es la que se hace acariciar por la espalda. Decía, surcábamos (siempre quise usar este verbo) las aguas del Paraná y a cada rato aparecían pescadores en sus botes; por unos segundos, realmente pocos, quedaban perfectamente iluminados. Había que fotometrear, encuadrar y enfocar a los pedos porque al segundo siguiente, el mundo quedaba a contraluz. Rubén le gritó a uno de los pescadores que nos mostrar lo que había pescado y el tipo levantó tremendo bicho del tamaño de su torso. Creo que no llegué a sacarle la foto.
Rubén nos mostró su casa en la isla, unos canales, la escuela y el jardín de infantes. Así le sacan fotos. Daba la sensación de que quería que su isla quedara registrada de alguna forma. Yo miraba todo aquello y a Rubén y sentía que el tipo nos estaba dando la oportunidad de hacer un bien. Espero haberla aprovechado.
Volvimos al muelle cuando el sol besaba el horizonte. Nos despedimos de Rubén con la promesa de alcanzarle las fotos si alguna salía bien. Nos sentamos en la orilla a mirar los últimos minutos de sol y era la postal perfecta. Todavía me pregunto cómo hizo el río para que pudiéramos ver el atardecer.

Tuesday, June 08, 2010

Acabo de ver Checkpoint Rock, documentalazo de Fermin Muguruza. Es un documental que muestra la injusticia cometida sobre el pueblo palestino. Está contada a través de sus músicos y de su música. La película tiene una buena fotografía. Me gustó porque es sobria, sin caer en golpes bajos, sin quitarle protagonismo a los verdaderos protagonistas pero sin descuidar tampoco la estética. Tal vez éste sea el mismo mérito del director.
Toda la película es recorrida por un fantasma vivo: Mahmud Darwish. Me estoy enterando ahora que fue uno de los grandes poeta de nuestro tiempo. Al final del documental poenen un poema del tipo que es una trompada a la historia moderna. Hace una hora que lo estoy buscando sin suerte. Espero poder subirlo dentro de poco.
Mientras, les dejo un tema que aparece en el documental, es de Le Trio Joubran, está inspirado en "El jugador de dados" de Darwish y se llama "Sin tiempo para mañana"



Fear kept up with me and I continued with it
barefooted, forgetting my little memories
of what I wanted from tomorrow –
there is no time for tomorrow –


I walk / haste / run / go up / go down /
I scream / bark / howl / call / wail /
I go faster / slower / fall down / slow down / dry /
I walk / fly / see / do not see / stumble /
I become yellow / green / blue /
I split / break into tears /
I get thirsty / tired / hungry /
I fall down / get up / run / forget /
I see / do not see / remember / hear / comprehend /
I rave / hallucinate / mumble / scream /
I can not /
I groan / become insane / go astray /
I become less / more / fall down / go up / and drop /
I bleed / and I lose consciousness /



PD: éstas son las palabras sobre el final del tema, extracto del poema mencionado, y leído por el propio Darwish. Sepan disculpar que no me animé a una traducción. Acá, el poema completo.
Pueblo 3 (Otamendi). Día 1.

Encontramos otras casas, algo más precarias, escondidas entra la vegetación densa. Y, de pronto, una vía. Y una Estación Ingeniero Otamendi. Tenía toda la pinta de estar abandonada. Avanzamos despacio hacia el paso a nivel; un nene que jugaba en las vías miró a los lados, como si pudiera venir un tren, y nos hizo señas de que podíamos pasar. Lo saludamos y seguimos por esa calle que te guiaba como una buena historia. Ojalá los caminos fueran siempre así, una calle que te lleva y te lleva y uno puede ir yendo sin hacer otra cosa que dejarse llevar. Sí, ya sé, ya sé. Decía, seguimos despacio y, después de una curva, la calle terminó de convertirse en un camino que atravesaba un descampado enorme. A cada lado, un canal, y más allá pastizales que se extendían hasta el horizonte. Nuestra querida calle nos había llevado a ningún lado. Avanzamos por el camino con la esperanza de que la nada se convirtiera en algo en algún momento. El camino nos dio la oportunidad de una explanada donde podíamos girar el auto. Paramos unos minutos, V sacó unas fotos y yo me quedé recostado en el asiento mirando esa tarde preciosa. Yo tenía ganas de saber qué había al final. Me daba mucha curiosidad pero tenía toda la pinta de que ahí no había nada. Decidimos volver. Otra vez nos encontramos con el nene. Disculpame, ¿a dónde lleva el camino? Hacia el río. Al parecer, la ansiedad nos había ganado una batalla pero no íbamos a darnos por vencidos. Otra vez una media vuelta, el nene volvió a cuidarnos del tren y nosotros volvimos a la historia que no tendríamos que haber abandonado. Después de unos minutos de avanzar en línea recta empezamos a ver grupos de nenes que pescaban en los canales y entonces sí el agua marrón del Paraná y el sol radiante sobre el horizonte. ¿Íbamos a ver el atardecer sobre el río? ¿Cómo era posible si estábamos del otro lado? Estacionamos y disfrutamos un poco del paisaje. Había sólo tres construcciones y una bajada para la balsa. Las tres construcciones eran de madera y estaban alzadas sobre pilares. Una de ellas parecía un almacén y a V le dio hambre. Subimos los escalones y caminamos sobre esos tablones que sonaban a cansados. Nos atendió una mujer. Simpática ella, aunque era difícil entender lo que decía. Lo que sí entendimos fue que nada de sánguches ni ninguna otra cosa que hiciera de almuerzo. La segunda construcción estaba vacía y en la tercera había un cartel que prometía salidas en lancha pero nada de comida. Debajo del cartel, sentado en de cara al sol, había un tipo tomando mate. Cuando nos alejábamos resignados, volví a mirar al tipo. Había algo en su pachorra que me atraía. Yo quiero tomar mate ahí, le dije a V. Así que volví. Disculpame, ¿puedo subir a tomar un mate? Con la cabeza me señaló una escalera empinada. Subí. Pero qué bien. Buenas, ¿qué tal? Me llamo Maxi. Rubén. Me senté en la silla que quedaba libre. Y saqué mi propio mate. Disculpame, es que me gustan amargos. Está bien, acá todo el mundo lo toma dulce. Ese primer mate salió tan rico. Al rato subió V. Rubén se paró y le ofreció la silla en que estaba sentado. No, está bien, me siento en el banquito. No, sentate acá que tiene respaldo. Así que nosotros estábamos en las mejores sillas de la casa. ¿De dónde vienen? De capital. ¿Están paseando? Sí, y sacando fotos. ¿Puedo sacarle fotos? Asintió como diciendo claro, qué más da. A mí no, dijo un nene que apareció de la nada y a la misma velocidad se metió por una puerta, salió por una ventana y saltó tres metros a tierra firme. Charlamos un poco, tomamos mate y sacamos fotos. El tipo transmitía paz. Rubén vivía en la isla de en frente y venía a trabajar de lanchero los sábados, cuando el dueño del lugar, adventista él, estaba en la iglesia. Si quieren puedo llevarlos a dar una vuelta en lacha. De onda. ¿Quieren? Sí, claro. Así sacan fotos. Sí, dale. Una hora más o menos. Sí, vamos. Corrimos a buscar abrigos y volvimos. Rubén nos subió a una lancha que tenía tres asientos: una silla de mimbre, una silla de jardín y una caja.

Monday, June 07, 2010

Pueblo 3 (Ingeniero Otamendi). Día 1.

El plan era otro, como siempre. Primero pensé en Carlos Keen o Tomás Jofré. Además de los nombres simpáticos, me atraía la fama que tienen de buen comer. Según me dijeron, son pueblos de quinientos, seiscientos habitantes que los fines de semana se llenan con dos mil, tres mil turistas-comensales. Con algo de suerte, ya contaré acerca de un asado increíble, de una provoleta que te hace viajar y de una resaca de comida (grosas las resacas de comida) que ni te digo. Mientras, les cuento lo que pasó hoy.
Pasó que la lacreamos (del verbo lacrear: def. comportarse como una lacra). Sí, otra vez. Sí, con V. Cuando al fin logramos salir de la cama eran las dos de la tarde y recién arrancamos a las tres. Era tarde para el almuerzo de Carlitos o de Tomás, así que buscamos otro destino. ¿Qué te parece San Pedro? ¿Qué hay en San Pedro? No sé. Bueh, vamos. Cargamos cámaras y demás bártulos y enfilamos para la panamericana en un día que llamaba a mate y a tirarse bajo el sol. Anduvimos un rato nomás cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a perder la tarde en la ruta. ¿Y si vamos a Otamendi? ¿Qué hay Otamendi? No sé. Bueh, vamos. En seguida encontramos la salida de Otamendi, la colectora nos llevó a una calle y esa calle era el pueblo. Una veintena de casas se distribuían a sus lados. Seguimos por la calle con la seguridad, la esperanza segura, más bien, de que Otamendi tenía mucho más para ofrecernos. Vimos la entrada a la Reserva Natural pero esa calle que ya empezaba a convertirse en camino nos llamaba.


PD: creo que la fotografía analógica no se lleva bien con el blog.

Friday, June 04, 2010

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El Tano, sirviendo mi pixa preferida: la Pizzaiolla.
(los pibes la llaman la Guascaiolla)



Pueblo 2 (Azul). Día 3 y 4.

Sí, todos lo sabíamos: no logramos levantarnos para ir al teatro. Eran como las 2 de la mañana cuando salimos a buscar algo de comer. Entonces sí que estábamos en el horno. ¿Dónde íbamos a conseguir comida a esa hora en Azul? Dimos varias vueltas hasta que se nos ocurrió preguntar en el pool amigo. Sí, tenemos empanadas. Jooosha. Mande a marchar 3 de jamón y queso y 3 de carne. Chicos, soy X (no recuerdo el nombre de la moza). Cualquier cosa que necesiten me avisan. Pero no dejen el dinero sobre la mesa que eso acá no se acostumbra. Ta bieeen, ya entendimos. Trajeron empanadas de pollo y entibiadas al microondas. Llamamos a la moza que nos las cambió por otras empanadas un poco más frías. Bebimos sólo una cerveza y jugamos al pool en una mesa que se quedaba quietita. Tal vez por eso apestamos y tardamos montón en jugar sólo dos fichas. Volvimos pronto al hotel y nos mudamos a la única cama que quedaba sin usar.
Nos levantamos temprano para tomar el desayuno, que fue mucho mejor de lo esperado. Un café con leche y medialunas que estaban muy bien. Miramos la lluvia, que ya se había vuelto costumbre, y a los otros pasajeros. Cosa extraña: había bastante gente. ¿Dónde estaban metidos? Como somos muy inteligentes, después del desayuno y antes de partir para Buenos Aires, pasamos por la oficina de turismo. Fue ahí que nos enteramos de que hay unas cierras copadas para ver, el camping municipal, el parque municipal, la biblioteca de quijotes y demases. Ni modo, tendré que volver a Azul. Hicimos a tiempo para visitar el cementerio y el parque municipal. A la entrada del cementerio está tremendo Arcángel (creo que es un arcángel) de Salamone, con su espada y sus alas. La verdad es que sorprende. Ves alrededor las casas bajas, las calles casi vacías, la sensación de pueblo y ahí en el medio el señor Arcángel y, detrás de él, la puertota de cemento y piedra. Seguimos al parque municipal. La entrada también fue diseñada por Salamone y se nota por esa geometría monolítica y el diseño del parque es de Thays, el mismo del parque Centenario, el Jardín Botánico, las Barrancas de Belgrano, etc. Así que muy pero muy lindo. Hasta tiene un trencito, que claro que en ese momento no estaba funcionando. Sacamos varias fotos pero en ese momento ya sabía que no iba a lograr captar tantos colores. Nos despedimos de Azul y arrancamos para Buenos Aires.

Thursday, June 03, 2010

Pueblo 2. Dia 3.

Nos levantamos tarde y remoloneamos largo rato. Afuera llovía y daba mucha fiaca salir. Por suerte no tuvimos resaca. Cuando al fin ganamos la calle ya era la hora de la siesta. Otra vez el problema del almuerzo, pero encontramos una gran solución. Fuimos hasta la ruta y encontramos una de esos restaurantes para camioneros. Me encantan esos lugares: buena comida, abundante y barata, ventanas a la ruta y conversaciones que dan mucha curiosidad. La chica que nos atendió sugirió carne mechada al horno: una delicia. Carne al horno (dos pedazotes por porción), agua, café: 65 p. Nos tomamos nuestro tiempo para arrancar, se sentía bien nada más estar sentados ahí mirando la lluvia.
Enfilamos para el hipódromo. Sí, Azul tiene hipódromo y cancha de polo. Una chetada, la verdad. Decía, fuimos al hipódromo que estaba medio vacío y con todas las puertas abiertas. Sólo había un par de tipos que laburaban ahí, un caballo negro que brillaba en medio del parque y otro que pasaba de vez en cuando en bicicleta paseando cuatro galgos finitos finitos. Un manjar para nuestras cámaras: los colores del otoño brillaban con la garúa. Nos separamos, cada uno por su lado con su mirada. Yo me obsesioné con un arbolito todo amarillo. Parecía pintado ahí, sobre el mismo aire. Le saqué varias fotos pero ninguna salió bien. Cuando logré mirar hacia otro lado, me encontré solo. No estaba ni el caballo, ni el paseador de perros, ni los perros ni V. Di un par de vueltas al parque pero no pude encontrarla. Me subí al auto y di otro par de vueltas: nada. Así que me quedé ahí, esperándola. Cuando empezaba a preocuparme, apareció lo más pancha y con una sonrisa divertida. Los tipos la habían invitado a sacar fotos en el establo. Claro, ahora que lo cuento parece otra cosa. Pero no. Copado los tipos y un par de fotos quedaron muy bien. La verdad que me dio un poco de envidia. Después fuimos a la pista. Una sensación extraña eso de sentarse en la tribuna de una cancha vacía. Sobre la pista estaban las huellas de la última carrera y en ese silencio daba la sensación de que éramos los únicos que no podíamos ver ni escuchar a los caballos corriendo en ese mismo momento.
Partimos en busca del cementerio, obra de Salamone. Dimos varias vueltas sin encontrarlo. Empezaba a oscurecer y la siesta nos llamaba. Así que volvimos para el hotel con el plan de ir a alguna de las funciones de teatro de la noche.

Wednesday, June 02, 2010

Pueblo 2 (Azul). Día 2.

Mientras nos tomábamos el vino, sacamos algunas fotos y miramos los partidos que se desarrollaban en las mesas. Cosa extraña: eran todos malos. Tan malos que pensamos en hacerles partido. En la mesa más cercana había dos de esos cuarentones que pasan mucho tiempo en el gimnasio y en la cama solar. Ponían pose de entendidos pero eran horribles. ¿Les hacemos partido a esos?, dije a V. Miramos un par de pelotas más y, justo cuando nos decidíamos, liberaron otra mesa. Nos mudamos con todos nuestros bártulos: cámaras, vasos, botellas y abrigos. Jugamos un par de partidos con una mesa que a esa hora de la noche ya parecía moverse solita. No sé cuántas fichas pusimos pero el final llegó cuando hice una jugada con la que tendrían que haber cerrado el local. Tiro largo, la blanca pasa entre dos rayadas, apenas roza la negra que también esquiva una rayada y se mete en el agujero de la esquina. Zarpado. Dejamos unos billetes en la mesa, bajo un vaso, y salimos a la calle. Cuando estábamos por subir al auto, el mozo salió corriendo. Chicos, no pagaron. Te dejamos la plata sobre la mesa. Le deben haber hecho una seña de adentro porque asintió. Disculpen, es que acá no se acostumbra a hacer eso. Andá a saber de dónde pensó que éramos.
Subimos al auto y arrancamos. Puse segunda y solté el acelerador: estaba en pedo pero era conciente de mi ebriedad. Así que avanzábamos a paso de hombre, o de perro. Azul está lleno de perros callejeros, todos son grandotes y panchos. Cruzan las calles como si fueran los dueños del lugar, se tiran a dormir en medio del camino, en medio de la vereda, en medio de la iglesia. Cualquiera pensaría que nosotros somos unos fantasmas que deambulamos por sus calles.
Volvimos al hotel no sin antes dar unas vueltas hasta encontrar alguien que nos vendiera algo no alcohólico para tomar. Íbamos a agradecerlo al día siguiente.

Tuesday, June 01, 2010

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Pueblo 2 (Azul). Día 2.

Salimos en el auto en busca de nuestro hotel. Después de perdernos varias veces, preguntar en lugares que estaban llenos y otros que no nos convencían, decantamos en el Hotel Blue. Sí, el Hotel Blue, de Azul, con su cartel de neón azul. Nos atendió un tipo que parecía sacado de una road movie. El típico psicópata reprimido que guarda cabezas de muñecas maquilladas en el placard. Nos resignamos: estábamos cansados y era barato. Cada uno disponía de dos camas simples. Los bolsos volaron a las camas de sobra y nos desmayamos en las otras dos.
Claro que no logramos levantarnos para la función de teatro. Pero lo tomamos con calma: V se fue a la ducha y yo puse Elvis y me senté a escribir. Imaginen esta escena: un cuarto lúgubre de un hotel de ruta, una ventana en la que sólo se ve la lluvia que cae sobre un techo cercado por paredes, el televisor en silencio puesto en cualquier canal y Elvis de fondo. Sólo me faltaba un Jack Daniels.
Salimos derechito hacia La Trattoría para desquitarnos del desplante del almuerzo. Exquisitas rabas, pastas, Trapiche Cabernet, un agua: 120 p. L me había mandado un mensaje con un par de lugares para tomar algo. Fuimos al primero. Cobraban entrada, creo que porque toban unos tipos. Como no se nos ocurrió otra opción, entramos. Nos recibió un tipo que ofrecía tequilas. No supe distinguir (es que de tequilas no cazo uan y ya venía picado) si era un muy buen tequila o si estaba diluido. Nos sentamos a tomar la cerveza incluida en la entrada y a tratar de no escuchar una banda realmente mala. Desde la adolescencia que no escuchaba tocar tan mal. Esperamos que se armara bailongo pero la banda insistía. Así que nada de bailongo. Partimos sin rumbo fijo y dando vueltas encontramos un pool. El pool. Un galpón enorme, con cinco mesas y decorado con lo que encontraron por ahí. Dos lámparas del tamaño de una persona, armadas con vidrios de colores, colgaban del techo y le daban toda la onda al lugar. Había una rockola que también pasaba el videíto del tema y estaba puesta al taco. En fin, Margarita era un buen lugar para tomarse algo. Pedimos un vino.