Este fin de semana vi Odisea 2001 de Kubricky flashié. Ni siquiera entra en la simplificación de me gustó o no. Flashié. Y lo que debe haber sido verla por aquellos años, ni pudo imaginármelo. Esas secuencias largas y lentas, el viaje lisérgico del final, el monolito ése, la música. Todo dispuesto para que te vuele la peluca. Tantas veces la había visto por partes y no me había pasado nada. Pero este fin de semana algo quedó resonando en mi nuca y no creo que se apague por mucho, mucho tiempo.
También vi El hombre sin pasado de Kurismäki. Película finalndesa que había visto hacía tiempo en el cine pero que me encantó volver a verla. Trata de un tipo que se baja de un tren, se sienta en un banco de plaza y le dan un palazo en la cabeza. A partir de ahí pierde la memoria y empieza una nueva vida. Una vida simple que lo lleva a conocer personajes encantadores. En un momento algo de su pasado vuelve a él y esa nueva vida que se supo forjar se ve amenazada.
Lo que más me gustó, claro, es la historia. Es simple y cala profundo. Deja que la naturaleza de los personajes lleven las acciones. Y son siempre acciones llenas de comprensión y ternura. Hace que tratar a las personas como personas parezca algo muy fácil. Mientras estos personajes interactúan como pueden, se ve cómo todo el sistema de alrededor está corrupto. La fotografía es muy linda, con esa luz de países nórdicos que cae blanca y nunca vertical. Algunas escenas parecen extraídas sin más de una obra de teatro. En fin, todo muy bello.
Monday, September 28, 2009
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