El martes en el taller de Ofuro estuvimos hablando del ejercicio diario de la fotografía. La fotografía, como cualquier búsqueda, debería practicarse todos los días. Tal vez uno no puede sacar fotos todos los días (aunque no veo por qué no) pero sí puede mirar con intención. Ejercitarse, así como un músico estudia todos los días, un deportista entrena todos los días, un bailarín baila todos los días. Mirar fotográficamente todo el tiempo. Ni siquiera se necesita cámara.
Leímos un análisis de la cultura Zen que hace Octavio Paz en el libro Las sendas de Oku, de Basho. Octavio Paz colaboró en la traducción y escribió una introducción extensa para su versión en castellano (lo tengo en PDF, quien lo quiera, me escribe). Como ya alguna vez conté, en Japón, antes de la llegada de Occidente, no existía la palabra "arte". Lo más cercano era "oficio" o "camino". Es que para la cultura Zen, cualquier búsqueda de una verdad profunda, cualquier oficio o camino, podía considerarse arte. Así es como hacer arreglo florales, afilar espadas, tomar el té pueden ser considerados arte.
Hablando del teatro Nô, Dice Octavio Paz que dice Zeami: "Olvida el espectáculo y mira al Nô: olvida el Nô y mira al actor; olvida al actor y mira la idea; olvida la idea y comprenderás al Nô". La verdad profunda se encuentra debajo de todas estas capas de sentido. La verdad profunda se encuentra detrás de las fotos. Deberíamos tomarnos la fotografía como si barriéramos un salón enorme, infinito. Y barrer cada día con toda la conciencia depositada en el movimiento de la escoba. No hay un objetivo concreto, sólo barrer. El salón es infinito, barrer es inútil. Pero barrer, barrer todos los días, barrer a conciencia, barrer perfeccionando cada movimiento, puede llevarte a una comprensión más profunda. Dice Pablo Ramos que decía Isak Dinesen: "Escribir todos los días un poco, sin esperanza y sin desesperar."
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