Hoy aprendí una cosa. Pero claro, no me hizo feliz ni más grande. Sólo me recordó algo que ya sé pero de lo que no logro hacerme cargo. Resultado: sólo me siento más estúpido.
Saturday, March 31, 2007
Friday, March 30, 2007
Thursday, March 29, 2007
"Unpluggeame"
El otro día aprendí que nuestra mirada funciona con puntos de referencia. Es decir, si uno está en un bar y hace un paneo rápido, de izquierda a derecha, probablemente vea a la mesera (ese delantal que le queda tan bien), al tipo que acaba de tropezarse, la máquina de expreso, las escaleras del baño y otra vez la mesera que se cruzó toda la sala. ¿Y lo que estaba en el medio? El cerebro decide no guardar la información entre los puntos de referencia por no creerla relevante. Sería como guardar en la compu data que no sirve pa nada. Para crearnos el espacio en el que se vive, el cerebro rellena los puntos intermedios pero sin detalles. Por eso si queremos recordar algo entre los puntos de referencia, vamos a tener que volver a mirar. Durante los últimos dos siglos, gran parte de nuestros estímulos visuales fueron invadidos por la publicidad, por esa necesidad evangelizadora de querer vendernos perfumes, ropa y suegra. Esto hizo que el cerebro cambie su criterio a la hora de descartar información. Por eso las publicidades tienen que ser cada vez más llamativas para captar nuestra atención ya estupidizada de ver tanto culo y teta. No me quejo para nada del culo y la teta, pero a veces son tantos los estímulos que uno se siente acosado, agobiado, claustrofóbico.
A mí me pasa, no sé si es general, que cuando voy a un lugar donde la cantidad de estímulos forzados deciende, el espacio parece más amplio. No más grande, sólo más amplio. Supongo que es porque, con nuestro cerebro atrofiado no encontramos puntos de referencia y la distancia entre ellos es mayor.
Wednesday, March 28, 2007
Habíamos planeado una cena en cassa, a la que iban asistir seis personas por lo que preparé comida como para ocho. Nos gusta comer abundante. Mientras cocinaba curry, como era algo que tardaba su tiempo, Cele y yo, los únicos presentes hasta ese momento, nos preparamos una provoleta. La provoleta lo acompañamos con un vino. Al tiempo, llegó Gonza, marido de Cele, abrimos otro vino, hicimos dos provoletas más y seguimos esperando. Cuando estuvo la comida éramos sólo nosotros tres y no iba a venir nadie más. Servimos tres platos abundantes de arroz y curry. Estaba riquísimo, con un dejo picante que te hacía comer más. Y comimos más. El segundo plato obligó una tercera botella. Cuando terminamos el segundo plato, agarramos la olla. Bueno, para el final de la noche, entre tres personas habíamos comido arroz y curry para ocho, tres provoletas, media caja de galletas havanna (las que parecen alfajores), una caja de chocolates y cuatro botellas de vino. Cele y Gonza se fueron como pudieron. A los diez minutos sentí terrible tirón de la panza. Como si la piel fuera a desgarrarse. Supongo que algo así sienten las embarazadas. No me dolía, me tiraba. Me costaba un poco respirar y me paranoiquié. Julia, una vez nos había contado que si comés 5 kilos (creo que era esa cantidad) de lo que sea, te morís. Así que por primera vez en mi vida me forcé a vomitar. Tardé un poco porque soy bastante marica y me da impresión eso de meterme los dedos. Nunca lo había hecho, ni siquiera en momentos resacosos que me hubiese salvado la vida. Logré vomitar algo, muy poco. Pero me levanté y me sentía aliviado. Tal vez sólo había vomitado paranoia. Me tomé una hepatalgina y me fui a dormir.
Última cosa desagradable que les cuento. En la antigua Roma, las casas de los aristócratas tenían un cuarto llamado Vomitorium, donde la gente iba a vomitar para regresar aliviados y seguir con la joda.
PD: Lo sé, lo sé, la bulimia tiene que ver con la culpa y no con sentir que vas a reventar, pero no le encontré otro nombre.
Tuesday, March 27, 2007
El otro día, en una conversación surgió la expresión pérdida adquirida como mutación de gusto adquirido (la conversación era en inglés). Me encantó por la contradicción de sus partes, necesaria para crear el sentido completo. Una pérdida adquirida viene a ser algo que uno pierde pero por propio mérito, por insistencia, por estúpido. Es algo que uno se gana con esfuerzo o, mejor dicho, pierde con trabajo.
Gente querida, se me ocurrió algo. Acabo de abrir una cuenta de gmail para todos aquellos interesados en compartir boludeces: música, fotos, videos, textos, loquesea. La idea es que todos podamos subir cosas a esta cuenta y que cualquiera pueda bajárselas. Se puede subir directo o mandar un meil a la cuenta con el/los archivo/s. Si tienen ganas escriben algo, si no sale así con fitas. Por lo pronto yo voy a subir música, porque mis fotos ya están en flickr. Están todos invitados a hacer su aporte o aprovecharse del aporte de los demás.
Cuenta de gmail: marxisismo@gmail.com clave: sentarelculo
Hoy estuve todo el día sin luz eléctrica. Tuve que subir ocho pisos por una escalera iluminada sólo por la noche que entraba por las ventanas. Pero no me fastidió ni nada. Creo que hoy aprendí algo que va influir en mi vida. En una clase de fotografía me dijeron que hace dos siglos que venimos malacostumbrando al ojo. Nuestra visión tiene la capacidad de leer a la luz de la luna pero nosotros leemos sobre una pantalla que ni siquiera refleja, ilumina. ¿Hace cuánto que no hacen un giro completo con los ojos? ¿o al menos de extremo a extremo? Hace tanto que van a sentir un tirón cuando lo intenten. Por eso llegué y me dediqué a vivir con la luz de la noche. Algunas cosas se ven mejor, como si tuvieran luz propia. Comí, me tomé una copa de vino. Subí a la terraza, practiqué kung fu. Me hice un té, comí unas galletas deliciosas y me senté a leer a la luz de una vela. Lo sé, soy un adicto a la electricidad, disfruté el corte porque fue una sola noche. Pero al menos, ahora sé que también ahí tengo un refugio de paz.
Las mayoría de las fotos que tomamos ahora sólo son la representación de un instante, una ínfima fracción de segundo. Pero hay fotos que representan varios segundos o minutos, y eso es algo más que un instante, es algo de vida.
PD: recomendación, vean la foto agrandada porque tiene destalles bonitos
Monday, March 26, 2007
Ayer, mientras mi casa se inundaba porque la lluvia se empecinaba en caer horizontal, pensaba en un diluvio. Me imaginaba despertar en una lluvia permanente, toda la ciudad bajo el agua que cubre varios pisos. Hasta me fijé qué víveres tenía. No mucho, algunas latas, galletitas, chocolates, arroz, manzanas, naranjas, queso, yogurt, podría sobrevivir cuatro o cinco días. ¿El agua de una inundación es potable? No creo. De todas formas llené la pava (cosa que me sirvió porque esta mañana no salía ni una gota de la canilla). En el segundo día comenzaría el trueque con los vecinos del edificio. Supongo que lo más valioso sería la comida enlatada o en paquetes. Tal vez velas, fósforos y encendedores podrían comprar computadoras y televisores inútiles. También pensé en un sistema de cables de edificio a edificio, para que la gente y las cosas pudieran transportarse sin necesidad de botes. ¿Quién tiene botes en esta ciudad? Tal vez, al fin conocería a la mujer de abajo que, ahora que pienso, hace meses que no se queja del ruido (¿estará bien?). Practicaría kung fu en la terraza, donde también se harían fogatas comunitarias bajo el techito (tengo tanto papel pa quemar). Podría enamorarme esa chica que vive en el edificio, una que tiene una mancha de nacimiento en su mejilla y que por alguna razón la hace hermosa.
Pensé muchísimas otras cosas. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que empezara la violencia? ¿Cuánto hasta hacer un Señor de las moscas en cada edificio? ¿Cuánto hasta la Guerra de los consorcios? Y todo esto porque no había luz en casa y no podía leer ni escribir ni usar la computadora. Ah, sí pude sacar unas fotos.
Sunday, March 25, 2007
Saturday, March 24, 2007
Todos sabemos que soy estúpido y dormilón pero creo que esta vez interpreté bien la situación, ¿no?
Friday, March 23, 2007
Ayer fui al bar de carlitos (carlos calvo y saavedra). Me senté a tomar una chela y a esperar a Majo. La cerveza taba realmente helada y todo lo que había en el bar me parecía maravilloso. No se los voy a enumerar porque acá hay una foto y algunas más esperan en el link de "las fotos". El ambiente, el aire que se respiraba era increíble. Cuando llegué ya había un cliente, que se me quedó mirando. Cuando pedí una cerveza, él pidió otra. Dame una de litro, dijo casi a gritos, que seguro que Ricardo está por llegar. Y Ricardo llegó y se sentaron a la barra a tomar. Después llegó un viejito, que saludó a todos. Le sirvieron un vaso de vino de damajuana y el viejito se sentó de frente a una ventana y de espaldas a todo lo demás. Don Chicho, ¿no quiere algo de comer?, le preguntó Ricardo. No, gracias, muchachos, dijo el viejo, así estoy bien. ¿Seguro? ¿No quiere dos medialunas? Bueno, sí, dos medialunas me comería. Carlos, gritó el que no era Ricardo, te saco dos medialunas, ahora te las pago. Don Chicho comía las medialunas con una lentitud de piedra, pelaba capa tras capa de masa como si fuese una fruta. Mientras, Ricardo y el que no era Ricardo hablaban de Cien años de soledad, libro que estaba apoyado sobre la barra. Un minuto más tarde Carlos traía otro libro, se veía viejo. Fijate la fecha, dijo. 1847.
Por cierto, Majo y yo seguimos tomando cerveza toda la tarde hasta merecernos un pedo digno.
Thursday, March 22, 2007
Hace mucho tiempo que no sueño algo copado. Años. Por lo general no me acuerdo de los sueños pero a veces me despierto como si hubiese tenido una pesadilla. Hoy, al despertar, me acordaba del sueño y era algo choto. En una parte estaba en uno de esos barcos del Tigre, sólo que el tigre ahora tenía mucho de venecia mezclado con once. Y nos dejaban medio abandonados ahí y no encontrábamos la forma de volver a tierra firme. Además de que todo parecía hundirse. ¿Cómo es que yo nunca sueño con cosas maravillosas o mujeres increíbles en playas paradisíacas? Siempre me tocan aventuras llenas de conflictos, dificultades y situaciones traumáticas. Ahora que pienso, hace mucho que nadie me cuenta un sueño donde es feliz. ¿Qué onda? ¿ni siquiera en sueños?
Wednesday, March 21, 2007
A veces me da la impresión de que la onda lo es todo. La luz y el sonido están compuestos por ondas. El comportamiento dialéctico de las sociedades, ese devenir, tiene forma de onda. El movimiento pendular de la cultura tiene forma de onda. Los ríos, las olas, las mareas dibujan ondas. Nuestro organismo, el de todos los seres vivos, se comporta como un péndulo entre valores promedio. Y la histeria no es más que una onda.
Lo maravilloso de la onda es que lleva en sí misma su contradicción, su destrucción. Una onda que se enfrente a su opuesto desaparece. Si se superponen dos sonidos o luces iguales pero opuestas, el resultado es nada: silencio y oscuridad. Alguna vez se pensó que el universo era sólo una de las dos mitades de la nada. Algo así como que en el Big Bang, la nada se dividió en dos ondas: el universo y el anti universo; la materia y la anti materia; el espacio y el anti espacio; el tiempo y el anti tiempo. Si en un juego de histerias uno hace la misma acción al mismo tiempo que el otro, la histeria desaparece.
Bueno, como les decía, lo importante es tener onda.
PD: dato curioso y más que interesante acerca de los ríos. Al precer, todos los ríos del mundo tienen una relación cercana a pi (3,14159) entre la distancia de su origen y su desembocadura y el camino que recorre.
Tuesday, March 20, 2007
"Fogata de luz"
Hace un tiempo descubrí que no estoy enamorado de mi ex. Sí, la amo, pero ya no siento eso. Eso que, perdón por el cliché, se siente en la panza. No sé cómo funciona. Supongo que enamorarse tiene algo que ver con caprichos. Obsesiones, si se quiere. Suena medio feo, ¿no? Al parecer, a medida que pasan los años, mi comprensión del mundo se vuelve menos políticamente correcta. Alguno podrá verlo como pesimismo, pero no. Soy de las personas más optimistas que existen. Creo en la gente, en todas las personas, casi que soy un boludo. Además, que el amor sea un capricho no lo hace menos real, ni menos doloroso. No importa que uno se diga no seas boludo, es un capricho: uno sigue esperando llamados, revisando casillas de meil, siendo feliz si ella aparece conectada.
Monday, March 19, 2007
Bueno, ahora a enfrentar otro puto lunes.
Saturday, March 17, 2007
Sisi, amenecimos con hermoso día maotoso. Sábado para ir al parque a ver libros y sentarse en el pasto a tomarse unos mates. Disfrutar del sol y de una temperatura deliciosa. Tal vez visitar a majin, dar una vuelta en bici, leerse el diario.
Y Prepararse Para la Fiesta de esta noche.
Tu eres la suerte de todos los colores.
Thursday, March 15, 2007
Gracias a Chele, ya sé cómo resolver mi cuento del robo. Éste es una historia del personaje, la historia del robo sólo es una herramienta para que el tipo pueda encarar sus conflictos. Lo que no entendía es que no es el robo lo que tengo que contar, sino lo que el robo hace en el chabón. Elipsis, vieja.
Bueno, ahora lo único que falta es muchas horas de laburo. Pero está bien, lo que importa es que salga un buen cuento.
Wednesday, March 14, 2007
no estaba muerto
music
PD: por cierto, esto es Kaos. Alta banda.
Tengo un personaje que es gordo. Todavía vive con su vieja y, aunque nunca lo dice ni quiere que los demás lo sepan, quiere dejar de ser gordo. Cuando mira tele siempre se detiene en las publicidades de productos para adelgazar. Le pone edulcorante al café, soda y hielo al vino, trata de no comer pan. Claro que todo esto no sirve de nada porque sigue comiendo asados, facturas, tostados y demases. Se siente realmente miserable detrás de todas esas capas de grasa. El gordo no permite que nadie le diga gordo, se pone violento cuando eso pasa. Salvo con quien cree su único amigo: Beto. Al gordo le gustan muchas minas pero nunca hace nada porque piensa que lo van a rechazar por gordo. Toda su vida fue así. Hay una mina que atiende en el bar donde suele ir, tal vez va por la mina. Bueno, este gordo también es un ladrón de poca monta que lo contratan para un robo millonario. Parece ser que tiene una habilidad natural para abrir cerraduras, algo que todos sus compañeros creen poco práctico si se lo compara con una simple barra de acero. Cuando le preguntan qué va a hacer con la guita, si al fin se va a mudar de la casa de la vieja, no sabe qué contestar. Esto es parte de la clave del cuento. La idea es que el gordo nunca pudo hacerse cargo de nada. No puede hacerse cargo de que es gordo, no puede hacerse cargo de que no quiere serlo, no puede encarar ninguna mina, no puede irse de la casa de la vieja, no puede hacer lo que realmente le gusta, (parece que tiene algo de escritor) casi que no puede tomar ninguna decisión. Tal vez (todavía es algo que no logro hacer verosímil) pasó un año en cana por robar algo, ahí conoció a beto y también se dio cuenta de que la cárcel era la excusa perfecta. En la cárcel no hay que hacerse cargo de nada porque se está en la cárcel. A pesar de que la pasa mal, no tiene que enfrentarse a todos sus miedos. Aunque él mismo no lo sabe, el gordo roba para que alguna vez lo atrapen. Ve en este robo una situación en la que no puede perder. Si sale bien, piensa comprar con dinero toda la seguridad que no logra con sus propias decisiones. Si lo atrapan, tendrá la excusa perfecta.
Lo terminan atrapando cuando al fin logra quebrar uno de sus miedos.
Bueno, visto así parece que el argumento funciona, pero el cuento no termina de convencerme. Puta madre. Principalmente porque no logro contar bien la frustración del gordo, el pánico y la parálisis que le provoca su no hacerse cargo. Además, como tiene que ser, el tipo no habla de esto, casi que ni se permite pensarlo. Así es difícil contar algo.
¿Se acuerdan que una vez les dije que íbamos a hablar de Stolen Car de Bruce Springsteen? Bueno, la clave del cuento surge de este tema donde el protagonista sale todas las noches a dar una vuleta en un auto robado para que lo atrapen y poder salir así de su vida, que cree miserable.
stolen car
Tuesday, March 13, 2007
No me gané el concurso de Knorr Suiza. Mi cuento del cocinero no ha convencido al jurado así que acá se los dejo. El primer premio lo sacó el compañero Hernán Vanoli. A pesar de que Vanoli escribe muy bien y de que estoy que seguro de que creó un cuento de la puta madre, me carcome una envidia jugosa. Todos esperamos que el compañero nos compense (porque seguro que algo nos debe) con una alta fiesta de bebidas espirituosas.
Felicidades Vanoli. Aunque ahora te odio, estoy contento de que te lo hayas ganado.
Peperoncino
Cuando cruzaba el hall central de Constitución, sonó el celular con un mensaje: ¿Nos vemos?, preguntaba Nati. Miré el reloj de la estación, ya no tenía tiempo. Estoy muy cerca de su casa, me dije, tal vez puedo pasar unos minutos. Seguí hasta los andenes mientras pensaba que hacía mucho que no visitaba a papá. La última vez había sido en su cumpleaños, hacía más de seis meses. Aquel día había cocinado carne seca a la olla. Qué negro que es, ¿no? fue todo lo que dijo papá de la comida que me había tomado dos horas preparar.
A medida que avanzaba por las calles de Temperley, el olor a tilo me ahogaba de recuerdos que había guardado en mi estómago. Al poco tiempo de la muerte de mamá, comencé con un juego que duraría años. Cuando papá no podía verme, cubría su comida de todo tipo de condimentos, a veces incluso dejaba caer basura en sus platos. La última vez que le hice una broma así ya iba a la secundaria. Por un amigo conseguí el ají más picante que haya probado. Esa misma noche, papá y yo discutimos, tal vez provoqué aquella pelea a propósito. Cuando terminamos de comer, vi cómo se le hinchaba la cara, se laceraban los labios y salía un sarpullido alrededor de su boca. La lengua palpitante también sangraba, con lo que apenas podía hablar. Llamé al médico después de recibir un golpe pesado en la mejilla, el único que me dio papá en toda la vida.
Con una sensación parecida a la acidez, consideré llamarlo para decirle que no podía ir; inventar cualquier excusa y después ver a Nati; cocinar para alguien con quien compartir la comida. En la semana, arreglo para el sábado que viene en algún café de Adrogué, me decía. Busqué el celular en la mochila pero al final saqué uno de los frascos de plástico, el que contenía hojas de menta. Quité la tapa, respiré profundo varias veces y entré al supermercado para hacer las compras del almuerzo.
Al fin llegué a la pequeña pared de piedra cubierta por la Enamorada del muro, la planta de mamá. Toqué timbre; el jardín parecía más seco, aunque con la misma rueda colgada del árbol. Papá abrió la puerta. El único pelo que conservaba era blanco, tenía la espalda encorvada y sus pasos parecían dolorosos. Hola, hijo. Hola, pa. Abrió la reja. Pasá, pasá, que este sol me está matando. Avancé por el jardín hasta la casa y tuve que esperar que papá llegara a la puerta. Cuando subió el escalón, pensé que se iba a caer para atrás. Estiré mi brazo pero en un instante recuperó el equilibrio. Miró mi mano extendida, estuvo a punto de decir algo pero, sin siquiera rozarme, pasó a mi lado.
Lo seguí por la oscuridad de la casa, entre cajas, papeles, lámparas rotas y esqueletos de cosas imposibles de identificar. Por la puerta del comedor brillaba el televisor encendido. ¿Cómo salió Temperley?, pregunté. Perdimos, dos a cero, dijo, vamos a tener que esperar el próximo campeonato. Durante años, habíamos visto en aquel televisor todos los partidos que se transmitían de Temperley. Podía recordar goles, pases, jugadas pero todas esas imágenes se me mezclaban como si hubiesen pasado en una sola tarde. A poco de terminar la secundaria, con papá nos sentamos para ver un partido que podía significar el ascenso. ¿Qué vas a hacer el año que viene?, dijo mientras cobraban una falta en contra. Era la primera vez que me preguntaba algo así. Nuestras conversaciones que no trataban de fútbol se limitaban a monosílabos. Todavía no sé, dije sin dejar de mirar el televisor. Hacé lo que quieras, dijo, pero en lo que hagas tenés que ser el mejor. Cambié el partido por un canal de música. Él se puso de pie y se fue a su cuarto sin decirme nada. ¿Y vos en qué sos el mejor, viejo?, dije en voz baja.
La cocina estaba impecable. Recién ahora me daba cuenta de que era el lugar más luminoso de la casa y tal vez el más grande. Dejé las bolsas y la mochila sobre la mesa. ¿Mirta todavía viene a limpiar?, pregunté. La mesada brillaba y no había ni un vaso sucio en la pileta. No, ¿para qué?, si a mí me sobra el tiempo, dijo papá. ¿Y vos cómo te arreglás?, preguntó, ¿o limpia esa chica? ¿Cómo se llamaba? No, ella no limpia, me apuré a contestar. Una mujer viene una vez por semana. Claro, dijo. Saqué los ingredientes de la bolsa, los cuchillos, la chaira, el delantal, la gorra y algunas especias de la mochila.
Papá salió de la cocina, esquivaba bultos como si fuesen los muebles que siempre estuvieron en la casa. Busqué el celular para mandar un mensaje a Nati: Hola. ¿Qué hacés hoy a la tarde? Con algo de suerte, para las cuatro ya estaría libre. Me lavé las manos, busqué la tabla, algunos recipientes y tres ollas: una chica, una mediana y una grande. Papá volvió con una botella en la mano. El otro día pasé por un almacén y compré este vino, dijo. Aquel vino, tal vez el primero que compraba en su vida, era el mismo que yo había traído para su cumpleaños.
Afilé mi cuchillo con la chaira y corté el queso en cubos, serví aceitunas negras en un plato, junto a tomates cherry con sal, pimienta, un poco de orégano y otro poco de aceite de oliva. Abrí la botella y busqué dos copas. Mientras hacía todo esto, papá buscó sus anteojos y el diario. ¿Esto es todo lo que vamos a comer?, dijo mientras se acomodaba frente a la mesa, mejor pidamos pizza. En silencio, serví las dos copas de vino, comí queso, una aceituna y dos tomates. Lo miré hasta que volvió su vista al diario. Esperá unos minutos antes de probar el vino, dije. Me puse el delantal y la gorra, saqué la harina de la bolsa y volqué tres cuartos del paquete sobre la mesada. ¿Todavía usás esa gorra?, dijo papá. Hay una historia famosa del gorro de cocinero, dije. Sabía que le gustaban esos relatos. Él bajó el diario y me miró por encima de los anteojos. Había un cocinero francés, un tal Carême, que en una época trabajaba en la corte. Un día se paseaba por el palacio, cuando el rey se cruzó con él. Carême no se detuvo ni se quitó el gorro. Enseguida, el rey preguntó a su guardia quién era aquel insolente. El cocinero, mi señor, dijo el guardia. Ah, bien, dijo el rey. Papá sonrió. El cocinero no se quita el gorro por nadie, dije. ¿Te acordás cuando te regalé esa gorra?, preguntó papá. Bebí un buen sorbo de vino y empecé a cocinar.
Hice un pequeño hueco en la montaña de harina para dejar caer un poco de agua. Mezclé hasta que ya no sentí humedad y repetí el proceso. ¿Seguís en el mismo boliche?, preguntó papá. Sí, en el mismo restaurante, dije. ¿Y cuándo pensás cambiar?, dijo, ese lugar no te conviene. ¿Y vos cómo sabés?, me dije. Papá hizo ese sonido con la lengua que tanto me molestaba y regresó a su diario. En quince minutos tuve listos los cuatro bollos de masa. Puse agua a calentar en la olla mediana, agregué los tomates para que fuese más fácil pelarlos y busqué el palo de amasar pero no encontré ninguno. ¿Tenés palo de amasar?, pregunté. Papá negó con la cabeza. ¿Una botella de vidrio?, insistí. Se detuvo a pensar unos segundos. Sí, una botella tengo, dijo. Otra vez salió de la cocina, esquivó los bultos y se perdió en la oscuridad de la casa. Me lavé las manos y busqué el celular para mandar un mensaje a Nati: Quiero verte. En dos horas podía estar en Constitución. Tal vez en menos. Papá regresó con el diario en una mano y, en la otra, la botella de vino que habíamos tomado en su cumpleaños. Le di la espalda y lavé la botella sin poder dejar de sonreír.
El olor que surgía cuando cortaba los fideos me hacía recordar a mamá. Tal vez era lo único que recordaba de ella. Su imagen, su rostro siempre era inventado, formado a través de las fotos y de las cosas que papá me contaba. Pero estaba seguro que aquel olor era algo mío, algo que habíamos compartido. ¿Mamá amasó pasta alguna vez?, pregunté sin dejar de mirar el cuchillo y la tabla. El sonido de las hojas de diario sobre la mesa y las patas de los anteojos que se cerraban contra los cristales. Sí, dijo papá, todos los domingos. Eras muy chico, dijo, no pensé que te acordaras.
En la olla más grande, puse a calentar agua con unos granos de sal. Terminé de cortar los fideos, lavé el cuchillo con agua fría, y saqué del fuego la olla con los tomates. Piqué media cabeza de ajo, de vez en cuando el filo rozaba mis uñas, agregué tres peperoncinos y sal. Puse toda la mezcla en la olla chica con aceite de oliva y encendí el fuego de otra hornalla. ¿Por qué te gusta cocinar?, preguntó papá y estuve a punto de cortarme pelando un tomate. Antes de responder, terminé de pelar el resto; el jugo se escurría entre mis manos; otra piel, más blanda, se descubría con cada uno de mis movimientos. Cuando giraba para mirarlo comprendí que hacía mucho que quería hacerme esa pregunta. Cocinar es lo único en lo que logro ser sincero, dije y era la primera vez que lo decía en voz alta. Me volví para picar tomates; mi estómago se vació de todo. Pensé que era por otra cosa, dijo papá para sí. Mientras la salsa se cocinaba junto con los ajos y el peperoncino, lavé la tabla y el cuchillo, limpié la mesada y me senté a la mesa.
Tomé lo que quedaba de vino y me serví otra copa. Papá también bebió un sorbo mientras miraba los frascos de plástico. ¿Sentís la diferencia entre el vino y el agua?, dije cuando ya me arrepentía de haber preguntado. Claro que sí, dijo. Entonces algo sentís. Nos miramos pero ninguno encontró la forma de escapar. Sí, algo siento, dijo. Saqué todos los frascos de especias de la mochila, los ordené por intensidad y sabor y serví un vaso de agua mientras papá no dejaba de observar cada uno de mis movimientos. Cuando vio todo dispuesto frente a él, agarró el diario y sus anteojos para ponerse de pie. El sonido de la silla contra el piso golpeó junto con la voz de papá. No me vengas con boludeces, dijo y salió de la cocina.
Respiré profundo pero sin sentir ningún olor. Miré la Enamorada del muro que, tal vez por la brisa que corría en ese momento, se aferraba a la pared del jardín con una obstinación violenta. Terminé la copa de vino y lavé algunas hojas de albahaca que agregué a la salsa. Me voy, pensé. Guardé el cuchillo y la chaira en la mochila. Miré por la puerta pero sólo veía la sombra de aquellos bultos inmóviles. Me lavé las manos, me quité el delantal y la gorra. Miré otra vez hacia el pasillo: papá se acercaba despacio. El celular sonó con un mensaje. Que coma solo, yo ya cociné, me decía mientras agarraba la mochila para buscar el celular. Papá entró en la cocina. ¿Cómo se llama esto que le pusiste a la salsa?, preguntó mientras señalaba el primer frasco de la fila. Peperoncino, dije, es un ají italiano. Solté la mochila; me miró un segundo y se sentó a la mesa. Me senté frente a él y corté un peperoncino en mitades. Papá miró su mitad, la tomó y la hizo girar entre sus dedos para sentir la textura. Al fin se la llevó a la boca. Es picante, ¿no?, dijo después de masticarlo por unos segundos con los ojos cerrados. Sí, muy picante, dije. Tomé un sorbo de vino. Sonó tu celular, dijo al tiempo que señalaba la mochila con la cabeza y sostenía el frasco de peperoncino frente a sus ojos. Nada importante, dije, puse el paquete de Hércules en el medio de la fila de especias y abrí el siguiente frasco.
Monday, March 12, 2007
No sé bien qué mierda espera uno con el paso de los cumpleaños. ¿Estar mejor que el año pasado? ¿Ser mejor? ¿Madurar? Ser mejor, claro. Pero ¿ser mejor en qué? ¿ser mejor qué? No siento estar mejor ni ser mejor que hace unos años. Ahora saco mejores fotos, practico mejor kung fu, cocino mejor y ya no se me ocurre nada más; soy más conciente de todas las cosas de las que no me hago cargo pero eso sólo me hace sentir peor; tal vez soy un poquito peor persona pero soy más yo; me siento más solo a pesar de saberme más cerca de todos.
En el último tiempo aprendí a ser más yo pero es un yo que cada vez me gusta menos. ¿Eso es madurar? ¿es ser mejor?
Cuanto más soy más me alejo de quien quiero ser.
Sunday, March 11, 2007
Saturday, March 10, 2007
Todavía en bariloche, estoy comiendo y bebiendo como un hijoputa. De a poco surge un pequeño embarazo del que voy a tener que hacerme cargo cuando vuelva, además de los laburos que pospuse.
Tengo la cámara saco fotos pero como no traje el cargador la estoy usando como si fuese analógica. Nada de sacar muchas y después elegir, nada de mirarlas al toque: I´m back to the basics.
Lo sé, lo sé, me extrañan. No se preocupen, ya vuelvo. Vayan pensando qué hacemo pa mi cumple, que tengo ganas de pachanguear.
Wednesday, March 07, 2007
Tuesday, March 06, 2007
boda en londres
shima uta, the boom
shima uta, casero
Monday, March 05, 2007
Les dejo dos videos de reggaeton pa que sepan de qué estoy hablando.
Atrévete de Calle 13
y esta negra que me dejó dando vueltas en ocho dimensiones.
Sunday, March 04, 2007
- Y la ternura no sirve - dije buscando una confirmación.
- No, no sirve - dijo.
Friday, March 02, 2007
Soy feliz.
El primer día casi matoso en muuucho tiempo.
METAAALLL
Les dejo B.Y.O.B. de Syste of a Down.
BYOB
Por alguna razón ese tema no se escucha bien, así que les dejo otro metalero: Libertango de Piazzolla.
libertango
PD: Siempre que escucho este tema me dan ganas de salir corriendo por la noche de Av Correintes.
Thursday, March 01, 2007
¿Por qué la gente es tan sorda? Uno dice "te amo", así con todas las letras (gestos, charlas, cenas, sonrisas, perdones, favores e intentos de telepatía), casi como si lo dijera en voz alta. Pero no, a la gente se le da por hacerse la sorda. Ya nos vamos a cansar de ser tan pelotudos y vamos a dejar de gritar si nadie nos escucha.
Dejo un tema que sumará un tatuaje de "bala" a mi historial, pero no me importa. Una rosa es una rosa de Mecano. Sí, me gusta un tema de Mecano, ¿y?
Una rosa es una rosa
PD: no termino de entender el pasador, así que les dejo el link.
Cuando terminó de gritar al policía para que le disparara a otra persona por la espalda, el pibe tomó otro sorbo de su coca y siguió caminando. Qué lindo el mundo, eh.