Tuesday, February 10, 2009
Sí, lo sé, vivimos en una sociedad paranoica. No me molestaría tanto si no fuera porque mi familia es extremista. La casa de mis viejos tiene tanto enrejado que podríamos abastecer de acero por un par de años a China. Esto sin contar a dos perros enormes, que por cierto sólo saben vigilar su propia comida. Para entrar o sacar la camioneta del garage tienen todo un operativo comando; si mis viejos se van de viaje y queda mi hermana sola en la casa organizan la agenda de todos para que alguien más cuide los flancos y la retaguardia; si hay alguien tomando una birra en la esquina o fumando un porro en un escalón, eso ya es el colmo de la inseguirdad. Aclaro que no sólo son mis viejos, mis hermanos aportan con sus miradas y oídos agudos, sus conjeturas acerca del pobre tipo que pasa por en frente, sobre los pobres tipos que vienen a laburar a la obra de al lado. Porque encima ahora están construyendo y se llena de obreros, ¿viste? No sé qué mierda les pasa. No sé si todo esto es para tener algo de qué hablar, para sentir alguna emoción de vez en cuando, aunque sea paranoia.
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