Pueblo 5. Colón. Día 1, 2 y 3. (sí, me colgué y no subí nada del pueblo 4: San Pedro).
El sábado temprano arrancamos para Colón. Vic quería manejar así que aproveché para sacar fotos en el camino. Había una luz preciosa, es que justo nos tocó uno de esos días en el que pasa un rebaño de nubes, lento y pesado, pero que deja pasar los rayos de sol. Saqué muchas fotos, demasiadas, tal vez. Fuimos por la 9 hasta zárate para cruzar el puente. Me gusta ese puente. Me gustan los puentes. Hay algo de volar en un puente, creo yo. O de bailar, que viene a ser la misma cosa. Bueh, decía, íbamos por el puente. Cada tanto le pedía a vic que acelerara, o que frenara para alejarse de un camión, que a derecha, que a izquierda y así. Espero que alguna foto haya salido bien. Después de cruzar a Entre Ríos, a ella le tocó cebar y a mí manejar. Esto hizo que fuéramos más lento porque cada dos por tres veía un claro iluminado por dios y tenía que parar en la banquina para sacar fotos. Llegamos a Colón, que está más lejos y es más grande de lo que pensaba. Por suerte encontramos un depto para alquilar el finde lejos del centro y frente al río. Eso sí, íbamos a tener que ahorrar en todo lo demás. Llamamos, nos dieron las indicaciones para llegar y antes de que nos bajáramos del auto ya estaba la mujer para atendenos. Una copada, la verdad. Nos decía todo el tiempo gurises y eso me compró. El depto estaba copado, con una ventana al rio y todo. Lo único malo, y que íbamos a padecer todo el fin de seana, eran los putos boyscouts que estaba en el camping vecino.
Salimos a dar una vuelta en auto. Es lindo Colón. Hay algo en las ciudades turísticas del interior pensadas para el interior que me gusta. Después vamos los porteños y lo arruinamos todo. Pero por suerte, es algo que sobrevive, como una deadencia pintoresca o algo así. Hay varios de los que alguna vez fueron barcos, durmiendo sobre la playa, mucha gente pescando y muchos pero muchos motorhomes. Siempre quise tener uno. Uno de esos viejos, pintado de varios colores, que bien podrían haber sido en su juventú un 168 o cualquier otro bondi.
Después de la siesta, partimos en busca de nuestra cena. No pdíamos comer afuera porque habíamos invertido demasiado en el techo. Quise hacer pescado pero, cosa rara, no había pescadería abierta. Salió carne al horno con papas. Cuando nos acostamos nos dimos escuchamos los primeros gritos de al lado. DFSNSDFANDFSAN?, gritaba alguien y veinte pendejos gritaban SERVIR. Y después todos juntos VIVA LA PATRIA, VIVA. Entonces nos dimos cuenta de que íbamos a tener que convivir con unos protonazis todo el fin de semana.
Al día siguiente, los protonazis nos despertaron a las 8 de la matina. Seguían gritando igualito que la noche anterior. Tuvimos que usar la mañana para recuperar parte del sueño. Después, salimos a caminar y se nos ocurrió hacer hamburguesas en una de las tantas parrillas públicas que tiene la ciudad sobre la orilla. En lo que no pensé fue en que no teniamos diario ni en el viento hijoputa que soplaba. Por suerte, gracias a mi ingenio poderosísimo logré hacer el fuego. La hamburguesas estuvieron bien pero como siempre disfruté mucho más de hacer el fuego que de comer lo cocinado. Pasaos por la entrada de las termas pero ni pensamos en entrar. A mí la verdá que no me entusiasma mucho la idea de meterme en una pileta de agua caliente con otras 50 personas. Vimos un atardecer increíble y volvimos a la casa a ver un documental acerca de Herzog: Herzog se come su zapato. Se trata de una charla que da herzog después de que Errol Morris logra filmar y presentar su película "Puertas al cielo". Al parecer herzog había prometido que se iba a comer su zapato si Morris hacía su peli y fue a cumplir su promesa. Claro que lo que tiene de interesante el documental es el personaje Herzog, que a lo largo de la charla se comiendo el zapato de a trocitos. Ese tipo me hace sentir vergüenza de mí mismo. Lo miro siempre tan verdadero que me da culpa y tristeza toda la mentira en la que vivo.
A la noche, nos despertamos después de una siesta y nos dimos cuenta de que era media noche. Por suerte encontramos un lugar que tenía la cocina abierta. Dos supremas con guarnición, dos aguas, propina: 60 p. Después fuimos a buscar un descampado para hacer fotos nocturnas con el trípode y nos cruzamos con varios autos que se sacudían solitos entre las sombras y otros tantos que daban vueltas en busca de una sombra propia. Sacamos varias fotos de las estrellas cayendo sobre la orilla uruguaya. Veremos qué sale. Las fotos nocturnas me gustan por eso. Uno deja la cámara abierta ahí en espera que el universo haga lo suyo.
Dormimos tres horas y media y nos despertamos para el amanecer. Alto amanecer. El sol salía detrás del río y la luz que se reflejaba en el agua iluminaba las cosas desde abajo.
Volvimos a la cama pero con un paquete de facturas y una cremona que estaba muy bien. Los hijoputa de los protonazis seguía gritando. Me puse a ver por la ventana y disinguí al nazi heho y derecho que los dirigía. No sé por qué tengo el prejuicio de que esos tipos tienen sus perversiones Pero no de las qe todos tenemos, sino de esas mala onda. Y el gordito bigotón éste encajaba perfecto en mi prejuicio. Así que los odié bastante mientras trataba de dormir. SERVIR SERVIR SERVIR.
Al mediodía encaramos para capital. En un momento, vimos un camión que se tiraba encima de un auto. El auto, a 110 km/h tuvo que meterse en la banquina para zafar por poco. Y yo pensaba, a ese tipo hay que cagarlo a trompadas. Y pensaba, si el del auto logra frenarlo y lo baja para pegarle, yo me prendo. Y pensaba, cómo mierda se hace para frenar a un camión de esos? Hasta que vic me dijo que el tipo podía decirle a la gente de gendarmería de más adelante para que lo pare. Y, claro, a mí nunca se me ocurren esas cosas.
Al rato nos dimos cuenta de que la nafta no iba a alanzar para llegar buenos aires y tal vez no alcanzaba para cruzar a zárate. A mí me subió un poco la adrenalina pensar que no nos alcanzaba la nafta, que podíamos quedarnos a mitad de puente con el auto parado. Como le pasó a Kramer, para los que veían Seinfield. Pero justo encontramos una estación antes de subir al primer puente y la mirada de Vic, de "te mato si no parás en ésta", hizo que cargara nafta. Volvíamos por la panamericana y ya empezaba a sentir el bajón de domingo por la noche, aunque fuera lunes.
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