Cuando era chico (y no tanto) solía escaparme del colegio o de cualquier otra obligación para ir a jugar a los fichines. Había uno en Canning y Corrientes que estaba atendido por un chino y que era muy barato: 8 fichas por un peso. En aquella época era aún más adicto que ahora. Podía levantarme un sábado temprano para ir cuando abrían y muchas veces llegué a estar antes que el dueño, ahí parado con la persiana todavía baja. Y entonces era yo quien encendía las máquinas de los juegos que quería jugar. A pesar de que todas las máquinas eran iguales, podía distinguir los juegos por la posición que ocupaban en el local. Ahí me quedaba todo el día, diez, doce horas o las que fueran hasta que se me acabara la plata. ¿Que si comía? A veces iba a una pizzería que había cerca, comía dos porciones apurado y regresaba a mi adicción. Por lo general jugaba a los de fulbo y al street fighter. Era muy bueno en el street fighter.
Después, la birra me enseñó otros caminos.
PD: desafío a quien sea a jugar un Street Fighter. Al dos, porque los otros no llegué a jugarlos. Me gustaba ese que tiraba la bola en zig zag.
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3 comments:
Yo era buena en el Mortal Combat. Muy terapéutico!
Qué, y te enamoraste de Chunlí? O solo la querías para matarla? Pero como nosotros los kami siempre reviven. La pucha.
Estaba en Camargo y Corrientes, no Canning y Corrientes :D
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