Día 10
“Estoy en un bar de Purmamarca, por la ventana enorme se impone uno de los cerros que abrazan esta ciudad, acaban de suspender el River-Boca por lluvia y en este lugar hay un sol que deja cicatrices. No se me pasa la rotura, tengo el estómago estropeado y algo de mareo. Creo que se me pasó la fiebre El pueblo parece lindo, algo más cheto que Humahuaca pero no tanto. Quiero averiguar acerca de una excursión a las salinas. No tengo ganas de ir con los remiseros. Son medio como una mafia del pueblo. Me acaban de contar que si uno intenta poner su propio negocio de excursiones, te vienen a apurar. A apunar. Vísteme despacio que estoy apunado.”
“Paro en la casa de un tipo, Hugo, se llama. Es de lo más copado, contagia una paz que te lleva como una gran marea lenta. Hablamos poco, se la pasa tocando la guitarra, la batería o la quena, mientras yo estoy acá sentado. Saco una foto de vez en cuando y escribo esto, pero más que nada estoy sentado mirando los cerros. Al tipo se le nota una sabiduría profunda. Esa sabiduría que sólo te lo puede dar haber pasado por muchas cosas.”
“Hugo era bailarín de folklore hasta que se rompió un tendón. Se lo rompió cruzando un río, con una nena a los hombros. Se engancho el pie entre dos piedras y empezó a caerse para atrás. Para no aplastar a la nena, giró sobre la rodilla y se cortó el tendón. Dice que mientras estaba ahí tirado sobre las piedras pensó en una historia china. La historia cuenta así: un gran maestro tenía de discípulo a un actor afamado que se la pasaba de juerga. Una de las noches que su discípulo se ausentó su maestro lo siguió y vio cómo iba de fiesta en fiesta, de mujer en mujer. Hasta que en un momento una de esas mujeres, después de cogérselo, lo dejó moribundo junto a un río. El maestro supo que no tenía que mover a su discípulo, así que empezó a construirle una casa a su alrededor. Hizo ahí mismo los ladrillos y trabajó sin descanso hasta hacerle un techo. Otra cosa que me contó Hugo, que esa misma noche, en la casa de una amiga, estaba sentado en el piso y sintió un alivio enorme. Dice que ahí se dio cuenta que durante mucho tiempo había bailado en busca de reconocimiento, en lugar de por la búsqueda misma. Claro que lo dijo con otras palabras, otras mucho mejores.”
“La coherencia te da fuerzas, dice Hugo. Hoy anduve caminando largo rato. Me desperté antes del amanecer y me fui al cerro colorado. Fue un paseo increíble. La luz era maravillosa y creo que saqué buenas fotos. Anduve todo el tiempo acompañado de unas nubes, pero iban casi a mi lado, como grandes perros blancos.”
“Al final tuve que irme con los remiseros. Para la excursión teníamos que ser por lo menos 4 y estaba yo solo. Y eso que anduve preguntando a ver si alguien quería venir, pero nada. En fin. Igual, no estuvo nada mal. Justo me tomé la última traffic que subía a las salinas y pude ver el atardecer a más de cuatro mil metros de altura. Y la verdad que se siente distinto eso de estar tan cerca del cielo. Eso sí, me cagué de frío. Las salinas tienen una luz maravillosa. Es que uno puede ver al sol bajar hasta casi la altura de los pies, a la misma altura por donde andan las nubes.”
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