Ayer, con V fuimos a ver La playa de Agnes de Agnès Varda. Me conmovió. Esa señora es pura magia. La película es una especie de documental que recorre toda su vida y su obra. Y es una vida larga y una obra que parece reproducirse sola. Al terminar la película, la sensación que me quedó fue: "Contame lo que quieras que te creo todo" Es que Varda es real. Tan real que a veces miraba por sobre mi hombro para ver si no estaba sentada ahí, cagándose de risa con nosotros. Tan genuina que no importa si es en una foto, en una película o en sólo tres palabras juntas, siempre te está mostrando su alma, tu alma. Y creo que ahí está la clave de todo: dice yo pero quiere decir nosotros.
Se supone que los artistas tienen egos enormes, que necesitan de esos egos para desarrollar su oficio, que no sé qué. Pero los cineastas, fotógrafos, escritores, músicos que más me gustan son esos que me demuestran que yo no existo, que él no existe y que sólo existimos nosotros.
Agnès Varda logra eso. Te abraza con su película y no te suelta hasta que te das cuenta de que claro, que es obvio, que somos uno y entonces te dan ganas de abrazar.
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