Llueve:
Monday, August 31, 2009
Sunday, August 30, 2009
Saturday, August 29, 2009
Acabo de ver Taxi Driver de Scorsese. Qué peliculón, por dios. No la había visto antes y tal vez mejor, no estoy seguro de que la hubiera disfrutado tanto como en esta tarde noche. Me pareció maravilosa en toda su concepción. La historia no tiene fisuras; el personaje es genial y la interpretación de De Niro da cátedra; la fotografía está muy bien resuelta, con todos esos planos dentro del auto, jugando todo el tiempo con el espejo retrovisor; lo único que me hinchó las pelotas un poco es la música, que está siempre presente, demasiado (entiendo que sea un personaje más en esta obra pero en lo personal me cansó un poco). Quiero hacerles una pregunta acerca del final, así que los que no la vieron, ya saben.
Cuando lleva a Betsy en la última escena y la deja en su casa (por cierto, qué bien manejado está ese cambio en la relación, después de que travis se hizo famoso), algo llama la atención de Travis y mira por el espejo retrovisor. ¿Qué es lo que ve? ¿Qué significa eso? No creo que sea Betsy, no funca en esta historia y este personaje. Pero no se me ocurre qué puede ser.
Escena increíble pa que disfruten. Con ustedes, el maestro Robert De Niro:
Thursday, August 27, 2009
Sin haberse dado cuenta de cuándo se afeitó, cuándo se había puesto esa corbata que odiaba y cuándo había agarrado dos monedas de cincuenta y una de veinticinco, Martín empezó a caminar. Eran los primeros días de septiembre pero ya hacía calor. El sol, que semanas atrás veía recién arriba del bondi, se filtraba por entre los árboles. Sentía la transpiración empujando por debajo de la piel, como si todo su cuerpo estuviera a punto de llorar. El semáforo lo dejó parado bajo el sol; miró la vereda de enfrente, todavía en sombras. Si cruzaba iba a tener que volver a cruzar, sólo faltaban cuatro cuadras y esos metros innecesarios significaban tal vez el diez por ciento del recorrido. Todavía faltaban cuatro cuadras. Miró el semáforo en rojo, miró el sol, los zapatos lustrosos y sintió cómo una gota bajaba por su espalda. Cruzó hacia la vereda en sombras. Oyó el bocinazo del colectivo, vio la mano del chofer, los dedos todos juntos hacia arriba con su movimiento de vaivén; pensó en levantar la mano en señal de disculpa pero siguió camino sin apurar el paso. Llegó al otro lado, a la sombra. Miró atrás y toda aquella luz ahora le quemaba los ojos. Cruzó la otra calle y caminó despacio. A las tres cuadras vio su colectivo pasar de largo. Miró la vereda asqueada de sol y dejó caer al piso las monedas.
Monday, August 24, 2009
Ayer vi Los 400 golpes de Truffaut y me encantó. Me gustó mucho la historia, que parece ser autobiográfica, y la fotografía acompaña muy bien. Volviendo a lo anterior, hay un par de escenas que podrían justificar toda la película. Es más, hay una, que queda medio descolgada en la historia pero, muy bien por truffaut, igual funciona en el recorrido emocional que te propone la película. En un momento ellos van de la mano con una nenita camino a un teatro de títeres. La nenita no sé de dónde sale, porque ni el protagonista ni su amigo tienen hermanas. Ahí truffaut dedica un par de minutos a la cara de los chicos que están viendo la obra. Y es maravilloso, todo el plano cubierto de caras de asombro y felicidad. Es como si el mismo tipo te dijera: ¿cómo fue que perdiste eso?
La historia tiene una estructura simple que funciona de lo más bien. Un adolscente que la tiene difícil en la casa y en la escuela va cayendo cada vez más, según los valores de una sociedad más que cuestionable, mientras busca su forma de libertad. En fin, linda película.
Sunday, August 23, 2009
Cosa extraña: siempre que leo algo parecido a algo que podría haber escrito yo, me hace sospechar. Sospecho que es facilista, que es un engaño. Claro, la conclusión primera es: sospecho que lo que escribo es facilista. Un engaño. Sí, suelo pensar eso de lo que escribo. Pero muy de vez en cuando me sale escribir bien. Tengo la esperanza de que esas pocas líneas justifiquen toda la otra mierda.
Friday, August 21, 2009
Tengo que decirlo. Por dios que duele pero tengo que decirlo. Así va a ser mejor. Sí, coraje, carajo.
No me gustó Hapworth 16, 1924 de Salinger. Ahí está, lo dije. Igual duele.
Cierto es que la traducción que pensé que no era mala del todo era mala sobre todo. Pero, por una vez, no es culpa de la traducción. Tal vez por algo Salinger no quiso publicarlo en un principio. Es que en realidad no es una novela. No quiero catalogarlo, en realidad. Es la carta de Seymour Glass a su familia, mientras él está de campamento. Una carta que deambula por todas y cada una de las cosas que piensa este personaje (entrañable, por cierto). Parece uno de esos anexos que uno escribe para conocer mejor a su personaje, donde surgen intimidades, pensamientos, anécdotas. Pero no son historias propiamente dichas y por eso no suelen publicarse. Y creo que Salinger tenía razón cuando decidió no ponerlo entre tapas y que sólo quedara la versión que ya había salido en un diario.
Pensaba extenderme pero prefiero dejarlo acá.
Tuesday, August 18, 2009
Estoy feliz. Encontré una novelita de Salinger que ni siquiera sabía que existía: Hapworth 16 - 1924. La publicaron a fines de los ´60 en un diario yanqui pero nunca vio la luz como libro. La tengo en español y la traducción no es del todo mala. Si alguien quere el archivo, me avisa. Yo vuelvo con Seymour Glass.
Monday, August 17, 2009
Veamos, vamos a resumir mi fin de semana:
- el viernes, en la despedida de solteros de sancho y vix me escabié hasta lograr el milagro de la amnesia, que me está salvando de recordar episodios poco gratos. Hasta ayer todos me preguntaban si estaba bien, si había sorevivido, si reccodaba algo.
- el sábado nunca terminé de salir de la borrachera y ya estaba otra vez en la pizzería, festejando el cumpleaños de mi querido Leo.
- el domingo leí algo de Vila-Matas vi a del Potro perder contra Murray y a la noche fui al cumpleaños de mi querida Paula, en el bar de Carlitos. Bailoteamos mucho, bebí poco, sentí durante toda la noche una punzada en la nuca.
- hoy me desperté dispuesto a almorzar con J y P y merendar con Stn pero al mediodía el departamento de mi hermano, que estaba de viaje, se estaba incendiando. Sí, prendiendo fuego. Y descubrí que una casa incendiada no se ve negra; se pinta de blanco y negro, pasando por todos los grises. Todo queda doblado y líquido, pero suspendido como en una pintura de Dalí. Me dieron ganas de sacar fotos pero por suerte me contuve.
Así las cosas. Creo que me conviene irme a dormir temprano.
Friday, August 14, 2009
Thursday, August 13, 2009
Acabo de terminar Mujeres de Bukowski y no me parece un buen libro. Sí, está eso por debajo que está bien pero tal vez debería haber sido un cuento. Aunque me parece que en un cuento tampoco hubiese funcionado. Es que eso-que-no-sé-qué-es-pero-que-es-interesante está apoyado en la repetición, como en un mantra donde la oración en sí no tiene mucho sentido sino decirla infinidad de veces hasta que logra llevarte a alguna parte. De todas formas, el libro pierde mucho cuando el protagonista expresa su autocompación, antes de llamar a la mujer con la que termina quedándose pa pedirle consejo. Todos habíamos entendido ya, no hacía falta explicarlo, al menos no de esa manera. En fin. No creo que vaya a leer otro libro de Bukowski.
Nunca me gustó Bukowski pero el otro día decidí darle otra oportunidad. Tal vez porque lectores que respeto me dijeron que les gustaba o porque es uno de los pocos libros que saqué de las cajas o porque alguna vez leí que el ídolo de Bukowski era Fante. Y Fante es groso. Lo cierto es que estoy leyendo Mujeres y no me gusta. Es un embole, la verdad. Más o menos es esto: cojo, escabio, cojo, escabio, escabio, leo, cojo, escabio, escabio, escribo, cojo, escabio. Pero tengo que reconocerle que hay algo en esa caída desaforada. No sé bien qué es. Tal vez eso, la sensación de caída, de un alejamiento hacia abajo, lento y desaforado al mismo tiempo. Sigo leyendo porque quiero saber qué mierda es eso que estoy percibiendo, aunque hace cien páginas que ya sé de qué va cada capítulo porque son todos iguales. Lo que sí, ayer, cuando me aburrí por tercera vez, tuve que abrir una botella de vino.
Monday, August 10, 2009
Ayer vi Tokyo!, una película que cuenta tres historias de tres directores: Gondry, Carax y Bong Joon-ho. Está bastante buena. No es uuhhhh qué gran obra de arte pero entretiene con altura.
La primera cuenta la historia de una pareja joven que llega a la gran ciudad a instalarse. Se quedan en la casa diminuta (posta que son así de chiquitas) de una amiga hasta que encuentren un lugar, pero les resulta muy difícil. Él encuentra laburo y hace sus cosas y ella no encuentra nada y empieza a sentirse una inútil. Hasta que un día, su cuerpo empieza a convertirse en una silla. Y se convierte en una silla nomás.
La segunda trata del Monstruo de la alcantarilla. Un tipo que vive en las cuevas bajo Tokyo se la pasa matando gente y comiendo crisantemos, creo, y billetes. Nadie entiende su dioma salvo otras dos personas en el mundo, una de ellas su abogado. Al tiipo lo condenan a la horca y él simplemente dice No quiero. No cree que no sea culpable, sólo dice no quiero. Ésta es la que menos me gustó porque la historia es un poco débil. El supuesto protagonista no se enfrenta a ningún momento decisivo, sólo va como flotando por la existencia. Sí, se enfrenta a la muerte, pero él no duda, no aprende, no cambia, no nada.
La tercera trata de un hikikomori, una persona que se encierra en su propia casa. Es un fenómeno que tuvo repercusión hace pocos años en Japón. Gente que no logra relacionarse con el resto del mundo, retroceden paso a paso en sus actividades sociales hasta que terminan encerrándose. Y este tipo lleva diez años así, hasta que llega una chica, la que le trae la pizza, y se enamora. La chica se va y el tipo desespera, necesita salir a verla. Claro que entonces tiene que luchar contra su demonio. Al final sale y se da cuenta de que en esos años, todos en tokyo se convirtieron en hikikomori. En ésta me gusta la fotografía que pasa de planos oscuros dentro de la casa a estallidos de luz cuando logra salir.
La primera cuenta la historia de una pareja joven que llega a la gran ciudad a instalarse. Se quedan en la casa diminuta (posta que son así de chiquitas) de una amiga hasta que encuentren un lugar, pero les resulta muy difícil. Él encuentra laburo y hace sus cosas y ella no encuentra nada y empieza a sentirse una inútil. Hasta que un día, su cuerpo empieza a convertirse en una silla. Y se convierte en una silla nomás.
La segunda trata del Monstruo de la alcantarilla. Un tipo que vive en las cuevas bajo Tokyo se la pasa matando gente y comiendo crisantemos, creo, y billetes. Nadie entiende su dioma salvo otras dos personas en el mundo, una de ellas su abogado. Al tiipo lo condenan a la horca y él simplemente dice No quiero. No cree que no sea culpable, sólo dice no quiero. Ésta es la que menos me gustó porque la historia es un poco débil. El supuesto protagonista no se enfrenta a ningún momento decisivo, sólo va como flotando por la existencia. Sí, se enfrenta a la muerte, pero él no duda, no aprende, no cambia, no nada.
La tercera trata de un hikikomori, una persona que se encierra en su propia casa. Es un fenómeno que tuvo repercusión hace pocos años en Japón. Gente que no logra relacionarse con el resto del mundo, retroceden paso a paso en sus actividades sociales hasta que terminan encerrándose. Y este tipo lleva diez años así, hasta que llega una chica, la que le trae la pizza, y se enamora. La chica se va y el tipo desespera, necesita salir a verla. Claro que entonces tiene que luchar contra su demonio. Al final sale y se da cuenta de que en esos años, todos en tokyo se convirtieron en hikikomori. En ésta me gusta la fotografía que pasa de planos oscuros dentro de la casa a estallidos de luz cuando logra salir.
Friday, August 07, 2009
Ayer vi El lector de Daldry, basada en el libro de mismo nombre de Schlink, y me pareció maravillosa. Saber o no el final es lo de menos, así que les cuento la trama: es la historia de la relación de un pibe, Michael, de dieciséis y una mina, Hanna, de treinta y pico en la alemania de posguerra. Se la pasan cogiendo y él, leyéndole en voz alta. La relación termina y él la vuelve a encontrar varios años después en los juicios contra nazis, ella como acusada. Y cuando a ella la condenan de por vida porque su vegüenza supera su necesidad de defenderse, él le manda cintas grabadas de todo libro que encuentra a la cárcel pero no vuelve a verla.
La película me gustó por varias cosas:
La fotografía, a cargo de la dupla Deakins/Menges es hermosa. Luces muy delicadas; una paleta de pocos colores pero en todas las gamas, desde el casi negro a estallidos; pinceladas precisas de luz. En fin, escenas a las que me hubiese encantado sacarle fotos.
La actuación. Kate Winslet la rompe.
La historia. Logran algo muy groso, muestran a la humanidad en zonas del espectro que son complicadas. Se meten con un tema difícil de abordar, como es el nazismo, sin caer en sólo lo políticamente correcto. La película es políticamente correcta pero la historia no gira en torno a eso. Te conmueven, con un personaje que fue una hija de puta, porque comprendés que ese personaje nunca dejó de ser humano, algo con lo que siempre podés identificarte. Hanna es juzgada culpable por una masacre y condenada a cárcel de por vida y nadie duda, ni la protagonista, de que deba ser así. Al final, Michael le pregunta si había pensado o aprendido algo en los años de encierro y la mina dice: "¿Qué importa si aprendí algo o no, si pensé algo o no? Los muertos siguen muertos. " Y al final final de todo, cuando el tipo le lleva la lata de Hanna con los ahorros de toda su vida a la hija de la única sobreviviente de la masacre, la mina dice que no puede aceptar el dinero porque sería como perdonarla pero acepta la lata, que era muy parecida a una que ella había tenido de chica antes de que la llevaran al campo de concentración.
Bueh, creo que no se etendió nada. Pero mejor. Así la ven.
Wednesday, August 05, 2009
Ayer iba en el subte y se subieron cuatro ciegos, dos parejas, todos de las manos. Uno de los tipos, que medía como dos metros, apoyó su mano justo sobre mi cabeza. Viajaban los cuatro parados muy juntos y todavía de la mano y hablaban de no sé qué archivos de dos gigas que tuvieron que comprimir, de lo que iban a cocinar anoche, los otros iban a pedir delivery, de los usb y de no sé qué otras cosas. Tengo que reconocer que me sorprendió que esa parte de sus vidas fuera tan parecida a la mía. Me sorprendió porque no ven. Hago esta aclaración por lo que viene ahora:
El otro día me contaron que había unos fotógrafos ciegos que se habían hecho fama. Y parecía joda, como el personaje que aparece al final de Pecker, de John waters, pero no, no era chiste aunque hiciera gracia. Estuve viendo en la net y las fotos sacadas por ciegos parecen iguales a las de cualquier fotógrafo. Como si alguien más, un no ciego, les ayudara en el oficio. Y así no tiene sentido. Una vez vi a un ciego sentir la luz (creo que ya lo conté). Un viejito iba caminando con su bastón y, cuando dejó la sombra que proyectaba un edificio y se internó en la esquina de sol, se frenó, juntó las manos y miró hacia arriba. Supongo que sentía el calor pero seguro también sentía otras cosas. De alguien que no ve, espero fotos que no podría ni haber imaginado, encuadres locos, fuera de foco, texturas, líneas, volumen, no sé. Pero seguro que no quiero ver otra flor más, ni otro pajarito más, ni nada de eso.
Tuesday, August 04, 2009
Acabo de terminar de leer La aventura de un fotógrafo en la plata de Bioy. Lo empecé hace un par de días y después de haber avanzado unas setenta páginas me di cuenta de que ya lo había leído. Por suerte, la historia era otra. Tan diferentes fueron, que esta vez el libro me dejó con ganas de llorar. Claro que no logro llorar y todo queda en una sensación como de estornudo que nunca sale, como cuando me decís achís achís achís. Pero en este caso se me quedó atracado en los huesos.
Monday, August 03, 2009
La verdad que me da por las bolas esa estética publicitaria que está avanzando sobre la fotografía. Parece que toda imagen, sea una mina en bolas, un pibe en el altiplano o un perro atropellado, tiene que verse como si fuese para una publicidad. Y así, la mayoría de la fotografía que puede encontrarse huele a plástico berreta. Ya sé, ya sé, en todos los ámbitos el plástico avanza sobre la realidad, pero eso no quiere decir que vaya a dejar de darme bronca.
Sunday, August 02, 2009
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