Tuesday, November 30, 2010

El otro día vi Barton Fink, de los Coen. Me pareció un peliculón. Jhon Tunturro y John Goodman geniales y un guión de una extrañeza maravillosa. Me quedé con esa sensación que te dejan las películas de lynch pero con la diferencia de que en este caso entendí lo que pasaba. O creí entender, al menos.

Para los que no la vieron, dejen de leer.


Me encanta la relación que construyen barton y el gordo, que no recuerdo el nombre del personaje. Es que parecen no entenderse del todo y aún así ser los únicos con los que en realidad pueden comunicarse. Barton, con todo su aire intelectual dice que quiere contar las historias de los hombres comunes, pero nunca deja hablar al gordo mientras que el gordo lo mira siempre como de lejos, como viendo al artista. A pesar de estas distancias, se necesitan, hasta diría que se tienen afecto.

También me encanta cómo la historia primero te lleva tranquilo por acontecimientos que pueden digerirse con facilidad y de pronto, tupá, te planta una mina con un guraco en el estómago. Y después, tupá, te planta una caja misteriosa. Y tupá, te planta tremendo incendio. Y otra vez tupá, te planta un cuadro (¿o foto?) en la realidad presente del protagonista. O planta al espectador en la foto (¿o cuadro?). "¿Trabajás en cine?", pregunta Barton a la chica. "No seas tonto", dice la chica. Y así te hace dudar de que todo lo anterior haya sido la realidad. Y así te deja: medio turuleco.

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