Monday, August 23, 2010

Fotos que me gustan:



El otro dìa fui a ver una adaptación de Marisé Monteiro a teatro de El Principito, de Saint Exupéry. La puesta era en el Planetario y la verdad que estaba muy bien. Ahora, cuando terminó y bajábamos por las escaleras no tenía otra sensación más que asco. Es que en esta obra, no recuerdo si era así en el libro, el mensaje que deja la historia es que amar es domesticar. Que su rosa es especial porque él la domesticó. Como la obra es medio musical, hay una cancioncita que dice todo el tiempo "domesticame, domesticame" que te queda rebotando en el cerebro. Todo esto sumado a la rosa que tiene medio encerrada en su planeta (mse, para cuidarla), a los árboles Baobabs, o algo así, que hay cortar de raíz antes de que se vuelvan un problema y al final, cuando El Principito finalmente pide una correa para el cordero que le había dibujado. Todo el mensaje facho cierra a la perfección.


Por favor, díganme que no era así en el libro.

Friday, August 20, 2010

Pueblo 5. Colón.





Tuesday, August 17, 2010

Pueblo 5. Colón. Día 1, 2 y 3. (sí, me colgué y no subí nada del pueblo 4: San Pedro).

El sábado temprano arrancamos para Colón. Vic quería manejar así que aproveché para sacar fotos en el camino. Había una luz preciosa, es que justo nos tocó uno de esos días en el que pasa un rebaño de nubes, lento y pesado, pero que deja pasar los rayos de sol. Saqué muchas fotos, demasiadas, tal vez. Fuimos por la 9 hasta zárate para cruzar el puente. Me gusta ese puente. Me gustan los puentes. Hay algo de volar en un puente, creo yo. O de bailar, que viene a ser la misma cosa. Bueh, decía, íbamos por el puente. Cada tanto le pedía a vic que acelerara, o que frenara para alejarse de un camión, que a derecha, que a izquierda y así. Espero que alguna foto haya salido bien. Después de cruzar a Entre Ríos, a ella le tocó cebar y a mí manejar. Esto hizo que fuéramos más lento porque cada dos por tres veía un claro iluminado por dios y tenía que parar en la banquina para sacar fotos. Llegamos a Colón, que está más lejos y es más grande de lo que pensaba. Por suerte encontramos un depto para alquilar el finde lejos del centro y frente al río. Eso sí, íbamos a tener que ahorrar en todo lo demás. Llamamos, nos dieron las indicaciones para llegar y antes de que nos bajáramos del auto ya estaba la mujer para atendenos. Una copada, la verdad. Nos decía todo el tiempo gurises y eso me compró. El depto estaba copado, con una ventana al rio y todo. Lo único malo, y que íbamos a padecer todo el fin de seana, eran los putos boyscouts que estaba en el camping vecino.

Salimos a dar una vuelta en auto. Es lindo Colón. Hay algo en las ciudades turísticas del interior pensadas para el interior que me gusta. Después vamos los porteños y lo arruinamos todo. Pero por suerte, es algo que sobrevive, como una deadencia pintoresca o algo así. Hay varios de los que alguna vez fueron barcos, durmiendo sobre la playa, mucha gente pescando y muchos pero muchos motorhomes. Siempre quise tener uno. Uno de esos viejos, pintado de varios colores, que bien podrían haber sido en su juventú un 168 o cualquier otro bondi.

Después de la siesta, partimos en busca de nuestra cena. No pdíamos comer afuera porque habíamos invertido demasiado en el techo. Quise hacer pescado pero, cosa rara, no había pescadería abierta. Salió carne al horno con papas. Cuando nos acostamos nos dimos escuchamos los primeros gritos de al lado. DFSNSDFANDFSAN?, gritaba alguien y veinte pendejos gritaban SERVIR. Y después todos juntos VIVA LA PATRIA, VIVA. Entonces nos dimos cuenta de que íbamos a tener que convivir con unos protonazis todo el fin de semana.

Al día siguiente, los protonazis nos despertaron a las 8 de la matina. Seguían gritando igualito que la noche anterior. Tuvimos que usar la mañana para recuperar parte del sueño. Después, salimos a caminar y se nos ocurrió hacer hamburguesas en una de las tantas parrillas públicas que tiene la ciudad sobre la orilla. En lo que no pensé fue en que no teniamos diario ni en el viento hijoputa que soplaba. Por suerte, gracias a mi ingenio poderosísimo logré hacer el fuego. La hamburguesas estuvieron bien pero como siempre disfruté mucho más de hacer el fuego que de comer lo cocinado. Pasaos por la entrada de las termas pero ni pensamos en entrar. A mí la verdá que no me entusiasma mucho la idea de meterme en una pileta de agua caliente con otras 50 personas. Vimos un atardecer increíble y volvimos a la casa a ver un documental acerca de Herzog: Herzog se come su zapato. Se trata de una charla que da herzog después de que Errol Morris logra filmar y presentar su película "Puertas al cielo". Al parecer herzog había prometido que se iba a comer su zapato si Morris hacía su peli y fue a cumplir su promesa. Claro que lo que tiene de interesante el documental es el personaje Herzog, que a lo largo de la charla se comiendo el zapato de a trocitos. Ese tipo me hace sentir vergüenza de mí mismo. Lo miro siempre tan verdadero que me da culpa y tristeza toda la mentira en la que vivo.

A la noche, nos despertamos después de una siesta y nos dimos cuenta de que era media noche. Por suerte encontramos un lugar que tenía la cocina abierta. Dos supremas con guarnición, dos aguas, propina: 60 p. Después fuimos a buscar un descampado para hacer fotos nocturnas con el trípode y nos cruzamos con varios autos que se sacudían solitos entre las sombras y otros tantos que daban vueltas en busca de una sombra propia. Sacamos varias fotos de las estrellas cayendo sobre la orilla uruguaya. Veremos qué sale. Las fotos nocturnas me gustan por eso. Uno deja la cámara abierta ahí en espera que el universo haga lo suyo.

Dormimos tres horas y media y nos despertamos para el amanecer. Alto amanecer. El sol salía detrás del río y la luz que se reflejaba en el agua iluminaba las cosas desde abajo.

Volvimos a la cama pero con un paquete de facturas y una cremona que estaba muy bien. Los hijoputa de los protonazis seguía gritando. Me puse a ver por la ventana y disinguí al nazi heho y derecho que los dirigía. No sé por qué tengo el prejuicio de que esos tipos tienen sus perversiones Pero no de las qe todos tenemos, sino de esas mala onda. Y el gordito bigotón éste encajaba perfecto en mi prejuicio. Así que los odié bastante mientras trataba de dormir. SERVIR SERVIR SERVIR.

Al mediodía encaramos para capital. En un momento, vimos un camión que se tiraba encima de un auto. El auto, a 110 km/h tuvo que meterse en la banquina para zafar por poco. Y yo pensaba, a ese tipo hay que cagarlo a trompadas. Y pensaba, si el del auto logra frenarlo y lo baja para pegarle, yo me prendo. Y pensaba, cómo mierda se hace para frenar a un camión de esos? Hasta que vic me dijo que el tipo podía decirle a la gente de gendarmería de más adelante para que lo pare. Y, claro, a mí nunca se me ocurren esas cosas.

Al rato nos dimos cuenta de que la nafta no iba a alanzar para llegar buenos aires y tal vez no alcanzaba para cruzar a zárate. A mí me subió un poco la adrenalina pensar que no nos alcanzaba la nafta, que podíamos quedarnos a mitad de puente con el auto parado. Como le pasó a Kramer, para los que veían Seinfield. Pero justo encontramos una estación antes de subir al primer puente y la mirada de Vic, de "te mato si no parás en ésta", hizo que cargara nafta. Volvíamos por la panamericana y ya empezaba a sentir el bajón de domingo por la noche, aunque fuera lunes.

Thursday, August 12, 2010

Ayer estaba en la clase de Ueno, disfrutando lo que veíamos y escuchando al tipo. Decía muchas cosas que ya había escuchado de otros maestros que tuve pero más que nada decía cosas con las que me sentía totalmente identificado: formas de sentir la fotografía. Ahora, lo que me dejó pensando fue si realmente hay algo que se transmite genéticamente. Para los que no sabían, los dos tenemos sangre japonesa. Decía, algo, no los genes en sí, sino una escencia que te recorre y que es así nomás. Igual pienso en mis viejos y creo que no sienten el arte como yo lo siento. No sé. Tal vez sí otras cosas. No lo sé realmente.
Decía, escuché a ueno y salí de la clase como me pasa cuando leo un buen libro o veo una buena película: con ganas de ver, de escuchar, de sentir. Saqué algunas fotos antes de llegar a mi taller de guión y un par camino a casa. Me gusta sacar fotos. Diría que me gusta más sacar fotos que ver mis fotos. O son dos cosas que vivo de forma totalmente separada. No encuentro relación entre ellas. Es que al sacar fotos veo la magia de las cosas. Eso me pasa. A veces lo puedo capturar y a veces no, pero sí lo estoy viendo. Lo mismo pasa al escribir. Cuando escribo diría que no estoy creando nada sino estoy comprendiendo, y esa comprensión me hace percibir, una vez más, la magia de las cosas. Ahí está: para mí crear es percibir.
Por la magia de las cosas, kampai.
Recién volvía de una ronda de quehaceres barriales (sacar plata (por fin me pusieron en blanco), ir a la panadería francesa (por cierto, me atendió una francesa encantadora) pasar por la mercería (sí, la mercería), ir al super chino (las cosas de siempre y un benjamín cabernet) y buscar la ropa al lavadero) y mientras caminaba lleno de una felicidad estúpida (en realidad, estúpido yo siendo que la felicidad me llega así de fácil la aprovecho pocas veces) decía, desbordado por esta felicidad caminaba acompañado por el viento que me daba un aventón (nunca mejor usada esta palabra) para que mis pasos fueran más livianos. Y así, casi flotando, me di cuenta de que unas hojas secas me acompañaban, como una manada de cachorritos que te siguen moviendo la cola. A veces se apuraban para adelantarse pero en seguida frenaban para esperarme.
No sé si todos esto tendrá que ver con que ayer empecé el curso de Guillermo Ueno. Vimos un documental de ceramistas japoneses, fotos polaroid bellísimas de Tarkovsky y un videíto de Caldini.
O tal vez tiene que ver con que por primera vez en mucho tiempo parece que estoy construyendo algo, algo distinto a un castillo de naipes.
Me gustan estas casualidades.

Monday, August 09, 2010

Cada día al volver del trabajo, Sergio le dedicaba cuatro horas y cuarenta y cinco minutos a Camila. Camila era una muñeca de madera de un metro sesenta y cinco. Claro que al principio era sólo tornillos, tuercas, pintura y telas, pero a lo largo de los años, de a poco, todo eso fue convirtiéndose en mujer. Cada día Sergio agregaba pelos, o los quitaba, ponía canas o las pintaba, maquillaba o le lavaba la cara. Era un marido muy atento que percibía el estado anímico de Camila. A medida de que a Sergio le fueron saliendo arrugas, se dio cuenta de que también a su mujer, aunque el cuidado con cremas atenuaba el paso del tiempo. Al principio no le molestaron pero le daba un poco de rabia que ella se hubiese dejado estar. Cualquiera hubiese dicho que Camila se veía muy joven para la edad que tenía pero, aún así, Sergio se encontró un día mirando a una de las secretarias de la oficina, cosa que nunca le había pasado desde que había conocido a su mujer. Empezó a reducir las horas que le dedicaba a Camila, a veces con la excusa de ir a hacer compras, o reuniones con los compañeros de trabajo. De a poco, fue odiándola en secreto. Siempre tan condescendiente, ella; siempre tan correcta. Pero Sergio sabía la verdad. Sabía que todo lo hacía por complacerlo mientras, en el fondo, lo despreciaba. Pensó en dejarla, en seguir su vida sin Camila, tal vez con la secretaria. Pero el odio era mucho más grande que eso. Así que un buen día, volvió a su casa con un bidón de kerosene y la llamó con dulzura. Camila no respondió. Volvió a llamarla pero nada. La llamó a los gritos. La buscó en la cocina, en el cuarto, en el baño hasta que al fin se dirigió al armario. Cuando abrió la puerta sólo encontró una nota. La leyó con atención. Y la repitió en voz alta. Quiso llorar pero supo que era imposible. Sin prisa pero con la seguridad que tienen las cosas, se encerró dentro del armario.

Friday, August 06, 2010

Cuando era chico tenía un amigo con el que iba a los fichines, más que nada a jugar al flipper del Star Wars. Jugábamos uno de cada lado, por lo general yo manejaba la paleta derecha y él la izquierda. Éramos buenos realmente, nos sabíamos todas las jugadas y hasta nos hacíamos pases. Podíamos sacar dos o tres créditos por cada ficha. Cuando no teníamos plata, salíamos a andar en bicicleta: él usaba la de su hermana y yo la de él. Dábamos vueltas por un parque enorme que tiene un puente sobre la avenida. Me acuerdo que, sin cambios, me costaba subir al puente. Y también me acuerdo de la sensación de que iba a abandonar a mitad de camino y de la satisfacción de llegar hasta arriba. Algunas veces, pocas en realidad, tiramos las bicis al pasto y nos sentamos a charlar. Hablábamos de cualquier boludez. Y también hablábamos de chicas. Una vez me contó que le gustaba Julia. Que se moría de amor por Julia. Pero que estaba seguro de que Julia nunca le iba a dar bola. A mí también me parecía que no le iba a dar bola Así que no le dije que estaba equivocado sino que me pasaba lo mismo con Leti. Y era la primera vez que le contaba algo así a alguien. Era la primera vez que podía mostrar mis miedos y se sentía como bajar de aquel puente, sin ninguna necesidad de pedalear.
Dos meses después de esa conversación, mi amigo encaró a Juli. No sé qué le dijo pero ellos nunca salieron ni nada. Yo a Leti nunca le dije nada. De a poco dejamos de vernos con mi amigo. Él empezó a verse con otras personas, empezó a fumar y a salir a lugares a los que yo no iba. Ya no nos juntábamos a jugar al Star Wars. Me habían traicionado.
Un día mi amigo se acercó y no había forma de que pudiera evitarlo. Me preguntó por qué ya no le hablaba. Porque empezaste a fumar, me apuré a decirle. Y mientras lo decía me escondí con la cabeza bien en alto, traté de sostener su mirada apilando la mayor cantidad de estupidez posible. Quería decirle tantas cosas, contarle del miedo que tenía a tanta soledad, del miedo a que Leti se burlara, de lo lejos que sentía la cima del puente. Pero tanta estupidez me cubrió la boca y él se alejó sin pedir más explicaciones. Entonces entendí que el traidor había sido yo.

Tuesday, August 03, 2010

He visto mucho porno en mi vida. Ya les conté de la primera porno que vi y ahora vamos a seguir en esa temática. Hace algunos años trabajaba en multicanal, en el callcenter. Mi horario iba de medianoche a seis de la mañana. Sí, horario choto pero que me dio tiempo para leer, para escribir y para ver mucho porno. Hasta que entré a ese trabajo, mis únicos accesos a la pornografía habían sido las películas que alquilábamos en la adolescencia y las otras codificadas, que había que moverse de arriba abajo y de izquierda a derecha para entender algo. Pero multicanal me mostró todo un mundo. En ese horario sólo trabajábamos cinco: tres hombres, uno de treinta y tantos y dos de veintitantos y dos mujeres, una de veinti y pocos y otra de treinta y pocos . No nunca pasó nada Y ahora que lo pienso eso sí que es extraño. Bueh, supongo que los cuatro éramos bastante raritos. Decía, llegábamos, laburábamos un par de horas hasta que todos los clientes se iban a dormir y entonces nos quedaba toda la noche para nosotros. Claro que siempre estaban esos llamados molestos, por lo general alguien reclamando por el porno que no estaban pudiendo ver. Porque, básicamente, ésa era la razón de nuestro trabajo: la pornografía que se desplegaba codificada a lo largo de esas seis horas. En la sala donde trabajábamos había seis televisores, dos de los cuales estaban siempre en Playboytv y en Venus. Otra de nuestras funciones era controlar que la señal estuviera saliendo bien. Así que durante dos años y medio de mi vida, vi seis (o doce) horas de porno diaria. Claro que a los pocos meses ya ni me llamaban la atención. Porque ni siquiera era que pasaban cosas raras ni nada. Venus era el conservadurismo del porno y Playboy no era ni siquiera porno sino pura histeria que se quedaba a mitad de camino. Ah sí, no sólo saco fotos y escribo, también puedo hacer crítica cinematográfica. A veces, cuando no había nada más que ver en lo otros canales, nos sentábamos a comentar la transmisión. Eso sí, en voz baja y con la tele muda, porque había que respetar a los que estaban durmiendo. Las mujeres que trabajan conmigo, siempre se ufanaban de que lo que tenían en casa era mucho más grande que la de Rocco (andá a saber) y nosotros calificábamos los petes en escalas de uno al diez. Pero la verdad que los petes de las pornos pocas veces superan el 7. Se hablaba bastante de sexo (sí, aún así, nunca pasó nada entre nosotros), era uno de nuestros temas principales, pero el tema más recurrente eran las relaciones de pareja. En ese tiempo andaba medio casado, vivía con mi ex y teníamos una vida de pareja. Claro que cada noche después de cenar, yo salía a mirar horas y horas de porno y sólo llegaba a casa a las siete de la mañana, un par de horas antes de que ella entrara a su trabajo.
En fin, ya me olvidé qué era lo que quería contar.

Monday, August 02, 2010

- ¿Y ahora doctor? ¿Qué va a ser con tanto tiempo libre?
- No lo sé con certeza. Pero vamos a ver qué nos depara la birra.