Saturday, August 16, 2008

Otro párrafo del cuento:

Después de ver setenta y ocho departamentos, encontraron en el número setenta y nueve, dos ambientes, planta baja, a una cuadra de Plaza Cortázar, un lugar donde vivir juntos. Al principio comieron sobre una gran caja de cartón, orgullo de Demian, que soñaba con ser artista, siempre imaginado en buhardillas de París. Pero Andrea no tardó en desalojar la caja que ya había ganado varias manchas de comida y una pendiente hacia el centro. Los ecos del departamento fueron silenciándose con una mesa, sillas, la biblioteca, fotos tomadas por Demian, que comenzaba a ser un buen fotógrafo. De a poco aquel hogar se convertía en el refugio donde él descubrió cómo ser feliz y donde ella se permitió estar triste. Andrea, cada vez más sombría, el pelo cada vez más corto, lloraba por las noches tras sábanas y dientes apretados. Ahora, frente a su taza de café, Demian miraba a la gente cruzar Rivadavia mientras pensaba que en aquel tiempo no había sabido comprender que las personas no siempre están listas para ser felices. Sonó el timbre. Subo, dijo Andrea. Hacía tiempo que tenía llave de la puerta de calle. Le había quedado de una vez, años después de haberse separado, en que había tenido que mudarse de su departamento. Demian debió insistirle para que aceptara quedarse en su casa unas semanas. Hasta que encuentres algo. Durante aquellos días vivieron como si nunca hubiese habido un corte. Cocinaban, comían y a veces, aunque nunca volvieron a coger, dormían abrazados. Bailaban cada noche, recibieron varias quejas de la vecina de abajo. Andrea dejó de contestar los llamados de Diego y Demian, escudado por un helado de chocolate amargo y menta granizada, le dijo a Alejandra que era mejor que ya no lo intentaran. Andrea rescató dos plantas que agonizaban en un rincón oscuro y les hizo lugar en la biblioteca. De pronto, Demian nunca supo cómo ni cuando, había cinco plantas con macetas nuevas en la biblioteca de su sala y era como si siempre hubiesen estado ahí. O, más bien, esto pensaba mientras oía el ruido del ascensor que acercaba a Andrea, como si fuese una obviedad del destino.

2 comments:

Anonymous said...

Eso de buhardilla de Paris en un lugar bastante común, vomitelo...

Mata said...

a: sí, se supone que sea un lugar común, es a por posito.