Tuesday, October 07, 2008

Ayer soñe que llegaba a un pueblo en medio de una ciudad en medio de un desierto. Para llegar al pueblo que había retrocedido sobre sí mismo primero tuve atravesar lo que había sido la ciudad: asfalto cubierto de fisuras, edificios altísimos que ahora sólo servían para dar sombra al atardecer, autos apilados en una muralla contra el viento y su arena que, decían, picaba hasta hacerte sangrar. A medida que avanzaba, el laberinto de los barrios abandonados me protegía del desierto. Cuando al fin llegué al centro vi los primeros habitantes. Muchos vestían trajes, cobarta y zapatos, uniformes de escuela y de diferentes oficios, como si aquella realidad los hubiera tomado por sorpresa mientras cumplían su rutina diaria. Caminé un poco más para escapar de sus miradas y llegué a una boca de subte. La escalera apenas bajaba dos escalones hasta una inundación de arena. El pueblo había tomado el nombre de aquella estación: Varadero.

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