Wednesday, October 22, 2008

Como muchos saben, la casa de mi abuela tenía su tintorería al frente. Ahora ese local es un almacén chino. Sí, hay cierta orientación en la cosa. En fin. La casa es una casa chorizo: al frente, el local y un garage, después un patio chico desde donde se accede al cuarto principal y al comedor, de ahí un pasillo y otro patio más grande que da a la cocina, al baño y a la escalera que te lleva a otros dos cuartos y a la terrraza. La casa de mi abuela siempre estuvo llena de plantas. No sé cuánto le llevaría regarlas a todas, con su andar tan corto y pausado. La casa vecina también es una casa chorizo, puede verse desde la terraza. Junto a la puerta de calle hay un cartel: Hogar de menores. Cosa extraña, hace muchos años, el cartel era otro: Hogar de ancianos. De todas formas, nunca vi a nadie salir o entrar a esa casa pero siempre me dio intriga porque desde el patio de mi abuela podían escucharse voces y a veces alguien gritaba. Uno se daba cuenta de que detrás de esa pared también había un patio. Por encima de un alambrado crecía un árbol de hojas enormes, que cuando caían yo las juntaba y las apilaba en un rincón. Pensaba que podía usarlas para dibujar o incluso para armar algo, eran bastantes gruesas y flexibles, pero siempre terminaban en la basura. Con los años dejé de visitar a mi abuela, sólo la veía en las reuniones familiares. Un día tenía que hacer tiempo y estaba cerca de su casa así que le toqué timbre. Ella siempre se alegraba de verme, me quería mucho aunque sólo recordaba mi nombre después de deambular por los nombres de sus otros nietos. Esa tarde me preparó nesquik y tostadas. Para mí, el olor del pan tostándose es su cocina. Mientras tomábamos la merienda me contó que hacía unos días una chica se había subido al árbol de hojas grandes, había cruzado el alambrado y había bajado por la pared hasta el patio. Mi abuela le abrió la puerta y la chica se fue. Un año más tarde, en el velorio de mi abuela, una tía volvió a contarme la historia pero esta vez era la versión de la directora del hogar. Al parecer, mi abuela le había ofrecido un nesquik y había insistido en que se sentara a comer algo. Cuando al fin le abrió la puerta a la chica, la gente del hogar estaba esperándola en la calle.

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