Monday, May 11, 2009

Fui varias veces a Tokio. Es fascinante, aunque nunca me gustó esa ciudad. La última vez, gracias a Chitose, pude disfrutarla un poco más pero, aún así, no la elegiría como mi lugar en el mundo. Es que uno ve en las películas ese perfil tan moderno, tan luminoso, tan limpio: y es así nomás. El problema es que cuando uno va por la calle, esa sensación como de publicidad, donde todo está donde debe estar, se mantiene. Y no tiene mucha onda. Es que no queda lugar para nada más. Está todo tan bien pensado y organizado que es difícil ver otro camino. Japón, sin un solo recurso natural, pasó de ser un país destruido por la guerra a posicionarse como la segunda potencia económica. Esto tiene sus consecuencias: Tokio es la ciudad más triste que haya visitado. Tantas personas de traje que caminan apuradas; tantas personas agotadas por el día de oficina que se quedan dormidas en el tren, las cabezas caídas hacia delante, como si rezaran, como si se lamentaran; hay tanto silencio de no gritar que la soledad te rompe los párpados.

Me gusta vivir en Buenos Aires.


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