Thursday, July 20, 2006

(otra vez sin título, sugerencias por favor)

Cualquiera que haya frecuentado Villa Urquiza o Parque Chaz sabe que el 142 es un colectivo fantasma. Existen paradas que indican su recorrido, casi idéntico que el del 140, pero nunca nadie que lo haya esperado pudo corroborar su existencia. Muchos cuentan que lo vieron pasar entre la neblina, que oyeron abrirse sus puertas y escucharon la voz del mismo demonio surgir de su interior. Aquella madrugada caminaba por Avenida Triunvirato, la garúa humedecía los adoquines que devolvían el reflejo de los faroles todavía encendidos. Sabía que el 140 me haría esperar, así que empecé a caminar para ganar algo de calor. A los pocos minutos vi una silueta cuadrada y roja que me dio esperanzas pero justo estaba en el punto medio entre dos paradas. Empecé a trotar, sabía que a mitad de cuadra el chofer no me abriría la puerta. Escuché el sonido del motor que se acercaba y por puro instinto levanté el brazo y me di vuelta. El colectivo frenó, las ruedas se bloquearon y aquel 142 se deslizó hasta quedar a diez centímetros de mis piernas. Subí pibe, dijo el chofer y el colectivo sonaba como si recuperara el aliento. Miré a mi alrededor pero nadie más era testigo de lo que sucedía. Subí los tres escalones. Adentro, sólo una persona sentada en uno de los asientos dobles, del lado del pasillo. Mientras ponía las monedas en la máquina, un 140 pasó junto a nosotros. Al avanzar, me obligué a no mirar a aquel hombre que seguro me miraba. Sentí que me reconocía, que se esforzaba por recordar dónde me había visto. Elegí el último asiento individual. Íbamos rápido, casi todo el recorrido junto al 140 que ya estaba lleno de pasajeros. En las paradas del 142, las personas que esperaban ni siquiera atinaban a levantar el brazo. Cuando ya llevábamos diez cuadras sobre Álvarez Thomas, el 140 que me había acompañado hasta ese momento se alejó a mi izquierda. Nosotros doblamos a la derecha sobre Federico Lacroze. Pensé en levantarme y preguntar al chofer dónde íbamos pero debía pasar junto a aquel hombre. Me quedé sentado, las manos aferradas al caño de metal. Miré por la ventanilla y reconocí el paredón del tren. A las pocas cuadras el colectivo se detuvo: Chacarita. El hombre se puso de pie, caminó hacia donde yo estaba sin dejar de mirarme. Aunque yo nunca lo había visto en mi vida, él me había reconocido y parecía extrañado de verme ahí sentado. Pibe, gritó el chofer, su rostro en el espejo lejano. Tenés que bajar, dijo. Pero el recorrido termina en el Correo Central, traté de defenderme. Hoy termina acá, sentenció. Me puse de pie y bajé los tres escalones.

5 comments:

paulenka said...

¿inspirándose en Julito, nuevamente, amigo?
esto ya lo ví antes...


(yo viajé en 142)

Anonymous said...

me atrapaste y me deje llevar a full. me encanto. me senti feliz por vos-
ahora cuanto lei el comment arriba mio me deprimi como si me hubieran pegado fuerte, muy fuerte en la cara.

mirta

Mata said...

Sí, toy seguro que Cortazar debe haber escrito algo parecido, pero no recuerdo nada con colectivos fantasmas. Igual, aguante el plagio mientras esté bien hecho.

Anonymous said...

Dolina escribió algo parecido. Un cuento de Manuel Mandeb que espera en villa urquiza un tranvia. Esta en el ibro del fantasma, creo

Mata said...

comienzo a sospechar que es de esas historias que ya todos contaron