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El otro día en una clase le explicaba a una alumna que plagiar es un recurso válido siempre y cuando le aportes algo personal y reformules lo que te robaste. A veces soy conciente de dónde saco escenas, argumentos y recursos, otras puedo estar afanando sin siquiera enterarme.
Pa los que tengan curiosidá, les dejo un ejemplo: en Gaijin hay una escena en el barco cuando llegan a Buenas Aires que está inspirada en una escena parecida de América de Kafka.
Ese mismo día, por esta misma alumna, me enteré de que estaban escribiendo un cuento igualito al que yo estaba escribiendo. Después de una conversación con mi buena amiga Paula donde surgió el concepto de convertirse en mueble de una relación de pareja, se me ocurrió un cuento acerca de una chabona que sale a caminar con una mesa de luz con rueditas. La chabona le hace plateos a la mesa, le recuerda cosas, le pregunta qué van a cenar mientras van caminando (o andando) por la calle. En algún momento, la mesa deja de ser mesa y se convierte en chabón, pero es sólo un instante. El otro cuento trataba de lo mismo pero con una barra de hielo. El chabón iba con la barra de hielo al hombro pa todos lados y hay que reconocer que lo de la barra de hielo es mejor, al menos más gracioso.
Bueno, lo que quería decir es que a veces ni siquiera se trata de un plagio.
Basta, me aburrí.