Pueblo 3 (Ingeniero Otamendi). Día 1.
El plan era otro, como siempre. Primero pensé en Carlos Keen o Tomás Jofré. Además de los nombres simpáticos, me atraía la fama que tienen de buen comer. Según me dijeron, son pueblos de quinientos, seiscientos habitantes que los fines de semana se llenan con dos mil, tres mil turistas-comensales. Con algo de suerte, ya contaré acerca de un asado increíble, de una provoleta que te hace viajar y de una resaca de comida (grosas las resacas de comida) que ni te digo. Mientras, les cuento lo que pasó hoy.
Pasó que la lacreamos (del verbo lacrear: def. comportarse como una lacra). Sí, otra vez. Sí, con V. Cuando al fin logramos salir de la cama eran las dos de la tarde y recién arrancamos a las tres. Era tarde para el almuerzo de Carlitos o de Tomás, así que buscamos otro destino. ¿Qué te parece San Pedro? ¿Qué hay en San Pedro? No sé. Bueh, vamos. Cargamos cámaras y demás bártulos y enfilamos para la panamericana en un día que llamaba a mate y a tirarse bajo el sol. Anduvimos un rato nomás cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a perder la tarde en la ruta. ¿Y si vamos a Otamendi? ¿Qué hay Otamendi? No sé. Bueh, vamos. En seguida encontramos la salida de Otamendi, la colectora nos llevó a una calle y esa calle era el pueblo. Una veintena de casas se distribuían a sus lados. Seguimos por la calle con la seguridad, la esperanza segura, más bien, de que Otamendi tenía mucho más para ofrecernos. Vimos la entrada a la Reserva Natural pero esa calle que ya empezaba a convertirse en camino nos llamaba.
PD: creo que la fotografía analógica no se lleva bien con el blog.
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