Thursday, February 22, 2007


El otro día me morí y aparecí frente a una puerta. Primero golpeé despacio, por miedo a interrumpir algo. Después, con la palma abierta y con algo más de fuerza. Al final, giré el picaporte despacio y abrí sólo lo suficiente para ver una pared pitada de verde claro. Hola, permiso, dije en voz alta. Nadie contestó, abrí del todo la puerta. En aquel cuarto había libros, llaves, ropa, juguetes, artefactos de todo tipo, billetes y monedas. Lo primero que reconocí fue un globo con forma de Mickey que había soltado cuando era chico. En medio del parque, abrí la mano mientras sentía que el piolín se deslizaba por mis dedos,sólo para ver cómo subía cada vez más alto y se alejaba de mí. También había una camioneta que se transformaba en robot, que había dejado en la sala de espera de un aeropuerto. Colgadas de un gran anillo, llaves de cada una de las casas que habité. Todo lo que había perdido en mi vida se encontraba en aquel cuarto. Una infinidad de cosas con las que no viví.

Entre una columna de libros y otra de discos, había una puerta. Esta vez abrí sin llamar.

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