Tuesday, May 27, 2008

Hace veinte días que escribo esta novelita y ahora, a las tres de la mañana, después de trabajar todo el día, a unas pocas páginas del final, me encontré con esta escena:

Se despertó con el sonido de la puerta que se cerraba. Pestañeó hasta darse cuenta de que el velo que veía era el mosquitero apenas iluminado por el cielo que comenzaba a brillar en el amanecer. Miró por sobre su hombro, hacia la figura que se acercaba. Helena vestida con una remera turquesa y una pollera lila se detuvo a pocos pasos, detrás de aquella niebla blanca que Sergio, todavía atrapado por el sueño, no terminaba de enfocar. Ella levantó el tul y se acercó a la hamaca. Aquellos colores la hacían ver de veinte años, tal vez su edad real. Los hombros, apenas interrumpidos por el bretel, estaban cubiertos por unos músculos finos y marcados. El pelo que ahora descansaba en su espalda, liberaba su cuello de las sombras. En aquellos ojos verdes se concentraba toda la luz del cuarto. Sin dejar de mirarlo, se desvistió despacio. Se acostó junto a Sergio. Cerraron la hamaca para obligarse a permanecer pegados. Cogieron casi sin moverse, suspendidos en el aire, con un vaivén que le agregaba algo de ensueño a aquella otra piel. Después del orgasmo, a pesar de que lucharon con besos contra el peso de los párpados, se quedaron dormidos. Sergio no soñó otra cosa que estar envuelto por ella. Se despertaron al mismo tiempo (imposible llegar solo a la vigilia) y abrieron el capullo. Ella se vistió, levantó el mosquitero y voló fuera del cuarto. Sergio permaneció inmóvil para sentir el balanceo que había dejado en la hamaca la partida de Helena.

2 comments:

Anonymous said...

Me gusta, pero me descubro un problema.
Me molesta la palabra "coger" en una novela.
En realidad no es que me moleste en sí misma, pero me hace ruido. Me siento una vieja diciendo esto, pero como que no le veo belleza a esa palabra. Uno la usa, porque los sinónimos son pacatos y penosos, pero no me cabe leerla.

Recuerdo la misma sensación una vez que leí en una novela de caparrós que un personaje tenía la "pija dura". La mierda, pensé. Qué guarango este bigotudo.
Hoy no me acuerdo ni el nombre de la novela, y me sigo acordando de esa frase.

No concluye en nada mi razonamiento.
Pero eso.
¿tan pacato soy, la concha de tu madre?

belenchus! said...

Helena, creo que la vì cuando actuaba en el libro de los abrazos del director Eduardo Galeano.


Saudades!