Wednesday, January 14, 2009

Una vez jugaba a la escondida con mi hermana. Ella se puso a contar y yo subí raudo (ja, la primera vez que escribo esta palabra) al baño grande (no tan grande, pero sí el más grande de la casa de mis viejos). Sin encender la luz me escondí en el espacio que queda entre la bañera y el mueble del lavamanos. Ahora lo miro y no puedo creer que yo pudiera entrar ahí. En fin. Me metí y esperé en silencio, atento al sonido de pasos de mi hermana. Pero oí a alguien más subir las escaleras, era mi viejo. Cagado de risa pensé: Ahora, mientras esté cagando o meando, salgo y lo asusto. Mi viejo entró, encendió la luz y empezó a echarse un cloro. Yo ahí, sentado en el piso, con un brazo apretado contra la madera y el otro contra la loza, no quise moverme. Había algo que me dijo mejor no. Es ese mismo algo que ahora me dice menos mal, pero no sé bien por qué. Cuando bajé, me encontré a mi hermana tomando la merienda. Como no había podido encontrarme, prefirió el nesquik.

1 comment:

{ maría } said...

ajajjajaja no te animaste mata!