Monday, June 22, 2009

Julián volvió a revisar los tres billetes que llevaba en la billetera. En un día normal no le hubiera alcanzado ni para una copa pero era la noche de jueves de la última semana del mes. Nadie tenía plata entonces y él solía guardar un billete de cada viernes de las primeras tres semanas del mes en la lata de tabaco, vacía hace años. Así se aseguraba de que lo atendieran a pesar de que se buralaran de él. Pocas veces le alcanzaba para Raquel pero tal vez hoy tenía suerte. Tocó timbre, se acomodó el pelo y la camisa y esperó que lo identificaran por la mirilla. El Polaco abrió la puerta, el olor del puterío lo rodeó y enseguida tuvo una erección. Pasá flaquito, ya nos preguntábamos qué te había pasado que no llegabas. Julián dio dos pasos, el pasillo de paredes alfombradas lo llevó hasta la sala. Frente a la escalera, acodadas en la barra, estaban la rusa y Sabrina. ¿Raquel no está?, preguntó al Polaco que ya se había acomodado detrás de la barra. ¿Te sirvo algo flaquito? Julián negó con la cabeza. Por eso estás tan flaco, vos, dijo mientras cambiaba el canal del televisor. Las dos chicas ni siquiera lo miraban. ¿Raquel está ocupada? Raquel, siempre Raquel. Sabrina lo miró de arriba abajo. ¿Qué? ¿Acaso nosotras no somos buenas para el señor? No, no es eso. No es para nada eso. ¿Entonces? Julián miró sus zapatos. No importaba cuántas veces lo lustrara, cada vez le daban más vergüenza. En ese momento, oyó los pasos sobre los escalones. Raquel, dijo en un suspiro. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no me llamo Raquel?, dijo la chica.

1 comment:

Txabela said...

Che, y pegan.