Conocí a Mariela en el ascensor de nuestro edificio. Hacía pocas semanas que me había mudado y todavía era amable con todos los vecinos. Abrí las dos puertas tijera de metal negro y esperé que levantara la rueda delantera de su bicicleta y la acomodara en un espacio reducido. No va a entrar, pensé pero era obvio que ella vivía en aquel lugar desde hacía más tiempo que yo, y que conocía los rincones más coloridos. Después de un par de movimientos, giró sobre sí misma, me miró, la mancha rosada que cubría más de la mitad de su cara también me miraba, y dijo: - Entramos los dos. Fueron cinco pisos de buscar una carambola en el pequeño espejo alargado de las esquina del ascensor. Ella tarareaba un tema, tal vez Calamaro. Abrí las puertas con demasiada fuerza, salí al hall y esperé que ella sacara la bicicleta. Gracias, dijo. Quise esperar a ver en cuál de los cuatro departamentos vivía, pero los segundos comenzaban a excederse. Chau, dije al fin. No me escuchó, llevaba auriculares puestos.
Thursday, July 05, 2007
Tengo 45 (ahora que lo pienso, 40) días para escribir cuatro cuentos. Algo así como diez días por cuento. Es obvio que no voy a llegar, pero me gusta el desafío. Hasta ayer, todo lo que tenía eran dos ideas, o casi ideas, pero el maldito insomnio de la madrugada las convirtió en un solo argumento, o casi argumento. En fin. Acá les dejo el primer párrafo surgido de toda esta cuestión.
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2 comments:
pienso, que el mundo en que vivimos nos empuja.
Que todas las cosas que nos gustan logramos saberlas hacer bien, adquirimos un talento.
Una vez logrado esto aprendemos a fabricar esas cosas al por mayor asesinandolas lentamente desde adentro hacia afuera.
(porque el mundo las necesita y porque nosotros necesitamos algun tipo de reconocimiento)
el mundo nos quiere maquinarios.
Es cierto que el mundo es una mierda y que todo tiene que verlo como un porducto: producible y consumible.
También es cierto que soy hijo de rigor, una maldita alma esclava, que si no me imponen o me impongo desde un estímulo externo un objetivo, podría pasarme el día leyendo.
Otra cosa cierta es que es posible mantener con vida ese pequeño arte, a pesar de todas nuestras traiciones y miserias. Estoy seguro que a veces estás frente alguna de tus creaciones y te brilla el alma de orgullo porque te das cuenta de que el pequeño sigue ahí, aferrado a tu dedo índice.
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