Esto puede ser aburrido. Hoy estoy soy aburrido.
Mi buena amiga Paula (sí, todavía amiga, todavía buena) me despertó 4:45 am para que la acompañara al consulado italiano a buscar su pasaporte. Cierto es que le dije que la acompañaba, que tenía ganas de estar con ella. Me levanté después de haber dormido dos horas, me vestí y tomamos el 132 para el consulado. Una cola relatimanete pequeña, algo de esperar para las 5:30 am. Los primeros de la cola, diez pibes que la mafia de la cola contrata para que duerman en la calle desde la noche anterior. Si no fuera tan patético, sería gracioso eso de la mafia de la cola. Te cobran entre 30 y 150 pesos para cederte un puesto reservado por estos pibes, depende de qué puesto querés. Paula no sabía si pagar por un puesto pero yo estaba en contra. Si me había levantado a la madrugada no era para pagar. Estuvimos tres horas, entre sentados y parados en la calle, conversamos de muchas cosas. Algo en realidad ameno (palabra que no uso hace bastante), tomamos mate, comimos galletitas, charlamos y escuchamos las conversaciones de los demás. ¿Por qué es tan difícil ignorar las conversaciones en las colas? Lo peor de todo es que cuando comprendo lo que dicen, me repugna. Por ejemplo hoy, un grupo de mujeres hablaba de lo taaaan difrente que es italia de argentina. Claro que es diferente. Claro que es mejor, al menos en algunas cosas. Pero había un nivel de snobismo en su conversación que daba ganas de patearlas. Porque yo en italia... Tupá. La otra conversacion, dos hombres de entre cuarenta y cincuenta que hablaban de la economía, de china, del acero, del petroleo, de las manifestaciones en francia. Conclusión: hay que flexibilizar el mercado laboral. UAT?!! Por dios, ¿no entendieron nada de la historia mundial de los últimos cincuenta años? Tupá, tupá.
Mientras esperábamos un fiat rojo se pegó un palo feo con un taxi. El fiat rojo había pasado en rojo. Los dos estacionaron en la banquina. Cuando el del taxi se bajó, el fiat arrancó y se fue a la mierda. Del taxi bajó un tipo de cincuenta, acompañado de dos gatos. Se alejaron despacio, como quien no quiere la cosa, y se tomaron otro taxi.
Paula también me contó cómo conoció a un italiano. Una historia muy linda que ya le voy a afanar.
Eran las 8 y 20 y el consulado todavía estaba cerrado. Entonces sale un guardia del edificio y anuncia que por ese día no se realizarán trámites de ningún tipo por el conteo de votos de las elecciones italianas. Cuak. Todos empezaron a putear. Un viejo con acento italiano decía hay que romper todo, es una falta de respeto, ¿por qué no hacen nada?, tenemos que romper todo. El viejo tenía razón, era para romperles todo. Pero la gente se alejó resiganada a que la caguen una vez más. Nosotros también. Pero nosotros estábamos felices de no haber pagado y de haber charlado mucho de muchas cosas. Algo que sólo sucede unas dos o tres veces al año.
Fuimos a desayunar café con leche y medialunas.
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