Friday, June 08, 2007

puente alambrado 02

"Detrás de"

Seguimos con cuento del tren. Si no lo leyeron, lean primero el post de abajo porque esta es la segunda parte.

Regresé junto a Tomás que se despertó cuando me senté. Dejé las tazas de sopa y los sánguches en la tabla que hacía de mesa. ¿Ya llegamos?, preguntó. No todavía no, dije y tomé un sorbo de una de las tazas: en contraste con el resto de la comida, la sopa era muy buena. Tomás quitó el celofán del sánguche y le dio un mordisco y otro. Al parecer su paladar todavía no despertaba del todo. Por la ventana podía adivinarse la luna detrás de las nubes y una sombra negra que debían ser montañas. ¿Cuánto falta?, dijo él al tiempo que yo me lo preguntaba. Poco, nos dije pero ninguno de los dos me creyó. ¿Cómo es mamá?, mientras pensaba una respuesta la sopa me quemó la garganta. Ya te dije, busqué algo en el bolso en un intento de ganar tiempo, es hermosa. Tiene tus ojos y tu nariz chiquita, el pelo negro y lacio. Al final decidí que no había encontrado lo que buscaba. ¿Se parece a Lorena? Sólo ahora me daba cuenta: mi ex mujer y mi mujer se parecían mucho. Tengo miedo de no reconocerla, dijo él. Las nubes se abrieron un poco para dejar ver la luna creciente. Fueron sólo unos segundos.

<>Me despertó la bocina del tren. En la ventana montañas blancas detrás de montañas negras. Me incorporé para ver mejor: junto al tren decenas de personas cargaban y descargaban bultos, algunas esperaban o se ponían en puntas de pie en un intento de ver algo. Allí no había ninguna estación, ningún cartel, ningún camino, sólo unas pocas casas construidas con apuro. Me asomé al pasillo, el guarda del tren avanzaba hacia nosotros. Última estación, anunciaba casi a gritos. ¿Llegamos?, dijo Tomás con los ojos todavía cerrados. Sí, dije. Creo que sí. Guardé todo en los bolsos sin dejar de buscar en la ventana a una mujer de pelo negro. Vamos Tomy, dije y lo tomé de la mano. Bajamos del tren, tuve que sostener a mi hijo para que pudiera saltar del último escalón a la tierra helada. Vi a una mujer de pelo negro pero reconocí el tapado y las botas que había visto la noche anterior. Fuimos hasta el vagón de carga donde sólo una persona más esperaba que le dieran sus cosas. Me entregaron mi bolso. Todos parecían apurados, como si unos pocos minutos hicieran alguna diferencia en un viaje de más de un día. Con Tomás de la mano caminamos todo el largo del tren, bajo la sombra que, entre cada vagón, se recortaba con la luz de la mañana; allí no había nadie que pudiera ser mi ex mujer. La bocina volvió a sonar para anunciar la partida. Me acerqué a uno de los guardas. ¿Esto es Valle Blanco? Él subió al tren que se ponía en movimiento en aquel instante y comenzaba a regresar por donde habíamos llegado. No, señor, el tren no llega a Valle Blanco.


PD: me encanta esta foto.

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