Sunday, June 03, 2007
Sentado junto a una ventana, debajo de la escalera que llevaba a los baños, miré la última palabra escrita y cerré el cuaderno. El resto del bar se me presentaba en un pentagrama de escalones y un solo compás: personas que entraban, se encontraban, meseras que esquivaban algunos clientes en paricular, aquella mujer y su celular junto a otra taza vacía. Pedí otro café. Me había tomado horas escribir el listado de las cosas que me daban miedo. Mis psicólogos me habían asignado la misma tarea y eso era algo que no podía ignorar: rara vez coincidían. Cuando llegó el café con leche, abrí dos sobres de azúcar y revolví en sentido contrario a las agujas del reloj. Arranqué la última hoja del cuaderno prestando atención al sonido del papel que se rompía contra el anillado. Doblé la hoja en cuatro, la mojé en el café con leche y la mastiqué despacio.
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