(inicio de cuento)
Hacía horas que miraba por la ventana como si fuera una película blanco y negro: el cielo gris sobre la tierra blanca. Tomás hacía pasar frente a sus ojos un tren de juguete rojo y amarillo, tal vez los únicos colores en varios metros a la redonda. Chucún chucún, se anticipaba al sonido de las ruedas contra los rieles. Papá, dijo, ¿a mamá la saludo con un beso como a la tía Hilda o con un abrazo como a Lorena? Ajusté la bufanda alrededor del cuello y cerré un poco más las solapas de su abrigo. ¿A vos qué te gusta más?, pregunté. Con el frío, cada palabra parecía partir labios y piel. Asomé la cabeza al pasillo, donde la luz era transportada por una neblina que diluía sombras. Una mujer caminaba hacia nosotros, entre sus manos una taza humeante. El abrigo negro se abría para cada uno de sus pasos, botas que sonaban a mujer. Al pasar le sonrió a Tomás y tal vez también a mí. No sé, dijo él. ¿Qué cosa, hijo?. No sé qué me gusta más, si un beso o un abrazo.
Anocheció pronto. En la ventana sólo podía verse un reflejo que apenas pude reconocer como mío. Tomás dormía bajo una manta. Caminar por el pasillo en el sentido inverso que avanzaba el tren daban ganas de correr y no detenerse nunca. La mayoría de los asientos estaban vacíos, muchas personas habían bajado en la última estación. Seguí hasta el comedor, dos mesas, la barra con sánguches de la semana anterior y un hombre que hacía un día que leía el mismo diario ocupaban sólo la mitad del vagón. Pedí un café y volví a leer la carta de mi ex mujer. Siete líneas eran suficientes para hacerme viajar miles de kilómetros. Las únicas palabras que me escribía después de diez años, la anterior habían sido sólo tres líneas. Busqué un cigarrillo pero me había olvidado del encendedor. En este sector está prohibido fumar, dijo el hombre que había dejado su diario para acercarme un fósforo encendido. Encendía su propio cigarrillo, armado con abundante tabaco que escapaba por los extremos del papel,con el mismo fósforo: los ojos verdes entrecerrados y su cara reseca que se arrugaba como un pergamino.
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http://bobeame.blogspot.com/
Bobeame: El Tratado de la Bobería.
Bobo como sinónimo de corazón. Bobear es conmover. Lo bobero como algo nostálgico o dulcemente triste, como lo grandioso y lo hermoso. La bobería, el motor concreto y funcional hacia el bobeo pleno. Bobeame, el archivo de mis boberías preferidas.
Sí, es propaganda de mi nuevo blog.
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