Tuesday, December 28, 2010
Sunday, December 26, 2010
Wednesday, December 15, 2010
Monday, December 13, 2010
Ésta es la esquina de Acoyte y Rivadavia. Debe estar entre los cinco lugares de Buenos Aires que más he transitado. Y para mi alegría logré sacarle una foto.
Alguna vez escribí que habría que "aprender que lo previsible de Plaza de Mayo se encuentra en lo previsible de nuestra mirada. Quiero decir, tal vez el camino sea el opuesto: mirar como nunca miramos para no estar donde siempre estuvimos." O en palabras de Ueno: "Hay que tratar de econtrar la foto en Corrientes y Callao."
Algo así.
Thursday, December 09, 2010
Monday, December 06, 2010
Ya había contado que en el bondi que me tomo a la mañana viaja una chica pelirroja. No sé cómo hace pero la luz siempre parece seguirla. El otro día al fin pude sacarle una foto. No le pregunté pero tampoco es una foto robada. Digamos que es una foto prestada. ¿Cuál es la diferencia? Las fotos me parecen robadas cuando uno quita una imagen como si se la llevara de un mostrador para esconderla debajo de la campera. Cuando te apropias de una situación que no te pertenece. Cuando te aprovechás, sacás ventaja y hacés de la foto algo mezquino. Ahora, una foto prestada podríamos llamar a la imagen creada a partir de una conexión con lo que está sucediendo en ese tiempo y lugar. Supongo que no es tan fácil notar la diferencia. Pero quien sacó la foto sabe si es robada o prestada.
Wednesday, December 01, 2010
Tuesday, November 30, 2010
El otro día vi Barton Fink, de los Coen. Me pareció un peliculón. Jhon Tunturro y John Goodman geniales y un guión de una extrañeza maravillosa. Me quedé con esa sensación que te dejan las películas de lynch pero con la diferencia de que en este caso entendí lo que pasaba. O creí entender, al menos.
Para los que no la vieron, dejen de leer.
Me encanta la relación que construyen barton y el gordo, que no recuerdo el nombre del personaje. Es que parecen no entenderse del todo y aún así ser los únicos con los que en realidad pueden comunicarse. Barton, con todo su aire intelectual dice que quiere contar las historias de los hombres comunes, pero nunca deja hablar al gordo mientras que el gordo lo mira siempre como de lejos, como viendo al artista. A pesar de estas distancias, se necesitan, hasta diría que se tienen afecto.
También me encanta cómo la historia primero te lleva tranquilo por acontecimientos que pueden digerirse con facilidad y de pronto, tupá, te planta una mina con un guraco en el estómago. Y después, tupá, te planta una caja misteriosa. Y tupá, te planta tremendo incendio. Y otra vez tupá, te planta un cuadro (¿o foto?) en la realidad presente del protagonista. O planta al espectador en la foto (¿o cuadro?). "¿Trabajás en cine?", pregunta Barton a la chica. "No seas tonto", dice la chica. Y así te hace dudar de que todo lo anterior haya sido la realidad. Y así te deja: medio turuleco.
Para los que no la vieron, dejen de leer.
Me encanta la relación que construyen barton y el gordo, que no recuerdo el nombre del personaje. Es que parecen no entenderse del todo y aún así ser los únicos con los que en realidad pueden comunicarse. Barton, con todo su aire intelectual dice que quiere contar las historias de los hombres comunes, pero nunca deja hablar al gordo mientras que el gordo lo mira siempre como de lejos, como viendo al artista. A pesar de estas distancias, se necesitan, hasta diría que se tienen afecto.
También me encanta cómo la historia primero te lleva tranquilo por acontecimientos que pueden digerirse con facilidad y de pronto, tupá, te planta una mina con un guraco en el estómago. Y después, tupá, te planta una caja misteriosa. Y tupá, te planta tremendo incendio. Y otra vez tupá, te planta un cuadro (¿o foto?) en la realidad presente del protagonista. O planta al espectador en la foto (¿o cuadro?). "¿Trabajás en cine?", pregunta Barton a la chica. "No seas tonto", dice la chica. Y así te hace dudar de que todo lo anterior haya sido la realidad. Y así te deja: medio turuleco.
Sunday, November 28, 2010
Friday, November 26, 2010
Me encanta ver la tele, por eso hace 11 años que no tengo tele en casa. Algo que provoca que cada vez que hay una tele encendida cerca, no puedo evitar mirarla. Ayer tuve la oportunidad de hacer zapin, ese zapin furioso que pasás cincuenta canales en menos de un minuto. Y así llegué a SN. Es un canal de noticias igualito a TN pero de zona norte. Sí, yo también pensé estos brutos escriben zona con S pero no, creo que se llama Sólo noticias o algo así. Bueh, decía, me quedé mirando un rato y no lo pude creer. Parecía una parodia de TN. Era como TN pero con la cadena suelta. Fachos sin vergüenza. Fachos que ni siquiera tenían el posmodernismo de caretearla un toque. Y tuve un presentimiento, lo que se viene para este verano es el facho pos-posmoderno, el facho top.
Tuesday, November 23, 2010
Los guiones que estoy escribiendo siempre tienen como personajes principales a una pareja. Más bien, a un hombre y una mujer que están por ser pareja, que están por dejar de serlo, que no lo son de hace tiempo o que ninguna de las dos cosas pero que se nota que hay algo entre ellos. En estas historias siempre existen batallas, demandas, conquistas y pérdidas. Lo que por lo general llamamos histeriqueo. Algo que pone a mi profe de la nuca. Histeriqueo no, seducción. Es que nuestra generación perdió el término "seducción". Palabra linda, además. Llamamos histeriqueo a toda intencionalidad sexual, cuando muchas veces es un real interés de seducir. Habría que preguntarles a piscólogos, lingüistas o sociólogos por qué mierda dejamos de "seducir" para sólo "histeriquear". Decía, seducción, linda palabra, viene del verbo latino seducere, que quiere decir algo así como guiar hacia afuera, alejar. Me gusta entender la seducción como el alter ego de la conducción, donde la conducción sería el guiar hacia donde él/ella quiere ir y la seducción, alejar de donde él/ella quiere ir para llevarlo/la a donde ni siquiera sabía que quería ir.
Thursday, November 18, 2010
Tuesday, November 16, 2010
El otro día hablábamos de la experiencia luminosa del arte. En realidad no sé si hablábamos o sólo lo pensé. Pero para el caso da lo mismo. Decía, no estoy seguro de haber tenido una experiencia luminosa con el arte. Lo mío es más bien una experiencia medio ciega. Como ir tanteando con las manos por delante y sí, descubrir, pero de luz nada.
Una vez vi luz. Cuando pensaba ser ingeniero. (sí, ya les contaré de eso) Estaba estudiando álgebra. Haciendo ejercicios de álgebra, de genereradores de espacios vectoriales. Yo hacía los ejercicios sin saber muy bien los por qué ni los cómo. Así, uno detrás de otro. Y de pronto, después del ejercicio número quinchicientos, entendí todo. Vi el espacio de infinitas dimensiones. Los números que lo creaban. Una experiencia realmente luminosa. Creo que eso fue lo más cerca de la iluminación zen que estuve en mi vida.
Una vez vi luz. Cuando pensaba ser ingeniero. (sí, ya les contaré de eso) Estaba estudiando álgebra. Haciendo ejercicios de álgebra, de genereradores de espacios vectoriales. Yo hacía los ejercicios sin saber muy bien los por qué ni los cómo. Así, uno detrás de otro. Y de pronto, después del ejercicio número quinchicientos, entendí todo. Vi el espacio de infinitas dimensiones. Los números que lo creaban. Una experiencia realmente luminosa. Creo que eso fue lo más cerca de la iluminación zen que estuve en mi vida.
Sunday, November 14, 2010
Wednesday, November 10, 2010
Monday, November 08, 2010
Saturday, November 06, 2010
Thursday, October 07, 2010
Para regresar a la senda del Blog necesitaba una buena excusa. Sisi, yo siempre ando necesitando excusas. Y la que encontré ahora es que estoy en un bondi a mendoza, ¿Y saben qué? Tiene wifi. Es de esos bondi chetos que tiene sólo tres asientos por fila y sirven cena y toda la bola. Pero la verdá que esto del wifi me sorprendió. Así que ando yendo a visitar a mis amigos jipis. Jipis de veldá, mi amol. Jipis que viven en psudocomunidá, comparten tareas, comidas, cuidado de niños, etcéteras y otras yerbas. Tienen pollos, una vaca, un caballo y montón de porquerías amontonadas por todos lados. De vez en cuando un tornado les destruye la casa, otras veces tienen que hacer frente a un incendio que se extiende y avanza como si fueran las olas del mar. Heladas, sequías y esas cosas. Pero esta gente no quiere entender y viven felices. Sí, unos maleducados. Así que para allà voy, a educarlos. Ya les contaré. Porque encima son jipis con wifi.
Monday, August 23, 2010
El otro dìa fui a ver una adaptación de Marisé Monteiro a teatro de El Principito, de Saint Exupéry. La puesta era en el Planetario y la verdad que estaba muy bien. Ahora, cuando terminó y bajábamos por las escaleras no tenía otra sensación más que asco. Es que en esta obra, no recuerdo si era así en el libro, el mensaje que deja la historia es que amar es domesticar. Que su rosa es especial porque él la domesticó. Como la obra es medio musical, hay una cancioncita que dice todo el tiempo "domesticame, domesticame" que te queda rebotando en el cerebro. Todo esto sumado a la rosa que tiene medio encerrada en su planeta (mse, para cuidarla), a los árboles Baobabs, o algo así, que hay cortar de raíz antes de que se vuelvan un problema y al final, cuando El Principito finalmente pide una correa para el cordero que le había dibujado. Todo el mensaje facho cierra a la perfección.
Por favor, díganme que no era así en el libro.
Friday, August 20, 2010
Tuesday, August 17, 2010
Pueblo 5. Colón. Día 1, 2 y 3. (sí, me colgué y no subí nada del pueblo 4: San Pedro).
El sábado temprano arrancamos para Colón. Vic quería manejar así que aproveché para sacar fotos en el camino. Había una luz preciosa, es que justo nos tocó uno de esos días en el que pasa un rebaño de nubes, lento y pesado, pero que deja pasar los rayos de sol. Saqué muchas fotos, demasiadas, tal vez. Fuimos por la 9 hasta zárate para cruzar el puente. Me gusta ese puente. Me gustan los puentes. Hay algo de volar en un puente, creo yo. O de bailar, que viene a ser la misma cosa. Bueh, decía, íbamos por el puente. Cada tanto le pedía a vic que acelerara, o que frenara para alejarse de un camión, que a derecha, que a izquierda y así. Espero que alguna foto haya salido bien. Después de cruzar a Entre Ríos, a ella le tocó cebar y a mí manejar. Esto hizo que fuéramos más lento porque cada dos por tres veía un claro iluminado por dios y tenía que parar en la banquina para sacar fotos. Llegamos a Colón, que está más lejos y es más grande de lo que pensaba. Por suerte encontramos un depto para alquilar el finde lejos del centro y frente al río. Eso sí, íbamos a tener que ahorrar en todo lo demás. Llamamos, nos dieron las indicaciones para llegar y antes de que nos bajáramos del auto ya estaba la mujer para atendenos. Una copada, la verdad. Nos decía todo el tiempo gurises y eso me compró. El depto estaba copado, con una ventana al rio y todo. Lo único malo, y que íbamos a padecer todo el fin de seana, eran los putos boyscouts que estaba en el camping vecino.
Salimos a dar una vuelta en auto. Es lindo Colón. Hay algo en las ciudades turísticas del interior pensadas para el interior que me gusta. Después vamos los porteños y lo arruinamos todo. Pero por suerte, es algo que sobrevive, como una deadencia pintoresca o algo así. Hay varios de los que alguna vez fueron barcos, durmiendo sobre la playa, mucha gente pescando y muchos pero muchos motorhomes. Siempre quise tener uno. Uno de esos viejos, pintado de varios colores, que bien podrían haber sido en su juventú un 168 o cualquier otro bondi.
Después de la siesta, partimos en busca de nuestra cena. No pdíamos comer afuera porque habíamos invertido demasiado en el techo. Quise hacer pescado pero, cosa rara, no había pescadería abierta. Salió carne al horno con papas. Cuando nos acostamos nos dimos escuchamos los primeros gritos de al lado. DFSNSDFANDFSAN?, gritaba alguien y veinte pendejos gritaban SERVIR. Y después todos juntos VIVA LA PATRIA, VIVA. Entonces nos dimos cuenta de que íbamos a tener que convivir con unos protonazis todo el fin de semana.
Al día siguiente, los protonazis nos despertaron a las 8 de la matina. Seguían gritando igualito que la noche anterior. Tuvimos que usar la mañana para recuperar parte del sueño. Después, salimos a caminar y se nos ocurrió hacer hamburguesas en una de las tantas parrillas públicas que tiene la ciudad sobre la orilla. En lo que no pensé fue en que no teniamos diario ni en el viento hijoputa que soplaba. Por suerte, gracias a mi ingenio poderosísimo logré hacer el fuego. La hamburguesas estuvieron bien pero como siempre disfruté mucho más de hacer el fuego que de comer lo cocinado. Pasaos por la entrada de las termas pero ni pensamos en entrar. A mí la verdá que no me entusiasma mucho la idea de meterme en una pileta de agua caliente con otras 50 personas. Vimos un atardecer increíble y volvimos a la casa a ver un documental acerca de Herzog: Herzog se come su zapato. Se trata de una charla que da herzog después de que Errol Morris logra filmar y presentar su película "Puertas al cielo". Al parecer herzog había prometido que se iba a comer su zapato si Morris hacía su peli y fue a cumplir su promesa. Claro que lo que tiene de interesante el documental es el personaje Herzog, que a lo largo de la charla se comiendo el zapato de a trocitos. Ese tipo me hace sentir vergüenza de mí mismo. Lo miro siempre tan verdadero que me da culpa y tristeza toda la mentira en la que vivo.
A la noche, nos despertamos después de una siesta y nos dimos cuenta de que era media noche. Por suerte encontramos un lugar que tenía la cocina abierta. Dos supremas con guarnición, dos aguas, propina: 60 p. Después fuimos a buscar un descampado para hacer fotos nocturnas con el trípode y nos cruzamos con varios autos que se sacudían solitos entre las sombras y otros tantos que daban vueltas en busca de una sombra propia. Sacamos varias fotos de las estrellas cayendo sobre la orilla uruguaya. Veremos qué sale. Las fotos nocturnas me gustan por eso. Uno deja la cámara abierta ahí en espera que el universo haga lo suyo.
Dormimos tres horas y media y nos despertamos para el amanecer. Alto amanecer. El sol salía detrás del río y la luz que se reflejaba en el agua iluminaba las cosas desde abajo.
Volvimos a la cama pero con un paquete de facturas y una cremona que estaba muy bien. Los hijoputa de los protonazis seguía gritando. Me puse a ver por la ventana y disinguí al nazi heho y derecho que los dirigía. No sé por qué tengo el prejuicio de que esos tipos tienen sus perversiones Pero no de las qe todos tenemos, sino de esas mala onda. Y el gordito bigotón éste encajaba perfecto en mi prejuicio. Así que los odié bastante mientras trataba de dormir. SERVIR SERVIR SERVIR.
Al mediodía encaramos para capital. En un momento, vimos un camión que se tiraba encima de un auto. El auto, a 110 km/h tuvo que meterse en la banquina para zafar por poco. Y yo pensaba, a ese tipo hay que cagarlo a trompadas. Y pensaba, si el del auto logra frenarlo y lo baja para pegarle, yo me prendo. Y pensaba, cómo mierda se hace para frenar a un camión de esos? Hasta que vic me dijo que el tipo podía decirle a la gente de gendarmería de más adelante para que lo pare. Y, claro, a mí nunca se me ocurren esas cosas.
Al rato nos dimos cuenta de que la nafta no iba a alanzar para llegar buenos aires y tal vez no alcanzaba para cruzar a zárate. A mí me subió un poco la adrenalina pensar que no nos alcanzaba la nafta, que podíamos quedarnos a mitad de puente con el auto parado. Como le pasó a Kramer, para los que veían Seinfield. Pero justo encontramos una estación antes de subir al primer puente y la mirada de Vic, de "te mato si no parás en ésta", hizo que cargara nafta. Volvíamos por la panamericana y ya empezaba a sentir el bajón de domingo por la noche, aunque fuera lunes.
El sábado temprano arrancamos para Colón. Vic quería manejar así que aproveché para sacar fotos en el camino. Había una luz preciosa, es que justo nos tocó uno de esos días en el que pasa un rebaño de nubes, lento y pesado, pero que deja pasar los rayos de sol. Saqué muchas fotos, demasiadas, tal vez. Fuimos por la 9 hasta zárate para cruzar el puente. Me gusta ese puente. Me gustan los puentes. Hay algo de volar en un puente, creo yo. O de bailar, que viene a ser la misma cosa. Bueh, decía, íbamos por el puente. Cada tanto le pedía a vic que acelerara, o que frenara para alejarse de un camión, que a derecha, que a izquierda y así. Espero que alguna foto haya salido bien. Después de cruzar a Entre Ríos, a ella le tocó cebar y a mí manejar. Esto hizo que fuéramos más lento porque cada dos por tres veía un claro iluminado por dios y tenía que parar en la banquina para sacar fotos. Llegamos a Colón, que está más lejos y es más grande de lo que pensaba. Por suerte encontramos un depto para alquilar el finde lejos del centro y frente al río. Eso sí, íbamos a tener que ahorrar en todo lo demás. Llamamos, nos dieron las indicaciones para llegar y antes de que nos bajáramos del auto ya estaba la mujer para atendenos. Una copada, la verdad. Nos decía todo el tiempo gurises y eso me compró. El depto estaba copado, con una ventana al rio y todo. Lo único malo, y que íbamos a padecer todo el fin de seana, eran los putos boyscouts que estaba en el camping vecino.
Salimos a dar una vuelta en auto. Es lindo Colón. Hay algo en las ciudades turísticas del interior pensadas para el interior que me gusta. Después vamos los porteños y lo arruinamos todo. Pero por suerte, es algo que sobrevive, como una deadencia pintoresca o algo así. Hay varios de los que alguna vez fueron barcos, durmiendo sobre la playa, mucha gente pescando y muchos pero muchos motorhomes. Siempre quise tener uno. Uno de esos viejos, pintado de varios colores, que bien podrían haber sido en su juventú un 168 o cualquier otro bondi.
Después de la siesta, partimos en busca de nuestra cena. No pdíamos comer afuera porque habíamos invertido demasiado en el techo. Quise hacer pescado pero, cosa rara, no había pescadería abierta. Salió carne al horno con papas. Cuando nos acostamos nos dimos escuchamos los primeros gritos de al lado. DFSNSDFANDFSAN?, gritaba alguien y veinte pendejos gritaban SERVIR. Y después todos juntos VIVA LA PATRIA, VIVA. Entonces nos dimos cuenta de que íbamos a tener que convivir con unos protonazis todo el fin de semana.
Al día siguiente, los protonazis nos despertaron a las 8 de la matina. Seguían gritando igualito que la noche anterior. Tuvimos que usar la mañana para recuperar parte del sueño. Después, salimos a caminar y se nos ocurrió hacer hamburguesas en una de las tantas parrillas públicas que tiene la ciudad sobre la orilla. En lo que no pensé fue en que no teniamos diario ni en el viento hijoputa que soplaba. Por suerte, gracias a mi ingenio poderosísimo logré hacer el fuego. La hamburguesas estuvieron bien pero como siempre disfruté mucho más de hacer el fuego que de comer lo cocinado. Pasaos por la entrada de las termas pero ni pensamos en entrar. A mí la verdá que no me entusiasma mucho la idea de meterme en una pileta de agua caliente con otras 50 personas. Vimos un atardecer increíble y volvimos a la casa a ver un documental acerca de Herzog: Herzog se come su zapato. Se trata de una charla que da herzog después de que Errol Morris logra filmar y presentar su película "Puertas al cielo". Al parecer herzog había prometido que se iba a comer su zapato si Morris hacía su peli y fue a cumplir su promesa. Claro que lo que tiene de interesante el documental es el personaje Herzog, que a lo largo de la charla se comiendo el zapato de a trocitos. Ese tipo me hace sentir vergüenza de mí mismo. Lo miro siempre tan verdadero que me da culpa y tristeza toda la mentira en la que vivo.
A la noche, nos despertamos después de una siesta y nos dimos cuenta de que era media noche. Por suerte encontramos un lugar que tenía la cocina abierta. Dos supremas con guarnición, dos aguas, propina: 60 p. Después fuimos a buscar un descampado para hacer fotos nocturnas con el trípode y nos cruzamos con varios autos que se sacudían solitos entre las sombras y otros tantos que daban vueltas en busca de una sombra propia. Sacamos varias fotos de las estrellas cayendo sobre la orilla uruguaya. Veremos qué sale. Las fotos nocturnas me gustan por eso. Uno deja la cámara abierta ahí en espera que el universo haga lo suyo.
Dormimos tres horas y media y nos despertamos para el amanecer. Alto amanecer. El sol salía detrás del río y la luz que se reflejaba en el agua iluminaba las cosas desde abajo.
Volvimos a la cama pero con un paquete de facturas y una cremona que estaba muy bien. Los hijoputa de los protonazis seguía gritando. Me puse a ver por la ventana y disinguí al nazi heho y derecho que los dirigía. No sé por qué tengo el prejuicio de que esos tipos tienen sus perversiones Pero no de las qe todos tenemos, sino de esas mala onda. Y el gordito bigotón éste encajaba perfecto en mi prejuicio. Así que los odié bastante mientras trataba de dormir. SERVIR SERVIR SERVIR.
Al mediodía encaramos para capital. En un momento, vimos un camión que se tiraba encima de un auto. El auto, a 110 km/h tuvo que meterse en la banquina para zafar por poco. Y yo pensaba, a ese tipo hay que cagarlo a trompadas. Y pensaba, si el del auto logra frenarlo y lo baja para pegarle, yo me prendo. Y pensaba, cómo mierda se hace para frenar a un camión de esos? Hasta que vic me dijo que el tipo podía decirle a la gente de gendarmería de más adelante para que lo pare. Y, claro, a mí nunca se me ocurren esas cosas.
Al rato nos dimos cuenta de que la nafta no iba a alanzar para llegar buenos aires y tal vez no alcanzaba para cruzar a zárate. A mí me subió un poco la adrenalina pensar que no nos alcanzaba la nafta, que podíamos quedarnos a mitad de puente con el auto parado. Como le pasó a Kramer, para los que veían Seinfield. Pero justo encontramos una estación antes de subir al primer puente y la mirada de Vic, de "te mato si no parás en ésta", hizo que cargara nafta. Volvíamos por la panamericana y ya empezaba a sentir el bajón de domingo por la noche, aunque fuera lunes.
Thursday, August 12, 2010
Ayer estaba en la clase de Ueno, disfrutando lo que veíamos y escuchando al tipo. Decía muchas cosas que ya había escuchado de otros maestros que tuve pero más que nada decía cosas con las que me sentía totalmente identificado: formas de sentir la fotografía. Ahora, lo que me dejó pensando fue si realmente hay algo que se transmite genéticamente. Para los que no sabían, los dos tenemos sangre japonesa. Decía, algo, no los genes en sí, sino una escencia que te recorre y que es así nomás. Igual pienso en mis viejos y creo que no sienten el arte como yo lo siento. No sé. Tal vez sí otras cosas. No lo sé realmente.
Decía, escuché a ueno y salí de la clase como me pasa cuando leo un buen libro o veo una buena película: con ganas de ver, de escuchar, de sentir. Saqué algunas fotos antes de llegar a mi taller de guión y un par camino a casa. Me gusta sacar fotos. Diría que me gusta más sacar fotos que ver mis fotos. O son dos cosas que vivo de forma totalmente separada. No encuentro relación entre ellas. Es que al sacar fotos veo la magia de las cosas. Eso me pasa. A veces lo puedo capturar y a veces no, pero sí lo estoy viendo. Lo mismo pasa al escribir. Cuando escribo diría que no estoy creando nada sino estoy comprendiendo, y esa comprensión me hace percibir, una vez más, la magia de las cosas. Ahí está: para mí crear es percibir.
Por la magia de las cosas, kampai.
Decía, escuché a ueno y salí de la clase como me pasa cuando leo un buen libro o veo una buena película: con ganas de ver, de escuchar, de sentir. Saqué algunas fotos antes de llegar a mi taller de guión y un par camino a casa. Me gusta sacar fotos. Diría que me gusta más sacar fotos que ver mis fotos. O son dos cosas que vivo de forma totalmente separada. No encuentro relación entre ellas. Es que al sacar fotos veo la magia de las cosas. Eso me pasa. A veces lo puedo capturar y a veces no, pero sí lo estoy viendo. Lo mismo pasa al escribir. Cuando escribo diría que no estoy creando nada sino estoy comprendiendo, y esa comprensión me hace percibir, una vez más, la magia de las cosas. Ahí está: para mí crear es percibir.
Por la magia de las cosas, kampai.
Recién volvía de una ronda de quehaceres barriales (sacar plata (por fin me pusieron en blanco), ir a la panadería francesa (por cierto, me atendió una francesa encantadora) pasar por la mercería (sí, la mercería), ir al super chino (las cosas de siempre y un benjamín cabernet) y buscar la ropa al lavadero) y mientras caminaba lleno de una felicidad estúpida (en realidad, estúpido yo siendo que la felicidad me llega así de fácil la aprovecho pocas veces) decía, desbordado por esta felicidad caminaba acompañado por el viento que me daba un aventón (nunca mejor usada esta palabra) para que mis pasos fueran más livianos. Y así, casi flotando, me di cuenta de que unas hojas secas me acompañaban, como una manada de cachorritos que te siguen moviendo la cola. A veces se apuraban para adelantarse pero en seguida frenaban para esperarme.
No sé si todos esto tendrá que ver con que ayer empecé el curso de Guillermo Ueno. Vimos un documental de ceramistas japoneses, fotos polaroid bellísimas de Tarkovsky y un videíto de Caldini.
O tal vez tiene que ver con que por primera vez en mucho tiempo parece que estoy construyendo algo, algo distinto a un castillo de naipes.
Me gustan estas casualidades.
No sé si todos esto tendrá que ver con que ayer empecé el curso de Guillermo Ueno. Vimos un documental de ceramistas japoneses, fotos polaroid bellísimas de Tarkovsky y un videíto de Caldini.
O tal vez tiene que ver con que por primera vez en mucho tiempo parece que estoy construyendo algo, algo distinto a un castillo de naipes.
Me gustan estas casualidades.
Monday, August 09, 2010
Cada día al volver del trabajo, Sergio le dedicaba cuatro horas y cuarenta y cinco minutos a Camila. Camila era una muñeca de madera de un metro sesenta y cinco. Claro que al principio era sólo tornillos, tuercas, pintura y telas, pero a lo largo de los años, de a poco, todo eso fue convirtiéndose en mujer. Cada día Sergio agregaba pelos, o los quitaba, ponía canas o las pintaba, maquillaba o le lavaba la cara. Era un marido muy atento que percibía el estado anímico de Camila. A medida de que a Sergio le fueron saliendo arrugas, se dio cuenta de que también a su mujer, aunque el cuidado con cremas atenuaba el paso del tiempo. Al principio no le molestaron pero le daba un poco de rabia que ella se hubiese dejado estar. Cualquiera hubiese dicho que Camila se veía muy joven para la edad que tenía pero, aún así, Sergio se encontró un día mirando a una de las secretarias de la oficina, cosa que nunca le había pasado desde que había conocido a su mujer. Empezó a reducir las horas que le dedicaba a Camila, a veces con la excusa de ir a hacer compras, o reuniones con los compañeros de trabajo. De a poco, fue odiándola en secreto. Siempre tan condescendiente, ella; siempre tan correcta. Pero Sergio sabía la verdad. Sabía que todo lo hacía por complacerlo mientras, en el fondo, lo despreciaba. Pensó en dejarla, en seguir su vida sin Camila, tal vez con la secretaria. Pero el odio era mucho más grande que eso. Así que un buen día, volvió a su casa con un bidón de kerosene y la llamó con dulzura. Camila no respondió. Volvió a llamarla pero nada. La llamó a los gritos. La buscó en la cocina, en el cuarto, en el baño hasta que al fin se dirigió al armario. Cuando abrió la puerta sólo encontró una nota. La leyó con atención. Y la repitió en voz alta. Quiso llorar pero supo que era imposible. Sin prisa pero con la seguridad que tienen las cosas, se encerró dentro del armario.
Friday, August 06, 2010
Cuando era chico tenía un amigo con el que iba a los fichines, más que nada a jugar al flipper del Star Wars. Jugábamos uno de cada lado, por lo general yo manejaba la paleta derecha y él la izquierda. Éramos buenos realmente, nos sabíamos todas las jugadas y hasta nos hacíamos pases. Podíamos sacar dos o tres créditos por cada ficha. Cuando no teníamos plata, salíamos a andar en bicicleta: él usaba la de su hermana y yo la de él. Dábamos vueltas por un parque enorme que tiene un puente sobre la avenida. Me acuerdo que, sin cambios, me costaba subir al puente. Y también me acuerdo de la sensación de que iba a abandonar a mitad de camino y de la satisfacción de llegar hasta arriba. Algunas veces, pocas en realidad, tiramos las bicis al pasto y nos sentamos a charlar. Hablábamos de cualquier boludez. Y también hablábamos de chicas. Una vez me contó que le gustaba Julia. Que se moría de amor por Julia. Pero que estaba seguro de que Julia nunca le iba a dar bola. A mí también me parecía que no le iba a dar bola Así que no le dije que estaba equivocado sino que me pasaba lo mismo con Leti. Y era la primera vez que le contaba algo así a alguien. Era la primera vez que podía mostrar mis miedos y se sentía como bajar de aquel puente, sin ninguna necesidad de pedalear.
Dos meses después de esa conversación, mi amigo encaró a Juli. No sé qué le dijo pero ellos nunca salieron ni nada. Yo a Leti nunca le dije nada. De a poco dejamos de vernos con mi amigo. Él empezó a verse con otras personas, empezó a fumar y a salir a lugares a los que yo no iba. Ya no nos juntábamos a jugar al Star Wars. Me habían traicionado.
Un día mi amigo se acercó y no había forma de que pudiera evitarlo. Me preguntó por qué ya no le hablaba. Porque empezaste a fumar, me apuré a decirle. Y mientras lo decía me escondí con la cabeza bien en alto, traté de sostener su mirada apilando la mayor cantidad de estupidez posible. Quería decirle tantas cosas, contarle del miedo que tenía a tanta soledad, del miedo a que Leti se burlara, de lo lejos que sentía la cima del puente. Pero tanta estupidez me cubrió la boca y él se alejó sin pedir más explicaciones. Entonces entendí que el traidor había sido yo.
Dos meses después de esa conversación, mi amigo encaró a Juli. No sé qué le dijo pero ellos nunca salieron ni nada. Yo a Leti nunca le dije nada. De a poco dejamos de vernos con mi amigo. Él empezó a verse con otras personas, empezó a fumar y a salir a lugares a los que yo no iba. Ya no nos juntábamos a jugar al Star Wars. Me habían traicionado.
Un día mi amigo se acercó y no había forma de que pudiera evitarlo. Me preguntó por qué ya no le hablaba. Porque empezaste a fumar, me apuré a decirle. Y mientras lo decía me escondí con la cabeza bien en alto, traté de sostener su mirada apilando la mayor cantidad de estupidez posible. Quería decirle tantas cosas, contarle del miedo que tenía a tanta soledad, del miedo a que Leti se burlara, de lo lejos que sentía la cima del puente. Pero tanta estupidez me cubrió la boca y él se alejó sin pedir más explicaciones. Entonces entendí que el traidor había sido yo.
Tuesday, August 03, 2010
He visto mucho porno en mi vida. Ya les conté de la primera porno que vi y ahora vamos a seguir en esa temática. Hace algunos años trabajaba en multicanal, en el callcenter. Mi horario iba de medianoche a seis de la mañana. Sí, horario choto pero que me dio tiempo para leer, para escribir y para ver mucho porno. Hasta que entré a ese trabajo, mis únicos accesos a la pornografía habían sido las películas que alquilábamos en la adolescencia y las otras codificadas, que había que moverse de arriba abajo y de izquierda a derecha para entender algo. Pero multicanal me mostró todo un mundo. En ese horario sólo trabajábamos cinco: tres hombres, uno de treinta y tantos y dos de veintitantos y dos mujeres, una de veinti y pocos y otra de treinta y pocos . No nunca pasó nada Y ahora que lo pienso eso sí que es extraño. Bueh, supongo que los cuatro éramos bastante raritos. Decía, llegábamos, laburábamos un par de horas hasta que todos los clientes se iban a dormir y entonces nos quedaba toda la noche para nosotros. Claro que siempre estaban esos llamados molestos, por lo general alguien reclamando por el porno que no estaban pudiendo ver. Porque, básicamente, ésa era la razón de nuestro trabajo: la pornografía que se desplegaba codificada a lo largo de esas seis horas. En la sala donde trabajábamos había seis televisores, dos de los cuales estaban siempre en Playboytv y en Venus. Otra de nuestras funciones era controlar que la señal estuviera saliendo bien. Así que durante dos años y medio de mi vida, vi seis (o doce) horas de porno diaria. Claro que a los pocos meses ya ni me llamaban la atención. Porque ni siquiera era que pasaban cosas raras ni nada. Venus era el conservadurismo del porno y Playboy no era ni siquiera porno sino pura histeria que se quedaba a mitad de camino. Ah sí, no sólo saco fotos y escribo, también puedo hacer crítica cinematográfica. A veces, cuando no había nada más que ver en lo otros canales, nos sentábamos a comentar la transmisión. Eso sí, en voz baja y con la tele muda, porque había que respetar a los que estaban durmiendo. Las mujeres que trabajan conmigo, siempre se ufanaban de que lo que tenían en casa era mucho más grande que la de Rocco (andá a saber) y nosotros calificábamos los petes en escalas de uno al diez. Pero la verdad que los petes de las pornos pocas veces superan el 7. Se hablaba bastante de sexo (sí, aún así, nunca pasó nada entre nosotros), era uno de nuestros temas principales, pero el tema más recurrente eran las relaciones de pareja. En ese tiempo andaba medio casado, vivía con mi ex y teníamos una vida de pareja. Claro que cada noche después de cenar, yo salía a mirar horas y horas de porno y sólo llegaba a casa a las siete de la mañana, un par de horas antes de que ella entrara a su trabajo.
En fin, ya me olvidé qué era lo que quería contar.
En fin, ya me olvidé qué era lo que quería contar.
Monday, August 02, 2010
Friday, July 30, 2010
Wednesday, July 07, 2010
Vuelvo a la senda del blog. Además, hoy descubrí que me gustan las rutinas. De veldá veldadera. A fuego.
Por ejemplo, me gusta ir al ugi´s de acoyte y diaz velez cuando salgo de taller. Ahí me pido mitá de pizza y me siento en sus sillas rojas, entre sus paredes y luces de hospital. Me quedo un rato nomás. Miro a la gente y escucho unos pocos minutos de la radio que el tipo siempre tiene encendida. Después salgo y camino las últimas cuadras hasta casa.
Hoy hice exactamente eso. Miré un rato a la pareja que charlaba tomados de las manos y a un tipo que parecia como enojado con el universo, o con la campera de cuero que llevaba, andá a saber. Salí, seguí hasta casa y cuando estaba a 15 metros de avellaneda escucho el chirrido caracterísitico antes de un choque. Levanto la mirada y veo a un taxi que pierde el control, se sube a la vereda que yo estaba a punto de cruzar y se incrusta contra un negocio de fiambres y quesos que hay en la esquina. Toda la gente empezó a acercarse y chusmiar y yo seguí de largo seguro, una vez más, de que el destino me tiene mucho aprecio.
Por ejemplo, me gusta ir al ugi´s de acoyte y diaz velez cuando salgo de taller. Ahí me pido mitá de pizza y me siento en sus sillas rojas, entre sus paredes y luces de hospital. Me quedo un rato nomás. Miro a la gente y escucho unos pocos minutos de la radio que el tipo siempre tiene encendida. Después salgo y camino las últimas cuadras hasta casa.
Hoy hice exactamente eso. Miré un rato a la pareja que charlaba tomados de las manos y a un tipo que parecia como enojado con el universo, o con la campera de cuero que llevaba, andá a saber. Salí, seguí hasta casa y cuando estaba a 15 metros de avellaneda escucho el chirrido caracterísitico antes de un choque. Levanto la mirada y veo a un taxi que pierde el control, se sube a la vereda que yo estaba a punto de cruzar y se incrusta contra un negocio de fiambres y quesos que hay en la esquina. Toda la gente empezó a acercarse y chusmiar y yo seguí de largo seguro, una vez más, de que el destino me tiene mucho aprecio.
Friday, July 02, 2010
Wednesday, June 23, 2010
Monday, June 21, 2010
Los usos al pedo:
Como estoy al pedo, me puse a pensar todos los usos de esta palabra tan volátil. Está, claro, el uso definido por cualquier diccionario: "ventosidad que se expulsa desde los intestinos por el ano". Ej: "No mientás, mirá si no te va a gustar el olor de tu propio pedo." Acá ya encontramos un primer uso derivado de la velocidad del suceso: "El otro día iba a los pedos"; "Hice todo en un pedo y salí"
Algunos diccionarios también incluyen las borracheras: el pedo melancólico, el pedo bajón, el pedo misericordioso, el pedo pa cincuenta. Este uso tiene sus derivaciones semánticas: la de improbabilidad/imposibilidad: "A esa hora no llego ni en pedo"; la de negación rotunda: "Ni en pedo te pago las cuentas".
También hay usos algo más incomprensibles: "Me cagó a pedos" (más allá de una congruencia semántica, no logro entender bien esta reprimenda escatológica) "Estar al pedo" (¿qué onda?).
Y, claro, terminamos por los usos más simpáticos, que muchas veces ocurren después de un buen pedo: "pedo de concha"; "pedo de panzas" y "pedo de pechos / de tetas" (en estos dos últimos casos se necesitan al menos dos personas para que el fenómeno ocurra y, debido a la cantidad de transpiración necesaria, suele suceder a partir del final del primero polvo y en los sucesivos (sí, tal vez "los" sea una essageración)).
Como estoy al pedo, me puse a pensar todos los usos de esta palabra tan volátil. Está, claro, el uso definido por cualquier diccionario: "ventosidad que se expulsa desde los intestinos por el ano". Ej: "No mientás, mirá si no te va a gustar el olor de tu propio pedo." Acá ya encontramos un primer uso derivado de la velocidad del suceso: "El otro día iba a los pedos"; "Hice todo en un pedo y salí"
Algunos diccionarios también incluyen las borracheras: el pedo melancólico, el pedo bajón, el pedo misericordioso, el pedo pa cincuenta. Este uso tiene sus derivaciones semánticas: la de improbabilidad/imposibilidad: "A esa hora no llego ni en pedo"; la de negación rotunda: "Ni en pedo te pago las cuentas".
También hay usos algo más incomprensibles: "Me cagó a pedos" (más allá de una congruencia semántica, no logro entender bien esta reprimenda escatológica) "Estar al pedo" (¿qué onda?).
Y, claro, terminamos por los usos más simpáticos, que muchas veces ocurren después de un buen pedo: "pedo de concha"; "pedo de panzas" y "pedo de pechos / de tetas" (en estos dos últimos casos se necesitan al menos dos personas para que el fenómeno ocurra y, debido a la cantidad de transpiración necesaria, suele suceder a partir del final del primero polvo y en los sucesivos (sí, tal vez "los" sea una essageración)).
Saturday, June 19, 2010
Monday, June 14, 2010
Hoy volví a la pixa. Pero no de esos regresos de preparame una pizzaiolla y me voy sino regresos de los de verdá. A ver, son las 2 de la mañana y tengo toda la heladera del pobre tano encima y mañana hoy me levanto dentro de 4 hs. De esos regresos. De los que hace tres horas que trato de irme de la pixería y no lo logro porque los vasos son mágicos: no importa cuánto ímpetu uno le ponga ni cuántas botellas llevemos tomadas, los hijoputa nunca se vacían.
Hubo frases de la noche pero no logro recordarlas. Maldita maldita sea.
Hubo frases de la noche pero no logro recordarlas. Maldita maldita sea.
Sunday, June 13, 2010
Saturday, June 12, 2010
Thursday, June 10, 2010
Pueblo 3. Día 1.
El Paraná estaba imponente. Parecía vertical de tan orgulloso. El agua estaba alta y queriendo salirse de las orillas. Hasta los cargueros parecían aún más grandes. Avanzamos despacio, como acariciando al río. O al revés. Claro, me acabo de dar cuenta de que las caricias son relativas: tal vez la mano es la que se hace acariciar por la espalda. Decía, surcábamos (siempre quise usar este verbo) las aguas del Paraná y a cada rato aparecían pescadores en sus botes; por unos segundos, realmente pocos, quedaban perfectamente iluminados. Había que fotometrear, encuadrar y enfocar a los pedos porque al segundo siguiente, el mundo quedaba a contraluz. Rubén le gritó a uno de los pescadores que nos mostrar lo que había pescado y el tipo levantó tremendo bicho del tamaño de su torso. Creo que no llegué a sacarle la foto.
Rubén nos mostró su casa en la isla, unos canales, la escuela y el jardín de infantes. Así le sacan fotos. Daba la sensación de que quería que su isla quedara registrada de alguna forma. Yo miraba todo aquello y a Rubén y sentía que el tipo nos estaba dando la oportunidad de hacer un bien. Espero haberla aprovechado.
Volvimos al muelle cuando el sol besaba el horizonte. Nos despedimos de Rubén con la promesa de alcanzarle las fotos si alguna salía bien. Nos sentamos en la orilla a mirar los últimos minutos de sol y era la postal perfecta. Todavía me pregunto cómo hizo el río para que pudiéramos ver el atardecer.
El Paraná estaba imponente. Parecía vertical de tan orgulloso. El agua estaba alta y queriendo salirse de las orillas. Hasta los cargueros parecían aún más grandes. Avanzamos despacio, como acariciando al río. O al revés. Claro, me acabo de dar cuenta de que las caricias son relativas: tal vez la mano es la que se hace acariciar por la espalda. Decía, surcábamos (siempre quise usar este verbo) las aguas del Paraná y a cada rato aparecían pescadores en sus botes; por unos segundos, realmente pocos, quedaban perfectamente iluminados. Había que fotometrear, encuadrar y enfocar a los pedos porque al segundo siguiente, el mundo quedaba a contraluz. Rubén le gritó a uno de los pescadores que nos mostrar lo que había pescado y el tipo levantó tremendo bicho del tamaño de su torso. Creo que no llegué a sacarle la foto.
Rubén nos mostró su casa en la isla, unos canales, la escuela y el jardín de infantes. Así le sacan fotos. Daba la sensación de que quería que su isla quedara registrada de alguna forma. Yo miraba todo aquello y a Rubén y sentía que el tipo nos estaba dando la oportunidad de hacer un bien. Espero haberla aprovechado.
Volvimos al muelle cuando el sol besaba el horizonte. Nos despedimos de Rubén con la promesa de alcanzarle las fotos si alguna salía bien. Nos sentamos en la orilla a mirar los últimos minutos de sol y era la postal perfecta. Todavía me pregunto cómo hizo el río para que pudiéramos ver el atardecer.
Tuesday, June 08, 2010
Acabo de ver Checkpoint Rock, documentalazo de Fermin Muguruza. Es un documental que muestra la injusticia cometida sobre el pueblo palestino. Está contada a través de sus músicos y de su música. La película tiene una buena fotografía. Me gustó porque es sobria, sin caer en golpes bajos, sin quitarle protagonismo a los verdaderos protagonistas pero sin descuidar tampoco la estética. Tal vez éste sea el mismo mérito del director.
Toda la película es recorrida por un fantasma vivo: Mahmud Darwish. Me estoy enterando ahora que fue uno de los grandes poeta de nuestro tiempo. Al final del documental poenen un poema del tipo que es una trompada a la historia moderna. Hace una hora que lo estoy buscando sin suerte. Espero poder subirlo dentro de poco.
Mientras, les dejo un tema que aparece en el documental, es de Le Trio Joubran, está inspirado en "El jugador de dados" de Darwish y se llama "Sin tiempo para mañana"
Fear kept up with me and I continued with it
barefooted, forgetting my little memories
of what I wanted from tomorrow –
there is no time for tomorrow –
I walk / haste / run / go up / go down /
I scream / bark / howl / call / wail /
I go faster / slower / fall down / slow down / dry /
I walk / fly / see / do not see / stumble /
I become yellow / green / blue /
I split / break into tears /
I get thirsty / tired / hungry /
I fall down / get up / run / forget /
I see / do not see / remember / hear / comprehend /
I rave / hallucinate / mumble / scream /
I can not /
I groan / become insane / go astray /
I become less / more / fall down / go up / and drop /
I bleed / and I lose consciousness /
PD: éstas son las palabras sobre el final del tema, extracto del poema mencionado, y leído por el propio Darwish. Sepan disculpar que no me animé a una traducción. Acá, el poema completo.
Toda la película es recorrida por un fantasma vivo: Mahmud Darwish. Me estoy enterando ahora que fue uno de los grandes poeta de nuestro tiempo. Al final del documental poenen un poema del tipo que es una trompada a la historia moderna. Hace una hora que lo estoy buscando sin suerte. Espero poder subirlo dentro de poco.
Mientras, les dejo un tema que aparece en el documental, es de Le Trio Joubran, está inspirado en "El jugador de dados" de Darwish y se llama "Sin tiempo para mañana"
Fear kept up with me and I continued with it
barefooted, forgetting my little memories
of what I wanted from tomorrow –
there is no time for tomorrow –
I walk / haste / run / go up / go down /
I scream / bark / howl / call / wail /
I go faster / slower / fall down / slow down / dry /
I walk / fly / see / do not see / stumble /
I become yellow / green / blue /
I split / break into tears /
I get thirsty / tired / hungry /
I fall down / get up / run / forget /
I see / do not see / remember / hear / comprehend /
I rave / hallucinate / mumble / scream /
I can not /
I groan / become insane / go astray /
I become less / more / fall down / go up / and drop /
I bleed / and I lose consciousness /
PD: éstas son las palabras sobre el final del tema, extracto del poema mencionado, y leído por el propio Darwish. Sepan disculpar que no me animé a una traducción. Acá, el poema completo.
Pueblo 3 (Otamendi). Día 1.
Encontramos otras casas, algo más precarias, escondidas entra la vegetación densa. Y, de pronto, una vía. Y una Estación Ingeniero Otamendi. Tenía toda la pinta de estar abandonada. Avanzamos despacio hacia el paso a nivel; un nene que jugaba en las vías miró a los lados, como si pudiera venir un tren, y nos hizo señas de que podíamos pasar. Lo saludamos y seguimos por esa calle que te guiaba como una buena historia. Ojalá los caminos fueran siempre así, una calle que te lleva y te lleva y uno puede ir yendo sin hacer otra cosa que dejarse llevar. Sí, ya sé, ya sé. Decía, seguimos despacio y, después de una curva, la calle terminó de convertirse en un camino que atravesaba un descampado enorme. A cada lado, un canal, y más allá pastizales que se extendían hasta el horizonte. Nuestra querida calle nos había llevado a ningún lado. Avanzamos por el camino con la esperanza de que la nada se convirtiera en algo en algún momento. El camino nos dio la oportunidad de una explanada donde podíamos girar el auto. Paramos unos minutos, V sacó unas fotos y yo me quedé recostado en el asiento mirando esa tarde preciosa. Yo tenía ganas de saber qué había al final. Me daba mucha curiosidad pero tenía toda la pinta de que ahí no había nada. Decidimos volver. Otra vez nos encontramos con el nene. Disculpame, ¿a dónde lleva el camino? Hacia el río. Al parecer, la ansiedad nos había ganado una batalla pero no íbamos a darnos por vencidos. Otra vez una media vuelta, el nene volvió a cuidarnos del tren y nosotros volvimos a la historia que no tendríamos que haber abandonado. Después de unos minutos de avanzar en línea recta empezamos a ver grupos de nenes que pescaban en los canales y entonces sí el agua marrón del Paraná y el sol radiante sobre el horizonte. ¿Íbamos a ver el atardecer sobre el río? ¿Cómo era posible si estábamos del otro lado? Estacionamos y disfrutamos un poco del paisaje. Había sólo tres construcciones y una bajada para la balsa. Las tres construcciones eran de madera y estaban alzadas sobre pilares. Una de ellas parecía un almacén y a V le dio hambre. Subimos los escalones y caminamos sobre esos tablones que sonaban a cansados. Nos atendió una mujer. Simpática ella, aunque era difícil entender lo que decía. Lo que sí entendimos fue que nada de sánguches ni ninguna otra cosa que hiciera de almuerzo. La segunda construcción estaba vacía y en la tercera había un cartel que prometía salidas en lancha pero nada de comida. Debajo del cartel, sentado en de cara al sol, había un tipo tomando mate. Cuando nos alejábamos resignados, volví a mirar al tipo. Había algo en su pachorra que me atraía. Yo quiero tomar mate ahí, le dije a V. Así que volví. Disculpame, ¿puedo subir a tomar un mate? Con la cabeza me señaló una escalera empinada. Subí. Pero qué bien. Buenas, ¿qué tal? Me llamo Maxi. Rubén. Me senté en la silla que quedaba libre. Y saqué mi propio mate. Disculpame, es que me gustan amargos. Está bien, acá todo el mundo lo toma dulce. Ese primer mate salió tan rico. Al rato subió V. Rubén se paró y le ofreció la silla en que estaba sentado. No, está bien, me siento en el banquito. No, sentate acá que tiene respaldo. Así que nosotros estábamos en las mejores sillas de la casa. ¿De dónde vienen? De capital. ¿Están paseando? Sí, y sacando fotos. ¿Puedo sacarle fotos? Asintió como diciendo claro, qué más da. A mí no, dijo un nene que apareció de la nada y a la misma velocidad se metió por una puerta, salió por una ventana y saltó tres metros a tierra firme. Charlamos un poco, tomamos mate y sacamos fotos. El tipo transmitía paz. Rubén vivía en la isla de en frente y venía a trabajar de lanchero los sábados, cuando el dueño del lugar, adventista él, estaba en la iglesia. Si quieren puedo llevarlos a dar una vuelta en lacha. De onda. ¿Quieren? Sí, claro. Así sacan fotos. Sí, dale. Una hora más o menos. Sí, vamos. Corrimos a buscar abrigos y volvimos. Rubén nos subió a una lancha que tenía tres asientos: una silla de mimbre, una silla de jardín y una caja.
Encontramos otras casas, algo más precarias, escondidas entra la vegetación densa. Y, de pronto, una vía. Y una Estación Ingeniero Otamendi. Tenía toda la pinta de estar abandonada. Avanzamos despacio hacia el paso a nivel; un nene que jugaba en las vías miró a los lados, como si pudiera venir un tren, y nos hizo señas de que podíamos pasar. Lo saludamos y seguimos por esa calle que te guiaba como una buena historia. Ojalá los caminos fueran siempre así, una calle que te lleva y te lleva y uno puede ir yendo sin hacer otra cosa que dejarse llevar. Sí, ya sé, ya sé. Decía, seguimos despacio y, después de una curva, la calle terminó de convertirse en un camino que atravesaba un descampado enorme. A cada lado, un canal, y más allá pastizales que se extendían hasta el horizonte. Nuestra querida calle nos había llevado a ningún lado. Avanzamos por el camino con la esperanza de que la nada se convirtiera en algo en algún momento. El camino nos dio la oportunidad de una explanada donde podíamos girar el auto. Paramos unos minutos, V sacó unas fotos y yo me quedé recostado en el asiento mirando esa tarde preciosa. Yo tenía ganas de saber qué había al final. Me daba mucha curiosidad pero tenía toda la pinta de que ahí no había nada. Decidimos volver. Otra vez nos encontramos con el nene. Disculpame, ¿a dónde lleva el camino? Hacia el río. Al parecer, la ansiedad nos había ganado una batalla pero no íbamos a darnos por vencidos. Otra vez una media vuelta, el nene volvió a cuidarnos del tren y nosotros volvimos a la historia que no tendríamos que haber abandonado. Después de unos minutos de avanzar en línea recta empezamos a ver grupos de nenes que pescaban en los canales y entonces sí el agua marrón del Paraná y el sol radiante sobre el horizonte. ¿Íbamos a ver el atardecer sobre el río? ¿Cómo era posible si estábamos del otro lado? Estacionamos y disfrutamos un poco del paisaje. Había sólo tres construcciones y una bajada para la balsa. Las tres construcciones eran de madera y estaban alzadas sobre pilares. Una de ellas parecía un almacén y a V le dio hambre. Subimos los escalones y caminamos sobre esos tablones que sonaban a cansados. Nos atendió una mujer. Simpática ella, aunque era difícil entender lo que decía. Lo que sí entendimos fue que nada de sánguches ni ninguna otra cosa que hiciera de almuerzo. La segunda construcción estaba vacía y en la tercera había un cartel que prometía salidas en lancha pero nada de comida. Debajo del cartel, sentado en de cara al sol, había un tipo tomando mate. Cuando nos alejábamos resignados, volví a mirar al tipo. Había algo en su pachorra que me atraía. Yo quiero tomar mate ahí, le dije a V. Así que volví. Disculpame, ¿puedo subir a tomar un mate? Con la cabeza me señaló una escalera empinada. Subí. Pero qué bien. Buenas, ¿qué tal? Me llamo Maxi. Rubén. Me senté en la silla que quedaba libre. Y saqué mi propio mate. Disculpame, es que me gustan amargos. Está bien, acá todo el mundo lo toma dulce. Ese primer mate salió tan rico. Al rato subió V. Rubén se paró y le ofreció la silla en que estaba sentado. No, está bien, me siento en el banquito. No, sentate acá que tiene respaldo. Así que nosotros estábamos en las mejores sillas de la casa. ¿De dónde vienen? De capital. ¿Están paseando? Sí, y sacando fotos. ¿Puedo sacarle fotos? Asintió como diciendo claro, qué más da. A mí no, dijo un nene que apareció de la nada y a la misma velocidad se metió por una puerta, salió por una ventana y saltó tres metros a tierra firme. Charlamos un poco, tomamos mate y sacamos fotos. El tipo transmitía paz. Rubén vivía en la isla de en frente y venía a trabajar de lanchero los sábados, cuando el dueño del lugar, adventista él, estaba en la iglesia. Si quieren puedo llevarlos a dar una vuelta en lacha. De onda. ¿Quieren? Sí, claro. Así sacan fotos. Sí, dale. Una hora más o menos. Sí, vamos. Corrimos a buscar abrigos y volvimos. Rubén nos subió a una lancha que tenía tres asientos: una silla de mimbre, una silla de jardín y una caja.
Monday, June 07, 2010
Pueblo 3 (Ingeniero Otamendi). Día 1.
El plan era otro, como siempre. Primero pensé en Carlos Keen o Tomás Jofré. Además de los nombres simpáticos, me atraía la fama que tienen de buen comer. Según me dijeron, son pueblos de quinientos, seiscientos habitantes que los fines de semana se llenan con dos mil, tres mil turistas-comensales. Con algo de suerte, ya contaré acerca de un asado increíble, de una provoleta que te hace viajar y de una resaca de comida (grosas las resacas de comida) que ni te digo. Mientras, les cuento lo que pasó hoy.
Pasó que la lacreamos (del verbo lacrear: def. comportarse como una lacra). Sí, otra vez. Sí, con V. Cuando al fin logramos salir de la cama eran las dos de la tarde y recién arrancamos a las tres. Era tarde para el almuerzo de Carlitos o de Tomás, así que buscamos otro destino. ¿Qué te parece San Pedro? ¿Qué hay en San Pedro? No sé. Bueh, vamos. Cargamos cámaras y demás bártulos y enfilamos para la panamericana en un día que llamaba a mate y a tirarse bajo el sol. Anduvimos un rato nomás cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a perder la tarde en la ruta. ¿Y si vamos a Otamendi? ¿Qué hay Otamendi? No sé. Bueh, vamos. En seguida encontramos la salida de Otamendi, la colectora nos llevó a una calle y esa calle era el pueblo. Una veintena de casas se distribuían a sus lados. Seguimos por la calle con la seguridad, la esperanza segura, más bien, de que Otamendi tenía mucho más para ofrecernos. Vimos la entrada a la Reserva Natural pero esa calle que ya empezaba a convertirse en camino nos llamaba.
PD: creo que la fotografía analógica no se lleva bien con el blog.
El plan era otro, como siempre. Primero pensé en Carlos Keen o Tomás Jofré. Además de los nombres simpáticos, me atraía la fama que tienen de buen comer. Según me dijeron, son pueblos de quinientos, seiscientos habitantes que los fines de semana se llenan con dos mil, tres mil turistas-comensales. Con algo de suerte, ya contaré acerca de un asado increíble, de una provoleta que te hace viajar y de una resaca de comida (grosas las resacas de comida) que ni te digo. Mientras, les cuento lo que pasó hoy.
Pasó que la lacreamos (del verbo lacrear: def. comportarse como una lacra). Sí, otra vez. Sí, con V. Cuando al fin logramos salir de la cama eran las dos de la tarde y recién arrancamos a las tres. Era tarde para el almuerzo de Carlitos o de Tomás, así que buscamos otro destino. ¿Qué te parece San Pedro? ¿Qué hay en San Pedro? No sé. Bueh, vamos. Cargamos cámaras y demás bártulos y enfilamos para la panamericana en un día que llamaba a mate y a tirarse bajo el sol. Anduvimos un rato nomás cuando nos dimos cuenta de que nos íbamos a perder la tarde en la ruta. ¿Y si vamos a Otamendi? ¿Qué hay Otamendi? No sé. Bueh, vamos. En seguida encontramos la salida de Otamendi, la colectora nos llevó a una calle y esa calle era el pueblo. Una veintena de casas se distribuían a sus lados. Seguimos por la calle con la seguridad, la esperanza segura, más bien, de que Otamendi tenía mucho más para ofrecernos. Vimos la entrada a la Reserva Natural pero esa calle que ya empezaba a convertirse en camino nos llamaba.
PD: creo que la fotografía analógica no se lleva bien con el blog.
Friday, June 04, 2010
Pueblo 2 (Azul). Día 3 y 4.
Sí, todos lo sabíamos: no logramos levantarnos para ir al teatro. Eran como las 2 de la mañana cuando salimos a buscar algo de comer. Entonces sí que estábamos en el horno. ¿Dónde íbamos a conseguir comida a esa hora en Azul? Dimos varias vueltas hasta que se nos ocurrió preguntar en el pool amigo. Sí, tenemos empanadas. Jooosha. Mande a marchar 3 de jamón y queso y 3 de carne. Chicos, soy X (no recuerdo el nombre de la moza). Cualquier cosa que necesiten me avisan. Pero no dejen el dinero sobre la mesa que eso acá no se acostumbra. Ta bieeen, ya entendimos. Trajeron empanadas de pollo y entibiadas al microondas. Llamamos a la moza que nos las cambió por otras empanadas un poco más frías. Bebimos sólo una cerveza y jugamos al pool en una mesa que se quedaba quietita. Tal vez por eso apestamos y tardamos montón en jugar sólo dos fichas. Volvimos pronto al hotel y nos mudamos a la única cama que quedaba sin usar.
Nos levantamos temprano para tomar el desayuno, que fue mucho mejor de lo esperado. Un café con leche y medialunas que estaban muy bien. Miramos la lluvia, que ya se había vuelto costumbre, y a los otros pasajeros. Cosa extraña: había bastante gente. ¿Dónde estaban metidos? Como somos muy inteligentes, después del desayuno y antes de partir para Buenos Aires, pasamos por la oficina de turismo. Fue ahí que nos enteramos de que hay unas cierras copadas para ver, el camping municipal, el parque municipal, la biblioteca de quijotes y demases. Ni modo, tendré que volver a Azul. Hicimos a tiempo para visitar el cementerio y el parque municipal. A la entrada del cementerio está tremendo Arcángel (creo que es un arcángel) de Salamone, con su espada y sus alas. La verdad es que sorprende. Ves alrededor las casas bajas, las calles casi vacías, la sensación de pueblo y ahí en el medio el señor Arcángel y, detrás de él, la puertota de cemento y piedra. Seguimos al parque municipal. La entrada también fue diseñada por Salamone y se nota por esa geometría monolítica y el diseño del parque es de Thays, el mismo del parque Centenario, el Jardín Botánico, las Barrancas de Belgrano, etc. Así que muy pero muy lindo. Hasta tiene un trencito, que claro que en ese momento no estaba funcionando. Sacamos varias fotos pero en ese momento ya sabía que no iba a lograr captar tantos colores. Nos despedimos de Azul y arrancamos para Buenos Aires.
Sí, todos lo sabíamos: no logramos levantarnos para ir al teatro. Eran como las 2 de la mañana cuando salimos a buscar algo de comer. Entonces sí que estábamos en el horno. ¿Dónde íbamos a conseguir comida a esa hora en Azul? Dimos varias vueltas hasta que se nos ocurrió preguntar en el pool amigo. Sí, tenemos empanadas. Jooosha. Mande a marchar 3 de jamón y queso y 3 de carne. Chicos, soy X (no recuerdo el nombre de la moza). Cualquier cosa que necesiten me avisan. Pero no dejen el dinero sobre la mesa que eso acá no se acostumbra. Ta bieeen, ya entendimos. Trajeron empanadas de pollo y entibiadas al microondas. Llamamos a la moza que nos las cambió por otras empanadas un poco más frías. Bebimos sólo una cerveza y jugamos al pool en una mesa que se quedaba quietita. Tal vez por eso apestamos y tardamos montón en jugar sólo dos fichas. Volvimos pronto al hotel y nos mudamos a la única cama que quedaba sin usar.
Nos levantamos temprano para tomar el desayuno, que fue mucho mejor de lo esperado. Un café con leche y medialunas que estaban muy bien. Miramos la lluvia, que ya se había vuelto costumbre, y a los otros pasajeros. Cosa extraña: había bastante gente. ¿Dónde estaban metidos? Como somos muy inteligentes, después del desayuno y antes de partir para Buenos Aires, pasamos por la oficina de turismo. Fue ahí que nos enteramos de que hay unas cierras copadas para ver, el camping municipal, el parque municipal, la biblioteca de quijotes y demases. Ni modo, tendré que volver a Azul. Hicimos a tiempo para visitar el cementerio y el parque municipal. A la entrada del cementerio está tremendo Arcángel (creo que es un arcángel) de Salamone, con su espada y sus alas. La verdad es que sorprende. Ves alrededor las casas bajas, las calles casi vacías, la sensación de pueblo y ahí en el medio el señor Arcángel y, detrás de él, la puertota de cemento y piedra. Seguimos al parque municipal. La entrada también fue diseñada por Salamone y se nota por esa geometría monolítica y el diseño del parque es de Thays, el mismo del parque Centenario, el Jardín Botánico, las Barrancas de Belgrano, etc. Así que muy pero muy lindo. Hasta tiene un trencito, que claro que en ese momento no estaba funcionando. Sacamos varias fotos pero en ese momento ya sabía que no iba a lograr captar tantos colores. Nos despedimos de Azul y arrancamos para Buenos Aires.
Thursday, June 03, 2010
Pueblo 2. Dia 3.
Nos levantamos tarde y remoloneamos largo rato. Afuera llovía y daba mucha fiaca salir. Por suerte no tuvimos resaca. Cuando al fin ganamos la calle ya era la hora de la siesta. Otra vez el problema del almuerzo, pero encontramos una gran solución. Fuimos hasta la ruta y encontramos una de esos restaurantes para camioneros. Me encantan esos lugares: buena comida, abundante y barata, ventanas a la ruta y conversaciones que dan mucha curiosidad. La chica que nos atendió sugirió carne mechada al horno: una delicia. Carne al horno (dos pedazotes por porción), agua, café: 65 p. Nos tomamos nuestro tiempo para arrancar, se sentía bien nada más estar sentados ahí mirando la lluvia.
Enfilamos para el hipódromo. Sí, Azul tiene hipódromo y cancha de polo. Una chetada, la verdad. Decía, fuimos al hipódromo que estaba medio vacío y con todas las puertas abiertas. Sólo había un par de tipos que laburaban ahí, un caballo negro que brillaba en medio del parque y otro que pasaba de vez en cuando en bicicleta paseando cuatro galgos finitos finitos. Un manjar para nuestras cámaras: los colores del otoño brillaban con la garúa. Nos separamos, cada uno por su lado con su mirada. Yo me obsesioné con un arbolito todo amarillo. Parecía pintado ahí, sobre el mismo aire. Le saqué varias fotos pero ninguna salió bien. Cuando logré mirar hacia otro lado, me encontré solo. No estaba ni el caballo, ni el paseador de perros, ni los perros ni V. Di un par de vueltas al parque pero no pude encontrarla. Me subí al auto y di otro par de vueltas: nada. Así que me quedé ahí, esperándola. Cuando empezaba a preocuparme, apareció lo más pancha y con una sonrisa divertida. Los tipos la habían invitado a sacar fotos en el establo. Claro, ahora que lo cuento parece otra cosa. Pero no. Copado los tipos y un par de fotos quedaron muy bien. La verdad que me dio un poco de envidia. Después fuimos a la pista. Una sensación extraña eso de sentarse en la tribuna de una cancha vacía. Sobre la pista estaban las huellas de la última carrera y en ese silencio daba la sensación de que éramos los únicos que no podíamos ver ni escuchar a los caballos corriendo en ese mismo momento.
Partimos en busca del cementerio, obra de Salamone. Dimos varias vueltas sin encontrarlo. Empezaba a oscurecer y la siesta nos llamaba. Así que volvimos para el hotel con el plan de ir a alguna de las funciones de teatro de la noche.
Nos levantamos tarde y remoloneamos largo rato. Afuera llovía y daba mucha fiaca salir. Por suerte no tuvimos resaca. Cuando al fin ganamos la calle ya era la hora de la siesta. Otra vez el problema del almuerzo, pero encontramos una gran solución. Fuimos hasta la ruta y encontramos una de esos restaurantes para camioneros. Me encantan esos lugares: buena comida, abundante y barata, ventanas a la ruta y conversaciones que dan mucha curiosidad. La chica que nos atendió sugirió carne mechada al horno: una delicia. Carne al horno (dos pedazotes por porción), agua, café: 65 p. Nos tomamos nuestro tiempo para arrancar, se sentía bien nada más estar sentados ahí mirando la lluvia.
Enfilamos para el hipódromo. Sí, Azul tiene hipódromo y cancha de polo. Una chetada, la verdad. Decía, fuimos al hipódromo que estaba medio vacío y con todas las puertas abiertas. Sólo había un par de tipos que laburaban ahí, un caballo negro que brillaba en medio del parque y otro que pasaba de vez en cuando en bicicleta paseando cuatro galgos finitos finitos. Un manjar para nuestras cámaras: los colores del otoño brillaban con la garúa. Nos separamos, cada uno por su lado con su mirada. Yo me obsesioné con un arbolito todo amarillo. Parecía pintado ahí, sobre el mismo aire. Le saqué varias fotos pero ninguna salió bien. Cuando logré mirar hacia otro lado, me encontré solo. No estaba ni el caballo, ni el paseador de perros, ni los perros ni V. Di un par de vueltas al parque pero no pude encontrarla. Me subí al auto y di otro par de vueltas: nada. Así que me quedé ahí, esperándola. Cuando empezaba a preocuparme, apareció lo más pancha y con una sonrisa divertida. Los tipos la habían invitado a sacar fotos en el establo. Claro, ahora que lo cuento parece otra cosa. Pero no. Copado los tipos y un par de fotos quedaron muy bien. La verdad que me dio un poco de envidia. Después fuimos a la pista. Una sensación extraña eso de sentarse en la tribuna de una cancha vacía. Sobre la pista estaban las huellas de la última carrera y en ese silencio daba la sensación de que éramos los únicos que no podíamos ver ni escuchar a los caballos corriendo en ese mismo momento.
Partimos en busca del cementerio, obra de Salamone. Dimos varias vueltas sin encontrarlo. Empezaba a oscurecer y la siesta nos llamaba. Así que volvimos para el hotel con el plan de ir a alguna de las funciones de teatro de la noche.
Wednesday, June 02, 2010
Pueblo 2 (Azul). Día 2.
Mientras nos tomábamos el vino, sacamos algunas fotos y miramos los partidos que se desarrollaban en las mesas. Cosa extraña: eran todos malos. Tan malos que pensamos en hacerles partido. En la mesa más cercana había dos de esos cuarentones que pasan mucho tiempo en el gimnasio y en la cama solar. Ponían pose de entendidos pero eran horribles. ¿Les hacemos partido a esos?, dije a V. Miramos un par de pelotas más y, justo cuando nos decidíamos, liberaron otra mesa. Nos mudamos con todos nuestros bártulos: cámaras, vasos, botellas y abrigos. Jugamos un par de partidos con una mesa que a esa hora de la noche ya parecía moverse solita. No sé cuántas fichas pusimos pero el final llegó cuando hice una jugada con la que tendrían que haber cerrado el local. Tiro largo, la blanca pasa entre dos rayadas, apenas roza la negra que también esquiva una rayada y se mete en el agujero de la esquina. Zarpado. Dejamos unos billetes en la mesa, bajo un vaso, y salimos a la calle. Cuando estábamos por subir al auto, el mozo salió corriendo. Chicos, no pagaron. Te dejamos la plata sobre la mesa. Le deben haber hecho una seña de adentro porque asintió. Disculpen, es que acá no se acostumbra a hacer eso. Andá a saber de dónde pensó que éramos.
Subimos al auto y arrancamos. Puse segunda y solté el acelerador: estaba en pedo pero era conciente de mi ebriedad. Así que avanzábamos a paso de hombre, o de perro. Azul está lleno de perros callejeros, todos son grandotes y panchos. Cruzan las calles como si fueran los dueños del lugar, se tiran a dormir en medio del camino, en medio de la vereda, en medio de la iglesia. Cualquiera pensaría que nosotros somos unos fantasmas que deambulamos por sus calles.
Volvimos al hotel no sin antes dar unas vueltas hasta encontrar alguien que nos vendiera algo no alcohólico para tomar. Íbamos a agradecerlo al día siguiente.
Mientras nos tomábamos el vino, sacamos algunas fotos y miramos los partidos que se desarrollaban en las mesas. Cosa extraña: eran todos malos. Tan malos que pensamos en hacerles partido. En la mesa más cercana había dos de esos cuarentones que pasan mucho tiempo en el gimnasio y en la cama solar. Ponían pose de entendidos pero eran horribles. ¿Les hacemos partido a esos?, dije a V. Miramos un par de pelotas más y, justo cuando nos decidíamos, liberaron otra mesa. Nos mudamos con todos nuestros bártulos: cámaras, vasos, botellas y abrigos. Jugamos un par de partidos con una mesa que a esa hora de la noche ya parecía moverse solita. No sé cuántas fichas pusimos pero el final llegó cuando hice una jugada con la que tendrían que haber cerrado el local. Tiro largo, la blanca pasa entre dos rayadas, apenas roza la negra que también esquiva una rayada y se mete en el agujero de la esquina. Zarpado. Dejamos unos billetes en la mesa, bajo un vaso, y salimos a la calle. Cuando estábamos por subir al auto, el mozo salió corriendo. Chicos, no pagaron. Te dejamos la plata sobre la mesa. Le deben haber hecho una seña de adentro porque asintió. Disculpen, es que acá no se acostumbra a hacer eso. Andá a saber de dónde pensó que éramos.
Subimos al auto y arrancamos. Puse segunda y solté el acelerador: estaba en pedo pero era conciente de mi ebriedad. Así que avanzábamos a paso de hombre, o de perro. Azul está lleno de perros callejeros, todos son grandotes y panchos. Cruzan las calles como si fueran los dueños del lugar, se tiran a dormir en medio del camino, en medio de la vereda, en medio de la iglesia. Cualquiera pensaría que nosotros somos unos fantasmas que deambulamos por sus calles.
Volvimos al hotel no sin antes dar unas vueltas hasta encontrar alguien que nos vendiera algo no alcohólico para tomar. Íbamos a agradecerlo al día siguiente.
Tuesday, June 01, 2010
Pueblo 2 (Azul). Día 2.
Salimos en el auto en busca de nuestro hotel. Después de perdernos varias veces, preguntar en lugares que estaban llenos y otros que no nos convencían, decantamos en el Hotel Blue. Sí, el Hotel Blue, de Azul, con su cartel de neón azul. Nos atendió un tipo que parecía sacado de una road movie. El típico psicópata reprimido que guarda cabezas de muñecas maquilladas en el placard. Nos resignamos: estábamos cansados y era barato. Cada uno disponía de dos camas simples. Los bolsos volaron a las camas de sobra y nos desmayamos en las otras dos.
Claro que no logramos levantarnos para la función de teatro. Pero lo tomamos con calma: V se fue a la ducha y yo puse Elvis y me senté a escribir. Imaginen esta escena: un cuarto lúgubre de un hotel de ruta, una ventana en la que sólo se ve la lluvia que cae sobre un techo cercado por paredes, el televisor en silencio puesto en cualquier canal y Elvis de fondo. Sólo me faltaba un Jack Daniels.
Salimos derechito hacia La Trattoría para desquitarnos del desplante del almuerzo. Exquisitas rabas, pastas, Trapiche Cabernet, un agua: 120 p. L me había mandado un mensaje con un par de lugares para tomar algo. Fuimos al primero. Cobraban entrada, creo que porque toban unos tipos. Como no se nos ocurrió otra opción, entramos. Nos recibió un tipo que ofrecía tequilas. No supe distinguir (es que de tequilas no cazo uan y ya venía picado) si era un muy buen tequila o si estaba diluido. Nos sentamos a tomar la cerveza incluida en la entrada y a tratar de no escuchar una banda realmente mala. Desde la adolescencia que no escuchaba tocar tan mal. Esperamos que se armara bailongo pero la banda insistía. Así que nada de bailongo. Partimos sin rumbo fijo y dando vueltas encontramos un pool. El pool. Un galpón enorme, con cinco mesas y decorado con lo que encontraron por ahí. Dos lámparas del tamaño de una persona, armadas con vidrios de colores, colgaban del techo y le daban toda la onda al lugar. Había una rockola que también pasaba el videíto del tema y estaba puesta al taco. En fin, Margarita era un buen lugar para tomarse algo. Pedimos un vino.
Salimos en el auto en busca de nuestro hotel. Después de perdernos varias veces, preguntar en lugares que estaban llenos y otros que no nos convencían, decantamos en el Hotel Blue. Sí, el Hotel Blue, de Azul, con su cartel de neón azul. Nos atendió un tipo que parecía sacado de una road movie. El típico psicópata reprimido que guarda cabezas de muñecas maquilladas en el placard. Nos resignamos: estábamos cansados y era barato. Cada uno disponía de dos camas simples. Los bolsos volaron a las camas de sobra y nos desmayamos en las otras dos.
Claro que no logramos levantarnos para la función de teatro. Pero lo tomamos con calma: V se fue a la ducha y yo puse Elvis y me senté a escribir. Imaginen esta escena: un cuarto lúgubre de un hotel de ruta, una ventana en la que sólo se ve la lluvia que cae sobre un techo cercado por paredes, el televisor en silencio puesto en cualquier canal y Elvis de fondo. Sólo me faltaba un Jack Daniels.
Salimos derechito hacia La Trattoría para desquitarnos del desplante del almuerzo. Exquisitas rabas, pastas, Trapiche Cabernet, un agua: 120 p. L me había mandado un mensaje con un par de lugares para tomar algo. Fuimos al primero. Cobraban entrada, creo que porque toban unos tipos. Como no se nos ocurrió otra opción, entramos. Nos recibió un tipo que ofrecía tequilas. No supe distinguir (es que de tequilas no cazo uan y ya venía picado) si era un muy buen tequila o si estaba diluido. Nos sentamos a tomar la cerveza incluida en la entrada y a tratar de no escuchar una banda realmente mala. Desde la adolescencia que no escuchaba tocar tan mal. Esperamos que se armara bailongo pero la banda insistía. Así que nada de bailongo. Partimos sin rumbo fijo y dando vueltas encontramos un pool. El pool. Un galpón enorme, con cinco mesas y decorado con lo que encontraron por ahí. Dos lámparas del tamaño de una persona, armadas con vidrios de colores, colgaban del techo y le daban toda la onda al lugar. Había una rockola que también pasaba el videíto del tema y estaba puesta al taco. En fin, Margarita era un buen lugar para tomarse algo. Pedimos un vino.
Monday, May 31, 2010
Pueblo 2 (Azul). Día 2.
El cielo seguía nublado y daba a los colores un brillo fluorescente. Pensé varias veces en parar para sacar una foto pero cada vez me decía “mejor a la vuelta”. Tardamos como tres horas en llegar a Azul. Cuando al fin vimos la plaza principal, ya era la hora de la siesta y casi todos los negocios estaban cerrados. Estacionamos y caminamos un par de cuadras, pero no había caso: la siesta es sagrada. Lo único abierto era una confitería de lectores de La Nación, al parecer hay una en cada pueblo-ciudad de la provincia. Llamé a L, mi comodín en Azul. Me recomendó La Trattoría y si no estaba abierto que fuera a la confitería de la plaza. Ya de lejos prometía: RABAS Y PASTAS CASERAS.; casi llegando vimos el cartel de ABIERTO y cuando estábamos por entrar nos interceptó un tipo: “Chicos estamos cerrando”. Así que volvimos a la confitería cheta de la plaza. Pollo al verdeo, omelet, 2 gaseosas y cafés: 80 p. Tenían wifi así que aprovechamos para averiguar por hospedaje. Y no estábamos dispuestos a otra noche de carpa. Hubo muchas llamadas: la mitad de los lugares estaban completos. Es que me olvidé de contar que ese fin de semana se hacía el Otoño Azul, un festival de teatro y una de las razones por las que habíamos elegido esa ciudad. Salimos a ver los pocos lugares que nos daban alguna posibilidad. Cruzamos la plaza y vivimos la primera experiencia Salamone. Salamone era un arquitecto-ingeniero nacido en Sicilia pero criado en Buenos Aires. En los años 30, como era amigo del gobernador de la provincia, se le mandó construir una serie de obras públicas: cementerios, plazas, municipios, etc. Lo extraordinario del asunto es que el tipo construyó en un estilo art deco que parece sacado de las primeras películas de ciencia ficción. Así que uno puede estar llegando a un pueblito en medio de la pampa cuando de pronto aparece un monolito en cemento. En el caso de Azul, la plaza está cubierta por unas baldosas dispuestas en forma oblicua, que dan la sensación de que el piso tiene pendientes a dos aguas. Da un poquito de vértigo, el suficiente para hacerlo interesante. Nos dimos cuenta de que el Teatro Español, al parecer el primero de la argentina, estaba ahí en frente. Así que cruzamos a conseguir entradas. Nos explicaron que las entradas se sacaban 15 minutos antes de cada función. ¿Pero se conseguirán?, dijo V y el tipo nos miró como diciendo no-se-preocupen-que-no-viene-nadie.
PD: para las fotos habrá que esperar.
El cielo seguía nublado y daba a los colores un brillo fluorescente. Pensé varias veces en parar para sacar una foto pero cada vez me decía “mejor a la vuelta”. Tardamos como tres horas en llegar a Azul. Cuando al fin vimos la plaza principal, ya era la hora de la siesta y casi todos los negocios estaban cerrados. Estacionamos y caminamos un par de cuadras, pero no había caso: la siesta es sagrada. Lo único abierto era una confitería de lectores de La Nación, al parecer hay una en cada pueblo-ciudad de la provincia. Llamé a L, mi comodín en Azul. Me recomendó La Trattoría y si no estaba abierto que fuera a la confitería de la plaza. Ya de lejos prometía: RABAS Y PASTAS CASERAS.; casi llegando vimos el cartel de ABIERTO y cuando estábamos por entrar nos interceptó un tipo: “Chicos estamos cerrando”. Así que volvimos a la confitería cheta de la plaza. Pollo al verdeo, omelet, 2 gaseosas y cafés: 80 p. Tenían wifi así que aprovechamos para averiguar por hospedaje. Y no estábamos dispuestos a otra noche de carpa. Hubo muchas llamadas: la mitad de los lugares estaban completos. Es que me olvidé de contar que ese fin de semana se hacía el Otoño Azul, un festival de teatro y una de las razones por las que habíamos elegido esa ciudad. Salimos a ver los pocos lugares que nos daban alguna posibilidad. Cruzamos la plaza y vivimos la primera experiencia Salamone. Salamone era un arquitecto-ingeniero nacido en Sicilia pero criado en Buenos Aires. En los años 30, como era amigo del gobernador de la provincia, se le mandó construir una serie de obras públicas: cementerios, plazas, municipios, etc. Lo extraordinario del asunto es que el tipo construyó en un estilo art deco que parece sacado de las primeras películas de ciencia ficción. Así que uno puede estar llegando a un pueblito en medio de la pampa cuando de pronto aparece un monolito en cemento. En el caso de Azul, la plaza está cubierta por unas baldosas dispuestas en forma oblicua, que dan la sensación de que el piso tiene pendientes a dos aguas. Da un poquito de vértigo, el suficiente para hacerlo interesante. Nos dimos cuenta de que el Teatro Español, al parecer el primero de la argentina, estaba ahí en frente. Así que cruzamos a conseguir entradas. Nos explicaron que las entradas se sacaban 15 minutos antes de cada función. ¿Pero se conseguirán?, dijo V y el tipo nos miró como diciendo no-se-preocupen-que-no-viene-nadie.
PD: para las fotos habrá que esperar.
Friday, May 28, 2010
Pueblo 2 (Monte-Azul). Día 2.
Me desperté antes del amanecer y me vestí con cuidado. Es que el colchón garpa pero cualquier movimiento se multiplica como olas. De todas formas V se despertó y se giró para el otro lado. Salí de la carpa. Quería ver la salida del sol pero el cielo sólo pasó de blanco a blanco brillante. Di unas vueltas, saqué unas fotos pero no estaba inspirado. Así que me fui a dormir al auto para no volver a despertar a V. Dormí, pero de a puchos. En un momento golpearon la ventanilla, por suerte no era la policía. Pensé que me habías dejado, dijo. V me había buscado en el camping, dio un par de vueltas, se fue hasta la despensa pero no me encontraba. Hasta que se dijo, si están las cámaras este tipo no se fue lejos. Y, claro, ahí estaba yo, durmiendo junto a mi Minolta.
V se duchó pero a mí me dio fiaca. Además, el baño de minas era mucho más top que el de chabones. Desarmamos la carpa, preparamos mate, metimos las cosas en el auto y arrancamos. Dos personas, un auto: 45 p. Dimos otra vuelta al lago y encontramos un lugar maravilloso: una pasillo junto al agua, formado por hileras de árboles que cantaban y bailaban con el viento y ese color-olor a otoño. Nos quedamos buen rato, con los asientos reclinados y el techo del auto abierto.
Después partimos hacia Azul.
Me desperté antes del amanecer y me vestí con cuidado. Es que el colchón garpa pero cualquier movimiento se multiplica como olas. De todas formas V se despertó y se giró para el otro lado. Salí de la carpa. Quería ver la salida del sol pero el cielo sólo pasó de blanco a blanco brillante. Di unas vueltas, saqué unas fotos pero no estaba inspirado. Así que me fui a dormir al auto para no volver a despertar a V. Dormí, pero de a puchos. En un momento golpearon la ventanilla, por suerte no era la policía. Pensé que me habías dejado, dijo. V me había buscado en el camping, dio un par de vueltas, se fue hasta la despensa pero no me encontraba. Hasta que se dijo, si están las cámaras este tipo no se fue lejos. Y, claro, ahí estaba yo, durmiendo junto a mi Minolta.
V se duchó pero a mí me dio fiaca. Además, el baño de minas era mucho más top que el de chabones. Desarmamos la carpa, preparamos mate, metimos las cosas en el auto y arrancamos. Dos personas, un auto: 45 p. Dimos otra vuelta al lago y encontramos un lugar maravilloso: una pasillo junto al agua, formado por hileras de árboles que cantaban y bailaban con el viento y ese color-olor a otoño. Nos quedamos buen rato, con los asientos reclinados y el techo del auto abierto.
Después partimos hacia Azul.
Thursday, May 27, 2010
Pueblo 2 (Azul). Todavía día 1:
Bueh, me colgué, pero la razón es buena, tal vez la cuente más tarde. Retomo (o rebebo): entramos al camping de Moyano. Estaba vacío salvo por unos pescadores que se habían instalado tremenda luz para tirar línea. La noche estaba tapada por esas nubes rojizas. Armamos la carpa (cierto, al final fue oportuna). Elegimos un lugar al fondo de todo, entre unos árboles. Cuando terminamos, me fui a caminar con la cámara en mano y volví al rato. V había inflado su colchón (hasta inflador se trajo) y quedó una cama de plaza y media. Groso. Otra vez salimos con lás cámaras pero ahora con trípode, 6x6, 6x9, nikon, minolta, canon, digis, todo. El lago parecía un vidrio, una superficie pulida. Me acerqué a los pescadores, uno justo había pescado en ese momento. ¿Puedo sacarles una foto? Me miraron. ¿A mí o al pez? (sostenía orgulloso un pez gordo que todavía coleteaba) A vos, a los dos. Bueh, total somos igual de feos. Mientras yo sacaba de cerca con la minolta, V, unos metros alejada, cubría la escena con su canon. Pronto se olvidaron que nosotros estábamos ahí y siguieron con sus historias y sus chistes. Che, ¿y vos seguís con esa mina? Sí. Se te nota, estás hecho mierda. Es que encima es grandota mide como metro setenta y cinco. Es omo ese cuento del Monito. Y entonces el tipo sabe que tiene toda nuestra atención, y la del lago también. El Tigre un día se encuentra con el Monito y lo ve muy cansado. Che, Monito, ¿vos estás ben? Sí, muy bien, ¿por? No sé, te veo ojeroso, pálido, flaco. Ah, eso es por culpa de la Jirafa que me tiene de arriba a abajo. Que ahora chupame la concha, que ahora las tetas, que ahora la concha, que ahora las tetas. No pude contener mi risa y me alejé hacia V que también se estaba riendo. Sacamos un par de fotos más y nos fuimos a dormir.
Me tiré en el colchón y tuve que reconocer que estaba muy bien. Nos metimos en las bolsas y apagamos la luz. Ahora, muchos pensarán: solo en una carpa, con una mina copada y bonita, y no hace nada: este pibe es un dormilón incurable. ¿Y saben qué? Tienen razón.
Bueh, me colgué, pero la razón es buena, tal vez la cuente más tarde. Retomo (o rebebo): entramos al camping de Moyano. Estaba vacío salvo por unos pescadores que se habían instalado tremenda luz para tirar línea. La noche estaba tapada por esas nubes rojizas. Armamos la carpa (cierto, al final fue oportuna). Elegimos un lugar al fondo de todo, entre unos árboles. Cuando terminamos, me fui a caminar con la cámara en mano y volví al rato. V había inflado su colchón (hasta inflador se trajo) y quedó una cama de plaza y media. Groso. Otra vez salimos con lás cámaras pero ahora con trípode, 6x6, 6x9, nikon, minolta, canon, digis, todo. El lago parecía un vidrio, una superficie pulida. Me acerqué a los pescadores, uno justo había pescado en ese momento. ¿Puedo sacarles una foto? Me miraron. ¿A mí o al pez? (sostenía orgulloso un pez gordo que todavía coleteaba) A vos, a los dos. Bueh, total somos igual de feos. Mientras yo sacaba de cerca con la minolta, V, unos metros alejada, cubría la escena con su canon. Pronto se olvidaron que nosotros estábamos ahí y siguieron con sus historias y sus chistes. Che, ¿y vos seguís con esa mina? Sí. Se te nota, estás hecho mierda. Es que encima es grandota mide como metro setenta y cinco. Es omo ese cuento del Monito. Y entonces el tipo sabe que tiene toda nuestra atención, y la del lago también. El Tigre un día se encuentra con el Monito y lo ve muy cansado. Che, Monito, ¿vos estás ben? Sí, muy bien, ¿por? No sé, te veo ojeroso, pálido, flaco. Ah, eso es por culpa de la Jirafa que me tiene de arriba a abajo. Que ahora chupame la concha, que ahora las tetas, que ahora la concha, que ahora las tetas. No pude contener mi risa y me alejé hacia V que también se estaba riendo. Sacamos un par de fotos más y nos fuimos a dormir.
Me tiré en el colchón y tuve que reconocer que estaba muy bien. Nos metimos en las bolsas y apagamos la luz. Ahora, muchos pensarán: solo en una carpa, con una mina copada y bonita, y no hace nada: este pibe es un dormilón incurable. ¿Y saben qué? Tienen razón.
Tuesday, May 25, 2010
Pueblo 2 (San Miguel del Monte, Azul). Día 1:
Estoy escuchando a Elvis en un cuarto del hotel Blue. Por alguna razón combinan muy bien. El hotel es de esos donde uno se ve obligado a quedarse, donde paran personas que nunca tuvieron la intención de visitar la ciudad y si pudieran se irían esta misma noche. El cuarto es un ambiente alargado con cuatro camas, dos espejos en sus extremos y un televisor en el medio que apunta hacia el único lugar donde no hay camas y donde no va haber nadie para mirarlo: la ventana. La ventana es otra cosa que le agrega a la onda decadente. Pero rebobinemos.
Ayer, después del laburo, pasé a buscar a V. Además de la carpa (al pedo), trajo otro bolso aún más pesado y voluminoso. ¿Y esto? Mi colchón inflable. (Ah bueno) Arrancamos para San Miguel del Monte. Viaje que al principio se hizo denso por todo el tránsito pero que después fluyó por autopistas. En Monte dimos unas vueltas, sacamos fotos y nos sentamos a cenar unas pastas caseras y un benjamín: 70 p. En el restaurante nos dieron un vale para tomar el café en otro negocio de los mismos dueños, así que cruzamos la plaza poblada de adolescentes. No había nadie por debajo de los 12-13 ni por encima de los 17-18. Pregunté a unos que estaban en la escalera de la iglesia si podía sacarles unas fotos y se coparon, tanto que después pasaron otros gritando: Eh, una foto pa los pibes. Con V tomamos nuestros cafés y nos pusimos a charlar. Nos colgamos. Cuando al fin arrancamos para encontrar techo para esa noche ya era la una. Dimos un par de vuelas al lago, nos bajamos a sacar fotos y otra vez nos colgamos. Cuando al fin dijimos, bueh, basta, que vamos a dormir en la calle, eran pasadas las dos. Y nadie quería hospedarnos. Más bien, no había nadie despierto que nos atendiera. Así que optamos por un camping, con la única persona que se apiadó de nosotros: Juanita, del camping del Sindicato de Camioneros. Hugo Moyano conducción.
PD: ya subiré fotos cuando me las revelen. Abandoné la digital.
Estoy escuchando a Elvis en un cuarto del hotel Blue. Por alguna razón combinan muy bien. El hotel es de esos donde uno se ve obligado a quedarse, donde paran personas que nunca tuvieron la intención de visitar la ciudad y si pudieran se irían esta misma noche. El cuarto es un ambiente alargado con cuatro camas, dos espejos en sus extremos y un televisor en el medio que apunta hacia el único lugar donde no hay camas y donde no va haber nadie para mirarlo: la ventana. La ventana es otra cosa que le agrega a la onda decadente. Pero rebobinemos.
Ayer, después del laburo, pasé a buscar a V. Además de la carpa (al pedo), trajo otro bolso aún más pesado y voluminoso. ¿Y esto? Mi colchón inflable. (Ah bueno) Arrancamos para San Miguel del Monte. Viaje que al principio se hizo denso por todo el tránsito pero que después fluyó por autopistas. En Monte dimos unas vueltas, sacamos fotos y nos sentamos a cenar unas pastas caseras y un benjamín: 70 p. En el restaurante nos dieron un vale para tomar el café en otro negocio de los mismos dueños, así que cruzamos la plaza poblada de adolescentes. No había nadie por debajo de los 12-13 ni por encima de los 17-18. Pregunté a unos que estaban en la escalera de la iglesia si podía sacarles unas fotos y se coparon, tanto que después pasaron otros gritando: Eh, una foto pa los pibes. Con V tomamos nuestros cafés y nos pusimos a charlar. Nos colgamos. Cuando al fin arrancamos para encontrar techo para esa noche ya era la una. Dimos un par de vuelas al lago, nos bajamos a sacar fotos y otra vez nos colgamos. Cuando al fin dijimos, bueh, basta, que vamos a dormir en la calle, eran pasadas las dos. Y nadie quería hospedarnos. Más bien, no había nadie despierto que nos atendiera. Así que optamos por un camping, con la única persona que se apiadó de nosotros: Juanita, del camping del Sindicato de Camioneros. Hugo Moyano conducción.
PD: ya subiré fotos cuando me las revelen. Abandoné la digital.
Wednesday, May 19, 2010
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