Thursday, March 16, 2006


¿cap 4?

Por debajo de la puerta del departamento, la luz se entrecorta con pasos que recorren de lado a lado el comedor. Abro la puerta. Andrea me mira mientras deja caer ropa en una caja de cartón enorme. El abrazo me llena desde adentro. Su perfume, la suavidad de su pelo, el calor de su piel y ella. Hola, me dice al oído. Hola, digo mientras me aparto y doy un paso hacia atrás. Vine a buscar mis cosas, en un intento por no llorar se apura a terminar las palabras. Me siento en la silla de la computadora y la miro en silencio. Cuando va al cuarto en busca de más cosas, su pelo brilla con luz rojiza. Cinco minutos de creer que Andrea brilla con luz propia hasta que comprendo que el atardecer que se abre paso por entre los edificios llega hasta nuestro comedor. El sol se muestra en ese punto sólo unas veces al año. El resto de los días uno puede ver el cielo rojizo pero debe suponer que el sol existe detrás de la ciudad. Confiar que es así hasta que uno ya no se pregunta qué es lo que existe y qué es lo que se supone. Andrea regresa con más ropa. Me llevo estos libros y otras cosas, dice. Llevate lo que quieras, digo y cruzo los brazos para no arrojarle las cosas que tengo sobre el escritorio. ¿Querés que venga otro día?, dice. Pensé que ibas a llegar más tarde. Tiene puesta la remera blanca que le regalé. ¿Por qué el regalo? Porque sí, porque te quiero. La usó pocas veces, le daba vergüenza que se le vieran las tetas. Parece que ya no le da vergüenza. No, mejor terminá ahora, digo y me levanto para encender la luz. Todo se ve tan oscuro como antes. Voy hasta la cocina y pongo a calentar agua. Abro y cierro las puertas de la alacena y de la heladera, pero ya no recuerdo qué era lo que quería. Ordeno los platos y cubiertos que descansan boca abajo sobre un repasador. El sonido de los pasos de Andrea que recorren el pasillo. En la cocina, sigo con la mirada los dibujos de los azulejos, lineas verdes que parecen enredaderas. Terminé, dice desde el comedor. Una caja enorme y un bolso guardan todas las cosas que Andrea se lleva de nuestra casa. Me quedo con el disco de Ella Fitzgerald, dice. Metételo en el culo, pienso. ¿Por qué te lo llevás? Es mío, me oigo decir. Yo lo disfruto más que vos, dice, a mí me gusta más. La puta me sonríe entre sus hoyuelos y no puedo decir otra cosa que está bien, llevatelo.

(antes de que Andrea se vaya, crece una tensión que parece ir para lo sexual pero al final no pasa nada)

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