Juana mira con atención el cuarto: movió los muebles para no lastimarse y trató de despejar los lugares más transitados. El sol divide el piso del cuarto y dibuja una bandera: franja de sombra, franja de luz, franja de sombra. Respira hondo, extiende veinte centímetros de cinta adhesiva y se cubre los ojos. Da dos vueltas a la cabeza para asegurarse de que quede bien firme, a tientas busca la tijera y corta la cinta. Se toma unos segundos para acostumbrarse a esa oscuridad llena de manchas luminosas. Se para, ruido de silla que se arrastra sobre madera, y estira los brazos: uno choca con la pared, el otro queda en el aire. Se queda así, la cabeza algo inclinada, y trata de escuchar. Ruido a calle y alguien que abre la puerta del ascensor. Camina unos pasos hasta sentir el calor del sol en su mejilla. Se sienta en el piso, cuando apoya las manos piensa que tendría que haber barrido antes. La cinta comienza a picarle sobre la piel. Se esfuerza para no rascarse. Busca una posición cómoda y permanece inmóvil. Sólo su respiración y esas manchas de luz que comienzan a tomar forma.
¿continuará?
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