Friday, September 01, 2006
Sigo con el tema de la iluminación. Hoy hablaba con una amiga acerca de la luz. Me gusta que en mis textos se sienta la luz o la falta de ella. Usar los cambios de luz como parte del relato, casi un personaje más. Me di cuenta de que había un matiz de la luz que todavía no había escrito. Cuando termino de leer un libro, ver una película o escuchar un disco que me vuela la cabeza, me quedan muchas sensaciones mezcladas. Felicidad por algo que pasó pero que no pasa, angustia porque no va a volver a pasar, unión con el universo por haber compartido el alma de alguien (si me gustó es porque el autor le puso mucha alma) soledad porque la sensación se genera en la profundidad de uno mismo, lejos de todo, y muchas cosas que ni sé poner en palabras. Pero un síntoma claro de todo esto es que la luz cambia. Después de leer la última oración, de ver la última escena y escuchar el acorde final, me encuentro en la misma posición y la lámpara no se movió de su lugar pero la luz cambió. Todo se ve distinto, los colores ganan textura y hay cosas que están más enfocadas, otras perdieron foco y permanecen lejos, como parte de un sueño, algunas se vuelven transparentes o ni siquiera se ven. Según mi amiga, también le pasa eso cuando termina de bailar y sabe que dio todo de sí misma. A mí sólo me pasó una vez con algo propio, cuando terminé de escribir Gaijin, estaba sentado solo en un bar y la luz no se reflejaba en cosas y personas sino que surgía de ellas. Tal vez eso sea algo de la iluminación de los budistas.
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