Wednesday, December 31, 2008
Tuesday, December 30, 2008
La segunda parte no está mal pero se para demasiado lejos, incluso pasa a una tercera persona. Vuelve ese Auster que no me gusta, aunque siempre tengo que reconocerle el talento.
- Max (ella me llama así; yo le digo Val), lo que vos no entendés es que en esta familia hay reglas implícitas que todos conocemos.
- Yo entiendo eso. Es más, en todas las familias existen esas reglas. Y entiendo que en la nuestra, siendo papá como es, son mucho más implícitas.
- Bueno, entonces, ¿cuál es tu pregunta?
- Mi pregunta es: si no hay palabras para esas reglas ¿cómo hacemos para discutirlas?
- Esas reglas no se discuten. Las aceptás o las rompés. Pero no se discuten.
- Bueno, eso es una mierda.
- No, no es una mierda. Es así.
- Que sea así es una mierda. Está mal.
Lo que no llegué a explicarle es que cualquier afirmación que no pueda discutirse pierde automáticamente la validez que podría haber tenido. ¿Por qué no se me ocurren estas cosas en esos momentos? Ahora, hasta que vuelva a tener una oportunidad así no sé cuánto tenga que esperar.
Ultimamente estoy con cuestiones de familia: escribo un cuento acerca de la familia y converso con mis amigos acerca de realciones de familia. Espero que para reyes se me pase.
PD: algo que mi hermana no se da cuenta: gracias a todas las cagadas que yo me mandé (sí, no se crean, me mando muchas cagadas), ella tuvo el camino más fácil.
PPD: y sí, es la hermana de la foto.
Monday, December 29, 2008
Les dejo el fragmento de un documental que vi hace algunos años: Promesas (promises) del trío Goldberg-Shapiro-Bolado. Es uno de los mejores documentales que haya visto. Para empezar, entrevistan chicos israelíes y palestinos. Dejan que hablen con libertad y esa libertad hace que los chicos digan cosas que dan escalofríos. Pero lo mejor es que no se quedan ahí. Organizan un día de juegos con todos los chicos involucrados, israelíes y palestinos. Y ellos, cuando se los saca de ese conflicto que se les impone, se comportan como chicos y juegan sin importar de qué religión es el otro. En los minutos que se muestra ese día de juegos, se nota que se crea un lazo de amistad. El documental termina con entrevistas a algunos de ellos pero varios años después. Creo que es el único documental que vi que me dieron ganas de llorar. Claro que no pude llorar.
Sunday, December 28, 2008
Friday, December 26, 2008
Como nos tiene acostumbrados el Estudio Ghibli, la animación es impecable, llena de detalles, pequeños gestos y movimientos que forman parte del carácter de cada personaje y de las particularidades de este universo que crearon; escenografías que explotan en colores y belleza. Pero lo mejor de todo es la historia. Acá no hay buenos ni malos, la mitad de las cosas no tienen explicación, sólo suceden y uno siente que tienen que suceder, y al final queda la sensación de que sí, algo cambió, en los personajes, en nosotros, pero es imposible descifrar ese algo. Ponyo es una historia de amor (entre amigos y entre madre e hijo), tal vez es lo único que se puede poner en palabras. El resto es un gran abrazo, de esos que dan ganas de quedarse ahí.
Thursday, December 25, 2008
Tuesday, December 23, 2008
Monday, December 22, 2008
- Machi (así me llamaban todos de pequeño), ¿y qué te parece si escribimos libros?
- Me gusta más el camión, Mata.
- Sí, a mí también.
Mi cabeza es una flor de hija de puta; siempre bloqueando, durmiendo, empañando lo que realmente quiero alcanzar. Por eso necesito engañarla. Porque cuando estoy cerca de algo, las palabras se escabullen, me olvido de lo que quería decir o surge algo totalmente distinto. Entonces, tengo que dar un gran rodeo: repartir pesos en diferentes personajes, desarticular hechos en varias escenas, cocinar con los ingredientes bien separados, para que mi inconciente no sepa hacia dónde voy a patear.
Las órdenes nacen, pasan, se traducen y terminan en la misma cabeza que trato de evitar: es casi imposible. Pero por suerte siempre hay grietas.
Lo fundamental surge de las grietas.
Saturday, December 20, 2008
Tuesday, December 16, 2008
Sunday, December 14, 2008
Leí todo el libro escuchando Erik Satie. No saben lo bien que combinan. Me hubiese gustado tener un buen vino, cerezas, queso y aceitunas. Pero este domingo da fiaca.
Acabo de darme cuenta de que escribí muy desordenado. Ya fue. Salió así
Satie Gnossiennes Nro 1
Beatles Norwegian Wood
Friday, December 12, 2008
Tuesday, December 09, 2008
Monday, December 08, 2008
Sunday, December 07, 2008
Empecé a editar mis fotos. Es decir, elegir las que más me gustan; de las elegidas, descartar las que menos me representan; despejar el comedor y ordenar las fotos sobre el piso; decidir una forma de agruparlas; subirse a la mesa y tratar de mirar todas las fotos juntas; desistir al darse cuenta de que es imposible; buscar entre las descartadas las que a pesar de que no me gustan funcionan bien dentro del conjunto de las que me gustan; buscar cuáles funcionan bien juntas (por lo general en parejas); volver a descartar alguna, que a pesar de que me gusta y me representa, no funciona en el grupo; recordar alguna que podría funcionar pero que no tengo copia hecha, encontrar un orden para todo el conjunto y construir una secuencia de mis imágenes que logre decir algo de mí.
Me gusta esto de editar. Es como producir algo a partir de una materia prima que uno mismo extrajo, usar palabras que uno mismo creó para escribir un relato.
Lo maravilloso de todo el proceso es que se termina encontrando un sentido más profundo de lo que se hace. Te das cuenta de que las fotos, sean de interior, paisaje, retratos, color, blanco y negro o lo que sea, tienen una mirada en común.
Thursday, December 04, 2008
Wednesday, December 03, 2008
Todavía pienso que es importante verlo. Y ahora creo que es importante leer la crítica.
PD: la crítica que linkeo está buena, parece completa (sólo leí la parte de economía) pero también tiene una falla: no tiene en cuenta que la Reserva Federal de EEUU es el único banco central del mundo que es privado. Y eso hace tooooda la diferencia. Por eso el documental dice que cada billete impreso implica una deuda para el estado; cada dólar impreso es un dólar que la Reserva Federal le está prestando al país. Y ese préstamo viene con un interés que el estado, o sea la gente, tiene que pagar. Cuando Kennedy quiso terminar con este robo, lo mataron. Y lo primero que hizo Lyndon Jhonson (vice de Kennedy) en el avión que lo llevaba a Dallas fue firmar la anulación de lo dispuesto por Kennedy.
PPD: mañana voy a ver Zeigeist 2
Tuesday, December 02, 2008
A veces no puedo creer que Cheever, Hemingway, Carver, Donleavy, Salinger, Melville, Faulkner y tantos otros sean yanquis y al mismo tiempo cuando los leo no puedo creer que sean tan yanquis.
Me maravilla ver cómo en los resquicios, recovecos y fisuras de esa sociedad plástica nacen buenos artistas, como esas plantas que surgen de las paredes, que niegan el concreto hasta ridiculizarlo.
"La creación es un acto de resistencia."
Monday, December 01, 2008
Sunday, November 30, 2008
Saturday, November 29, 2008
Friday, November 28, 2008
Acá les dejo unos videítos que van desde desde el kung fu-danza, pasa por la danza-kung fu y termina en una maravilla que dan ganas de llorar de tan hermoso.
Tuesday, November 25, 2008
Monday, November 24, 2008
Friday, November 21, 2008
Thursday, November 20, 2008
Wednesday, November 19, 2008
Hablé bastante con ellos aunque no de las cosas importantes. Qué tarado (qué cobarde), era una buena oportunidad y la dejé pasar. En fin. Una vez más sorprendió cómo llevan una ideología más o menos progre mientras pueden tener reacciones de lo más fachas. Ejemplo: están a favor de las retenciones y de la muerte de las afjp pero mi viejo puetea cuando viene el chabón con el trapito amarillo y le dice ¿le cuido el coche?; están en contra de la baja de la edad imputable pero no pueden evitar los prejuicios, miedos y reacciones contra los pobres pibes que se fuman un porro al lado de su casa; creen que los barrios privados y countries son una mierda, que no se puede vivir aislado de la sociedad, pero su casa parece una fortaleza llena de rejas por todos lados. Y así.
Algo que me parece facinante de mis viejos, tal vez una de las mayores contradicciones del universo, es que se adoran. Llevan 40 años de casados pero todavía se adoran.
Saturday, November 08, 2008
Friday, November 07, 2008
Wednesday, October 29, 2008
Monday, October 27, 2008
Saturday, October 25, 2008
Ahora que lo pienso, es extraño, todavía no estoy de mal humor. Estas cosas suelen ponerme de mal humor al toque. Estoy viejo.
Todo sea para ganar espacios de escritura. Es increíble cómo las laptops cambian radicalmente los luagares y tiempos en los que uno puede escribir.
En fin, ya me aburrí.
Friday, October 24, 2008
Thursday, October 23, 2008
Ah, vieja, ¿por qué no le hacés un favor al mundo y te morís? Por favor, en un lugar donde no ensucies demasiado.
Wednesday, October 22, 2008
Tuesday, October 21, 2008
Monday, October 20, 2008
Wednesday, October 15, 2008
Tuesday, October 14, 2008
La primera, inspirada en un sueño de Tilsa:
dos chicos y una chica vuelven de una fiesta; el que viaja atrás viene re en pedo y medio a los gritos y sacado; esa noche le tiene ganas a la chica que maneja, tal vez siempre le tuvo ganas; sospecha en su borrachera que el otro amigo se la quiere sacar; los tres se conocen desde pendejos; el que va atrás quiere discutir por la música que pone el que va adelante pero no lo escuchan; para volver a sus casas tienen que pasar por un viaducto; el túnel está oscuras, a veces los pibes de la zona encuentran el cableado y lo cortan, ellos mismos lo habían hecho alguna vez; en el medio de la oscuridad se ven las luces rojas de un auto parado, las puertas abiertas y dos cuerpos tendidos en el piso; la chica quita los pies de los pedales pero se aferra al volante, la vista al frente sin mirar nada; avanzan despacio; el chico que viaja adelante grita que frene, que están vivos; el que viaja atrás intenta gritar que no pare pero las palabras caen en saliva de su boca; no logra ningún sonido.
La segunda:
un grupo de chicos de escuela pasan un día juntos en un campo; el pibe al que tienen de punto ya sufrió alguna maldad aquella mañana y está apartado de los demás; cuando todos se van a jugar a la pelota, él se acerca a la orilla del río; sabe que está ignorando una de las reglas que había dicho la señorita pero no le importa; en la orilla encuentra un sapo; primero le da miedo, después un poco de asco pero al final decide que tiene que atraparlo; el sapo es gordo y torpe, así que consigue arrastrarlo con una rama y los pies, no se anima a tocarlo con las manos; de a poco los otros chicos se acercan; empiezan a patear al sapo que está rodeado; el sapo deja de defenderse; entonces, el chico le pega con todas sus fuerzas con la rama; los demás lo miran; para que deje de sufrir, dice; es verdad, es verdad, estaba sufriendo, dicen los demás y lo patean con más fuerza y el chico no deja de pegarle con la rama aunque todos saben que el sapo todavía está vivo.
Friday, October 10, 2008
Tuesday, October 07, 2008
Monday, October 06, 2008
Tuesday, September 30, 2008
Thursday, September 18, 2008
Giro la cabeza para que no me vea. No me hizo falta más que un segundo para reconocerla; a pesar de los años no cambió nada. Busco en el espejo, detrás de la barra, entre las botellas y la veo sentarse a una mesa cerca de la ventana: Andrea sigue siendo hermosa. Un tipo la acompaña, tal vez ese Eduardo que nombró en la nota de la revista. Buscando al mozo, ella pasa su mirada sobre mí pero no me reconoce. Yo sí cambié.
Nos conocimos hace diez años en una zapatería. Era su primer trabajo, ella quería ser escritora. A los pocos días, empezamos a salir y aquel verano nos fuimos juntos de vacaciones. La pasé a buscar después del trabajo, nos tomamos un taxi a Retiro, sacamos dos boletos a Mendoza y subimos al micro. Hicimos el amor dos veces en los asientos libres de atrás. Cuando llegamos recién amanecía. Desayunamos medialunas en el bar de la estación. ¿Por qué Mendoza?, pregunté. ¿Cómo? Que por qué elegiste Mendoza. ¿Yo elegí? Creo que sí. Ah, no sabía. Igual, dijo, es un buen lugar como cualquier otro. Terminamos de desayunar, agarramos las mochilas y salimos a buscar donde quedarnos.
Pido un whisky sin hielo. Leí sus tres libros; el último, varias veces. Cuenta algunas cosas que vivimos juntos, aunque no me reconozco en el personaje. Más bien se parece a su viejo, o lo que cree que fue su viejo. Apenas lo conoció, él se fue cuando ella todavía era una nena. En la billetera siempre llevaba, seguro todavía la tiene, una de esas fotos de bordes redondeados y colores diluidos. No, no odio a mi viejo, sólo espero que sea feliz. Andrea se ríe, habla y gesticula. Al parecer no perdió la costumbre, cada vez que contaba algo, representaba la forma de los objetos como si los tuviera entre las manos. El mozo trae el whisky, tiene dos cubitos. Lo cagaría a trompadas pero no quiero llamar la atención.
Después de buscar toda la mañana, el almacenero que nos vendió los sánguches de jamón y queso dijo que él tenía un departamento para alquilar. Vayan a verlo si quieren. Era en una esquina de la misma manzana, primer piso por escalera, un solo ambiente, cocina y baño. Bajamos al almacén, pagamos por adelantado y volvimos al departamento. Aquella cuadra y media era casi lo único que íbamos a conocer de la ciudad. Pasamos los sietes días haciendo el amor, bañándonos juntos, comiendo en el piso. Hubo largos momentos de silencio que dedicábamos a mirar el palo borracho que ganaba nuestra ventana. A veces podíamos oír el agua que pasaba por la acequia. Hoy salgamos. No sé por qué dije eso. Era nuestra última noche en Mendoza pero Mendoza era para nosotros aquel departamento. Por desgracia, Andrea estuvo de acuerdo.
Termino el whisky y pido otro. Esta vez sin hielo. El mozo mira mi mano que se cierra con fuerza sobre su muñeca y asiente. En todos sus libros, Andrea cuenta algo sobre nuestra relación. A veces me da bronca porque las cosas no pasaron así; otras veces, cuando me veo a punto de ser descubierto, da miedo. Pero por suerte ella nunca cuenta nada de Mendoza, de aquel departamento ni del sábado que decidimos salir. Me gustaría agradecerle. Andrea mira por la ventana, el sol le da en la cara y cierra los ojos.
Fuimos al centro de la ciudad, entramos a un restaurante y pedimos vino y pastas. Cuando salimos a recorrer las calles, la noche se había llenado de gente. Muchos, como nosotros, habían tomado. De alguna forma terminamos hablando con una chica y dos chicos. Nos decían que teníamos que visitar tal lugar o probar un vino que seguro en Buenos Aires no se conseguía. La chica y uno de los chicos fueron a conseguir algo de tomar. El que quedaba estaba completamente borracho y apenas se mantenía en pie. Tienen que visitar mi casa. Los invito a mi casa. No gracias estamos bien acá, dijo Andrea. El tipo le rodeó la cintura con su brazo. ¿Por qué no querés venir a mi casa?
Llega el whisky sin hielo; lo tomo de un trago. Eduardo se estira para darle un beso a Andrea. Llama al mozo y pide la cuenta. Aprieto con fuerza el vaso, tal vez se rompa. No pasa nada. Andrea y Eduardo pagan y salen del bar.
Bajamos del taxi y subimos al departamento. Me voy a acostar, dijo Andrea y comenzó a desvestirse. Fui al baño, cerré la puerta. Me miré en el espejo y golpeé la pared con el puño hasta que los azulejos comenzaron a mancharse de sangre. Hace cinco minutos no defendiste a tu novia y ahora le pegás a una pared. Matate. Ni siquiera te moviste. Fue ella la que paró el taxi. Acordate de eso. Me lavé la sangre y salí del baño. Andrea me esperaba sentada en la cama. Menos mal que no te peleaste, tenía miedo, ese tipo daba miedo. ¿Por qué no te cayás?, quise decirle. ¿Estás bien?, preguntó. No le contesté. Las palabras son tan miserables. Dormí, dijo y se metió debajo de las sábanas. Me acosté junto a ella pero ni siquiera podía mantener los ojos cerrados. El paso de los autos hacían surgir sombras que se encogían hasta desaparecer. Andrea era tan hermosa que parecía estar lejos. La besé, apenas un roce de los labios, y me apartó. Cuando estaba punto de regresar a mi lado de la cama, tiré de la sábana y traté de aferrarle las muñecas. No me importó que gritara, que me clavara las uñas en el brazo. Con las rodillas logré separarle las piernas mientras con la mano libre repasaba la cintura, la espalda, el cuerpo que aquella noche no había defendido. Cuando al fin dejó de resistirse, supe que tampoco iba a poder.
Pido la cuenta al mozo. Viajé solo a Buenos Aires, aquella misma noche, y desde entonces que no hablo con ella. Busco la billetera y elijo dos billetes. Alguien me abraza por la espalda. Basta, me dice Andrea. Perdonate.
Monday, September 15, 2008
Tuesday, September 09, 2008
Ayer escribí un cuento de una sentada. Lo mejor de todo fue que logré apartar al escritor de la historia. Es decir, permití que las cosas sucedieran por sí mismas. Tengo un principio que me es muy difícil de respetar: Escribir como si sacara una foto. Cuando uno saca una foto, lo que hace en realidad es encuadrar algo que ya existe. Es decir, elige lo que queda dentro del rectángulo y, más importante aún, lo que queda afuera. También considera dónde va a poner el foco, en qué velocidad, qué película va a usar y en qué momento realiza la toma. Bueno, contar una historia es lo mismo. La historia preexiste a uno, la humanidad y el universo ya están ahí antes de que nos sentemos a escribir. Lo que se hace es encuadrar, elegir el pedazo de universo vamos a contar y, después, elegir el foco, la velocidad, las palabras. Hacer esto es difícil porque me creo escritor. Entonces, muchas veces al puto escritor, al artista de mierda, se le ocurre que él es más importante que lo que está contando y hace cagadas.
En Japón, antes de la llegada de los gringos, no existía el “arte”. Ni siquiera tenían una palabra que designara ese concepto. Lo más parecido que podía encontrarse era “oficio” / “habilidad” o “camino”. Pero, en Japón, estos conceptos eran inherentes el acto de tomar el té, cocinar, arreglar el jardín, acomodar flores, crear espadas, escribir, pintar, tirar con arco y flecha, trazar una sola palabra sobre el papel y todas las actividades cotidianas. Los oficios eran el camino para llegar a la esencia de las cosas, de uno mismo y del universo. Cualquier acto podía ser (lo que nosotros llamamos) "arte" si respetaba esa búsqueda.
Monday, September 08, 2008
Sunday, September 07, 2008
Cosas que suicidan
Tarde de domingo, afuera hace frío y garúa. En este momento, alguien enciende el último cigarrillo de su vida, un auto pasa por una zanja y salpica la vereda, la mancha tiene la forma de una mano. En este momento, alguien se deprime sin saber por qué, una chica tira las tres monedas del I Ching, miro el teléfono y me obligo a no llamarte. En este momento, un bebé de seis meses tiene un sueño de luz, ella llora antes de llegar al orgasmo y un hombre saca una foto de una foto. En este momento, él toca la canción que escribió para ella mientras piensa que odia a la mujer que ama, alguien debajo de la ducha cierra el agua caliente. En este momento, una chica lee los mensajes que su chica recibe de otras chicas y un hombre parado en una cornisa mira hacia abajo. En este momento, hace siete años que ella no ve a su madre que vive en Adrogué. En este momento, vos leés todo esto, un hombre abre la botella de whisky que había jurado no tomar y la luz gris entra despacio y en silencio por la ventana cerrada. En este momento, se huele la torta que espera en el horno, alguien se masturba sentado en su cama, la remera roja a la derecha, cerca de sus pies. En este momento,
Friday, September 05, 2008
Thursday, September 04, 2008
Y cada noche las putas toleran esa desnudez y ven, como si olieran, los gritos de las almas.
Wednesday, September 03, 2008
Estaba claro: Laura le chupaba la sangre a Dami. Ella era hermosa pero lo que más llamaba la atención era la paz que transmitía. Tal vez por eso nuestras sospechas. Era una paz que ningún ser humano podía tener, ningún ser vivo. Todos nos conocíamos de la escuela, hacía quince años que nos reíamos de los mismos chistes y contábamos las mismas anécdotas, pero fue Juan, recién vuelto de Barcelona, quien primero dijo: “Che, Dami está hecho mierda.” Sí, los demás nos dábamos cuenta de las sombras debajo de los ojos, el paso cansado, la espalda que de a poco iba venciéndose pero día a día el cambio era tan imperceptible que a nadie se le habría ocurrido decir “está hecho mierda”. Yo, que lo conocía desde pibe, que tantos veranos había pasado con él y con Irma y Roberto, sus padres, no podía entender que de aquellas dos personas surgiera el Dami que veíamos en esos días. Padres e hijo hacía tiempo que estaban peleados, sólo se veían cuando no podían evitarlo. Es más, yo los veía más seguido que Dami y les contaba las últimas noticias. Parecían polos opuestos, como si a propósito la pareja, o tal vez su hijo, se esforzaran en diferenciarse del otro. Ellos caminaban erguidos, con los cuerpos formados por el ejercicio del tenis y el cuidado en la dieta, la cara luminosa que permite la vida holgada de dos psicólogos.
Mientras Laura seguía caminando por el mundo como si no necesitara tocarlo, Dami se encorvaba como si quisisera a comerse a sí mismo. En el bar donde nos juntábamos surgió nuestra teoría: ella era la mujer vampiro. Con las semanas de cervezas la teoría mejoró: la mujer mosquito. No sé quién fue el primero que comenzó a nombrarla simplemente “mosquito” y más tarde “bzzz bzzz”. Un día Dami me invitó a cenar a su casa. También irían Irma y Roberto. Me alegro de que se hayan reconciliado, dije. Yo también. Hablamos y ahora estamos mucho mejor con mis viejos, me explicó. Llegué cerca de las diez. Dami abrió la puerta. Me sorprendió con una sonrisa y unos ojos claros que me obligaban a mirar hacia arriba. Tanto tiempo de verlo encorvado me había hecho olvidar que en realidad era más alto que yo. Me guió hasta el comedor y noté en sus pasos la misma liviandad que marcaba, o borraba, los de Laura. Se libró de ella, pensé. Por fin se separó. Me alegré por mi amigo. La mesa estaba servida, en el centro una olla de bronce con una burbujeante fondue de queso. Te jugaste, dije. No conocía tus habilidades culinarias. No fui yo, lo preparó Laura. En ese momento su mujer entraba al comedor. Quise verla con la espalda vencida y los pasos dudosos pero ella estaba como siempre. Bzzz bzzz. ¿Cómo?, preguntó Dami. Qué estúpidos, me dije. Nada, que me encanta la fondue de queso. Los miré: eran hermosos. Miré los cuadros y las fotos que colgaban de las paredes y por un segundo me imaginé un cuarto oscuro con los retratos de ellos dos cubiertos por pesadas mantas violetas. Te ves bien, dije a mi amigo. Sí, me siento bien. En ese momento sonó el timbre. Laura fue a abrir la puerta. De cada brazo, como si los sostuviera, guiaba a Irma y a Roberto que caminaban encorvados.
Tuesday, September 02, 2008
Monday, September 01, 2008
Saturday, August 23, 2008
Friday, August 22, 2008
Thursday, August 21, 2008
Quien quiera verla y no la vio deje de leer acá.
Pequeñas joyitas:
- la dualidad que deben enfrentar protagonista y antagonista debido a su oficio y a su paternidad.
- cuando el protagonista le dice al cana que no quiere convertir la mafia en algo familiar, que quiere que su hijo sea doctor o abogado, le pega una trompada y el cana se levanta; le pega otra y otra, como cinco veces y el cana queda en pie; después de pegarle la última trompada el que cae rendido ante la realidad, ante el futuro que se creó, es el protagonista, sentado en el piso, llorando entre sus rodillas.
Wednesday, August 20, 2008
Demian y Andrea se separaron dos veces, como si rebotaran. Nunca discutieron, sólo se lastimaron con paciencia. Bastaba con que alguno opinara cualquier cosa acerca de un tema para que el otro opinara lo contrario. De a poco, los recuerdos que tenían en común se distorsionaron hasta volverse opuestos. El departamento era cada vez más chico, las lecturas silenciosas de Demian se prolongaban y las conversaciones se acortaban. Se rindieron como quien se duerme de cansancio: sin oponer resistencia, concientes de que habían perdido la batalla hacía tiempo, aunque aún ahora no saben cuándo. ¿Y? ¿Supiste algo de Raquel?, preguntó Andrea mientras cebaba otro mate. No, nada. A Demian todavía le incomodaban aquellas preguntas; él nunca quería saber nada de los tipos con los que ella salía. Dos formas de masoquismo. ¿Pero la llamaste? Demian buscó la cámara de fotos, se arrodilló, encuadró la ventana, la mesa, el sol que caía sobre el pelo de Andrea y le dibujaba media máscara de sombra, el ojo izquierdo brillaba como el ámbar. Ella lo miró con cansancio. No seas pesado, dijo. Él escondía cajas y bolsas repletas de fotos de Andrea. Muchas veces, cuando intentó extirparla, aunque sólo fuera de su mente, aunque sólo fuera de su casa, o cuando creía que la relación con alguna mujer podía prosperar, pensó en regalárselas, tirarlas a la basura o quemarlas pero siempre eran salvadas por la nostalgia o la justificación del arte. Dejó la cámara sobre la mesa y tomó el mate que le ofrecía Andrea. No, no la llamé.
Tuesday, August 19, 2008
Con este libro me pasó algo que no me pasaba hacía mucho tiempo: leí caminando. Me bajaba del bondi con el libro abierto y caminaba a donde tuviera que ir sin dejar de leer.
Saturday, August 16, 2008
Otro párrafo del cuento:
Después de ver setenta y ocho departamentos, encontraron en el número setenta y nueve, dos ambientes, planta baja, a una cuadra de Plaza Cortázar, un lugar donde vivir juntos. Al principio comieron sobre una gran caja de cartón, orgullo de Demian, que soñaba con ser artista, siempre imaginado en buhardillas de París. Pero Andrea no tardó en desalojar la caja que ya había ganado varias manchas de comida y una pendiente hacia el centro. Los ecos del departamento fueron silenciándose con una mesa, sillas, la biblioteca, fotos tomadas por Demian, que comenzaba a ser un buen fotógrafo. De a poco aquel hogar se convertía en el refugio donde él descubrió cómo ser feliz y donde ella se permitió estar triste. Andrea, cada vez más sombría, el pelo cada vez más corto, lloraba por las noches tras sábanas y dientes apretados. Ahora, frente a su taza de café, Demian miraba a la gente cruzar Rivadavia mientras pensaba que en aquel tiempo no había sabido comprender que las personas no siempre están listas para ser felices. Sonó el timbre. Subo, dijo Andrea. Hacía tiempo que tenía llave de la puerta de calle. Le había quedado de una vez, años después de haberse separado, en que había tenido que mudarse de su departamento. Demian debió insistirle para que aceptara quedarse en su casa unas semanas. Hasta que encuentres algo. Durante aquellos días vivieron como si nunca hubiese habido un corte. Cocinaban, comían y a veces, aunque nunca volvieron a coger, dormían abrazados. Bailaban cada noche, recibieron varias quejas de la vecina de abajo. Andrea dejó de contestar los llamados de Diego y Demian, escudado por un helado de chocolate amargo y menta granizada, le dijo a Alejandra que era mejor que ya no lo intentaran. Andrea rescató dos plantas que agonizaban en un rincón oscuro y les hizo lugar en la biblioteca. De pronto, Demian nunca supo cómo ni cuando, había cinco plantas con macetas nuevas en la biblioteca de su sala y era como si siempre hubiesen estado ahí. O, más bien, esto pensaba mientras oía el ruido del ascensor que acercaba a Andrea, como si fuese una obviedad del destino.
Thursday, August 14, 2008
Wednesday, August 13, 2008
Demian y Andrea se conocieron jóvenes, casi niños. Ella tenía dieciocho años y él veinte. Como todas las historias que se conjuran a esa edad, se convirtieron en la única representación del amor que conocerían. Todas las otras relaciones que iban a llegar, que llegaron, debían pasar por aquel agujero; sólo que en este caso el vacío tenía una forma determinada, como un juego de encastre, donde los ángulos hacían fracasar cualquier intento por no parecerse en nada a su Andrea, a su Demian, o por parecerse demasiado pero no serlo del todo. Antes de Demian, Andrea había dicho muchas veces "te amo". Antes de Andrea, Demian no creía que tal cosa existiera. Aún así, fue él quien a pocos meses de conocerla, después de salir apurados de una fiesta en busca de un lugar donde coger, dijo el primer "te amo". Te amo, dijo después de un beso que comenzaba a dejarlos sin aire. Creo que te amo, dijo Demian. Un año más tarde, la misma noche en que se mudaron juntos, Andrea utilizaría este recuerdo para argumentar su teoría de “valiente cobarde”. Según ella, Demian era capaz de actos de valor sorprendentes, tan increíbles que él mismo no podía reconocerse en ellos y se asustaba de no haber tenido miedo antes. Nos mudamos juntos, dijo él, acostado en la cama con el teléfono sobre el pecho y el tubo apoyado en su oreja. Demian estaba harto de que sus padres odiaran a Andrea y Andrea estaba harta de su padre, que en el fondo odiaba. ¿Estás seguro?, dijo ella mientras intentaba que la felicidad y el terror no se filtraran en su voz. Creo que sí, dijo él.
Monday, August 11, 2008
PD: no me gusta la última oración pero todavía no encuentro una buena forma (que no sea mojigata) de decir que no se le para.
Wednesday, August 06, 2008
Tuesday, August 05, 2008
Voy a usarlo para un cuento.
Monday, August 04, 2008
Encima me pone de muy mal humor.
En fin, muy recomendable para quien quiera ir al San Martín esta semana.
Saturday, August 02, 2008
Friday, August 01, 2008
Thursday, July 31, 2008
Wednesday, July 30, 2008
Algunas fotos son como despedidas. No es que uno se despide de ese momento y tiene la foto para recordarlo sino todo lo contrario: la foto se despide de uno. La foto es quien queda y se despide de quien se va, de ése que siempre se está alejando de quien era. Hablo tanto del fotografiado como del fotógrafo. En el caso del fotógrafo la despedida es, si se quiere, más sutil: quien permanece es la mirada.
Si no hubiese prestado los otros libros de Salinger, ahora mismo estaría releyendo.
PD: todos sabemos que el agua y el aceite no se mezclan. Entonces, ¿por qué cuando uno hace masa, para la tarta de choclo por ejemplo, con agua y aceite parece que pueden convivir a la perfección? La relaciones dependen del cotexto.
Tuesday, July 29, 2008
adicto crónico latente
a cualquier adicción posible.
Monday, July 28, 2008
Friday, July 25, 2008
Thursday, July 24, 2008
Mientras caminaba por su barrio, Eduardo pensaba en qué iba a gastar las doce balas que cargaba la nueve milímetros que llevaba en el bolsillo. Había que ser cuidadoso porque no tenía forma de conseguir más municiones. Al principio claro que había anhelado llegar hasta los hijodeputas célebres pero aquella fantasía le duró hasta terminar el café con leche. Debía ponerse objetivos alcanzables. Más factible era tomarse un bondi hasta Puerto Madero y elegir entre la abundancia de garcas pero, debía reconocerlo, le daba tremenda fiaca tener que cruzar el microcentro. Se dijo que ya era la hora pico y que no valía la pena, que garcas había en todos lados. Para que la ansiedad no lo traicionara, entró a un bar. Pidió una gaseosa, un tostado y el diario. Estaba seguro de que leer las noticias le daría gran inspiración pero como siempre empezó por los chistes. De pronto, mientras terminaba el primer triángulo, se preguntó si este mundo de mierda merecía su generosidad; ¿por qué no podía gastar las balas que él había comprado en las personas que ahondaban su tristeza? Trató de espantar aquel pensamiento pero era tarde, el egoísmo ya se había instalado. Bueno, se dijo, cinco balas para mí y siete para la humanidad. Una resolución más que justa. Pensó primero en las cinco balas. No tardó en darse cuenta de que no eran suficientes, tan sólo en ese bar ya sobraban candidatos. Reconoció la pesadez en todo su cuerpo, el cansancio que le llegaba como primer síntoma de depresión. Debía hacer algo pronto. Levantó el brazo y apretó el gatillo. Una mujer toda pintada de rojo empezó a gritar mientras su amiga caía al piso. De pronto, Eduardo se sintió lleno de energía. Se puso de pie, dejó un billete de veinte y salió a la calle. Todavía dudaba de contar aquella bala como de la humanidad o propia. En un acto filantrópico, la contó como una de las suyas. Su propia generosidad lo hizo feliz. Miró el arma y a su alrededor. Paró un taxi. A Puerto Madero, dijo. En la radio sonaba Radio 10.
Wednesday, July 23, 2008
En estos días vi todos los capítulos de la primera temporada de Six Feet Under. No sé si fue por el desgaste de la novedad pero me pareció que iba de mejor a peor. Es cierto que los personajes van ganando profundidad y que los actores logran sostenerlos (en especial y en este orden: David, la madre y la hermana) pero aún así hay algo en la historia que se va haciendo más trucho, tendría que verlo de vuelta para ser más preciso y no tengo ganas. Las alucinaciones, en especial las de David, son lo mejor. Me gustaban las publicidades de productos para funerarias que hay en los primeros dos capítulos y que después desaparecen. Me pareció novedoso, tal vez porque no veo tele, la presentación de las drogas como algo cotidiano e inserto en el argumento. En fin, tengo que admitir que me hice adicto a estos personajes y que necesito conseguir ya la segunda temporada.
Tuesday, July 22, 2008
En Buenos Aires, la mayoría de las calles son paralelas y perpendiculares; las avenidas están separadas por cuatro o cinco cuadras; por lo general el sentido de circulación es único y está intercalado para que uno tenga la seguridad de que si no pudo doblar a la derecha en esta esquina lo podrá hacer en la siguiente. Pero hay puntos donde todo esto se pierde: Parque Chas, donde una calle puede cruzarse con sí misma; la diagonal que traza Estado Israel-Angel Gallardo-Gaona, la otra diagonal de Juan B Justo; las manzanas triangulares de Avenida San Martín o de Palermo Viejo; la curva imposible (casi recta) de San Pedrito-Nazca; las avenidas Garay o Chiclana que se diluyen a medida que se alejan de esa esquina, como si no supieran existir sin la otra.
Dicen que este desorden no siempre fue así pero que la ciudad, como todos nosotros, tiende al caos. Esos trazados que rompen el cuadriculado original son calles que surgieron solas, por voluntad de Buenos Aires. Cuando creemos que hay cada vez más gente y más autos, en realidad sucede que hay cada vez menos calles. Cuadras que desaparecen frente a nuestras narices sin que nos demos cuenta, personas que regresan de un día de trabajo pero que no reconocen la puerta de sus casas, el almacén de la vuelta que se convirtió en una inmobiliaria.
Una mañana que volvía de Palermo, después de esperarlo cuarenta minutos, me tomé el 160. Claro que me quedé dormido. Por suerte no tanto como para llegar a Claypole pero sí hasta Pompeya. Cuando bajé del colectivo me di cuenta de que todavía estaba borracho y de que ya no tenía plata así que empecé a caminar. Al ver que una calle se abría en diagonal como si trazara una línea recta hacia mi casa decidí seguir por ahí, hasta que se cortó en una plazoleta y tuve que doblar a la derecha. Doblé a la izquierda en la primera esquina y caminé despacio, todo mi esfuerzo concentrado en mantener un paso firme y los ojos abiertos. Llegué hasta una pared, como si hubiera alguna vía de tren que cruzara Pompeya. Di media vuelta para regresar a la esquina, pero ya no estaba la calle por la que había llegado; en su lugar, otra pared. Más allá había surgido un pasaje, tan angosto que todavía no llegaban los rayos de sol. Caminé por sus adoquines, las veredas eran apenas dos cordones elevados pegados a las casas. Pensé en la mujer que cada noche, para no esperar su llamado que nunca llegaba, me expulsaba de casa. Una sombra avanzaba junto con mis pasos. Me resultaba imposible no querer verla, mandarla a la mierda de una vez por todas. No quise mirar atrás pero sabía que la ciudad se cerraba a mi espalda. Alguna vez llamó para pedir perdón, perdón por sus desplantes. Ahora las paredes a mis lados comenzaban a arrimarse, ya ni siquiera permitían ese cordón flaco. ¿Quién quería sus disculpas? Sabía que ella no necesitaba mi perdón. Al frente, una avenida cargada de autos; la luz que llegaba adelgazaba a cada segundo. Quería verla, nada más. Pero ella no quería verme a mí. El hartazgo me durmió las piernas y por un segundo pensé en sentarme sobre aquellos adoquines hasta ver cómo la luz desaparecía del todo. Grité su nombre, grité como si lo vomitara, como si me despidiera, y corrí hacia la avenida. Las paredes cada vez más cerca me hacían correr de costado, los últimos pasos fueron apretados contra los ladrillos. Ya en la vereda de la avenida, miré atrás: una agencia de lotería había encerrado su nombre en aquel pasaje.