Tuesday, May 22, 2007


Pasado


Me despertó el golpe contra la ventanilla. En el colectivo sólo quedaba una vieja sentada adelante, el conductor y yo. Me apuré en levantarme y tocar el timbre. Unos segundos después la puerta se abrió. Bajé un escalón y salté a la calle. Mis pies se hundieron en barro. Fueron varios pasos sobre barro para llegar hasta las baldosas. Limpié mis zapatillas contra las raíces de un árbol y miré hacia las esquinas. Esto no es Almagro, me dije con la esperanza de reír pero al parecer no me causó gracia. Al menos ya se había hecho de día, aunque el sol todavía no hubiese salido. Empecé a caminar en sentido opuesto al del colectivo. En las calles desiertas ni siquiera el aire se movía. Casas bajas, algunas con jardines de pocas plantas, un triciclo rojo, dos reposeras que parecían caerse por su propio peso y un sillón con el tapizado arrancado por el tiempo y por los dientes de algún perro. Busqué hojas secas para pisar, para que existiera algún otro sonido además de la incomodidad que comenzaba a invadirme. Decidí dejar la calle del colectivo por la necesidad de decidir algo. Tal vez alguien salía a comprar el diario y el pan, me dije. Las cuadras se sucedían y hubiese sido un alivio descubrir que caminaba en círculos pero no pude reconocer ningún patrón. Tosí. Me alegró oírme. Volví a toser con fuerza hasta sentir que el aire lijaba mi garganta. Pasé por la puerta de una casa que se parecía a la de mi abuela. Por un segundo pensé en tocar timbre pero me quedé en la vereda de enfrente. No me importaba tanto lo que unos extraños pudieran decirme, pero no quería confirmar que nadie saldría de ninguna de aquellas casas. Seguí camino. Doblé en una calle porque descubrí que había una vereda a la que le llegaba la luz del sol. Aunque hacía calor, prefería tener conmigo la presencia de mi sombra. Empecé a cantar. Primero despacio y después casi a los gritos. Canté todas las canciones que conocía y otras a las que le inventé letras propias, canté hasta que la garganta seca no me lo permitó más. Abrí un grifo para beber un poco de agua, cuando a lo lejos, en una esquina vi lo que parecía ser basura. Mientras me acercaba, creí distinguir papeles y después una montaña de algo más pequeño. Eran fotos. Miles de fotos de cumpleaños, asados, playas, cascadas, personas desnudas, comuniones, casamientos. Reconocí algunas casas y calles. Vi un niño rubio en el triciclo rojo, vi a dos viejos que tomaban mate en las reposeras del jardín y me reí con las dos chicas que empujaban un sillón mientras un ovejero les ladraba.

2 comments:

César J. Miguel said...

Te felicito... Es increible lo que logras con tus palabras...

Mata said...

qeufag: gracias