Tuesday, April 03, 2007

Aquel día se despertó como si hubiese tenido una pesadilla, aunque no recordaba haber soñado nada. Se incorporó, la sensación de que faltaba algo, de que le habían robado, le hizo mirar con atención a su alrededor. Pero no, todo parecía estar allí en su cuarto. Salió de la cama y la incomodidad lo siguió hasta el baño, como si tuviera una pierna más larga que la otra. Se miró al espejo, se lavó la cara y volvió a mirarse. En la cocina, puso agua a calentar. Buscó el café y el azúcar, midió dos cucharitas de cada uno y los mezcló en una taza con un poco de agua. Volvió al cuarto, presionó una tecla de la computadora y el monitor se encendió con un ruido seco. La luz que entraba por la ventana se reflejaba sobre la pantalla y eclipsaba parte de la imagen. Cerró las cortinas pero las luces seguían ahí. En la cocina, terminó de preparar su café y volvió a sentarse frente a la computadora. Giró el monitor para evitar aquel reflejo, pero era inútil. En un gesto de resignación, pasó la mano por la superficie vidriada, como si aquella luz fuera una pelusa. En fin, debía ponerse a trabajar si quería entregar a tiempo. Acomodó la ventana del procesador de texto de forma que el reflejo no molestara tanto. Durante una hora trabajó de aquella manera, cada vez más inclinado sobre la mesa. Cambió dos veces de silla, incluso trabajó parado. Para cuando terminó su segundo café, sólo había logrado leer y corregir dos páginas. Se dio cuenta de que casi todo su peso estaba apoyado sobre su brazo izquierdo y que apenas sentía la mitad inferior de su cuerpo. Trató de estirarse pero el dolor en la espalda lo dejó mirando sus propias manos sobre la mesa, junto al teclado. Miró el momitor, su trabajo estaba recluido en una esquina de la pantalla, todo el resto había sido invadido por aquel reflejo. Miró la ventana, la culpable de todo. Buscó una frazada que colgó en la pared; cerró la puerta y se aseguró de que no entrara luz en el cuarto, pero no sirvió de nada. No busques más excusas, se dijo, sentate a trabajar. Acomodó todo en la pantalla hasta que sólo fue capaz de ver dos palabras al mismo tiempo. Avanzó en su texto, trabajó con mucho cuidado, cada detalle debía ser perfecto. Terminó su trabajo. Miró a su alrededor en busca de admiración pero no había más que oscuridad, enterrada por aquella luz que ya había ganado toda la pantalla. Envió el archivo y apagó la computadora. De un cajón de su armario sacó un martillo. Se paró con los pies firmes y golpeó el monitor con todas sus fuerzas. Los vidrios volaron por todo el cuarto. Volvió a golpear y comenzó a vaciar lo que ya no era más que una caja. Después de tirar de cables, placas y metales, después de sentir cómo la sangre corría por sus manos, se sentó satisfecho. El cuarto oscuro y en silencio. Se dio cuenta de que ya no le dolía la espalda, de que tenía ganas de tomar una cerveza fría. Pero en el fondo del monitor creyó distinguir una luz, una mano que giraba para encandilarlo con una linterna.

1 comment:

Anonymous said...

deja la pepa nene.

gonza se leyo Gaijin de un tiron, y le encanto!


besote y mandame algunas fotos del otro dia a mi gmail----
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ah....ya hay foto tuya en el baño rosa de las fotos-