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Ayer quedé atrapado por un libro de Heinrich Böll: ¿Dónde estabas, Adán? Ya había leído otras cosas de él, me había encantado Opiniones de un payaso. Bueno, me leí el librito en una tarde-noche. Cuenta la historia de diferentes personajes durante el final de la segunda guerra mundial, cuando las tropas nazis empiezan a replegarse del frente ruso y los yanquis les daban por el otro lado. Lo maravilloso del tipo es la naturalidad con la que relata una guerra, y lo hace del lado nazi. Logra desenvolver el alma de los personajes dentro de la maquinaria de guerra. No sé ustedes, pero yo veía a los nazis como una masa de autómatas sin alma. Y este tipo me demuestra que había todo tipo de almas: putrefactas, perdidas, dolidas, desentendidas, apagadas. Supongo que la culpa que debe haber sentido Böll por pertenecer al ejército nazi lo atormentaba. Me parece que llevó ese conflicto/lucha/struggle consigo toda su vida. Eso hace que escriba así.
Ayer, me quedé charlando con Majo acerca de las mutaciones, ciclos y otras boludeces aplicadas a la literatura. Bueno, también flashié con este libro porque la estructura parece una serie de Fibonacci, donde cada elemento es la suma de los dos elementos anteriores: 1; (1+0) 1; (1+1) 2; (1+2) 3; (2+3) 5; (3+5) 8; (5+8) 13; etc. Así, cada capítulo que se centra en diferentes personajes parecen independientes, cuando en realidad es como la consecuencia de los dos anteriores. Entonces, el último capítulo, a pesar de hablar de uno solo de los personajes, es representativo de todos los demás. Muy groso.
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Estoy viendo fibonaccis en todos lados.
Como dice Majo, la vida es una serie de Fibonacci. Si uno tiene suerte.
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