Wednesday, April 11, 2007
Ayer quedé atrapado por un libro de Heinrich Böll: ¿Dónde estabas, Adán? Ya había leído otras cosas de él, me había encantado Opiniones de un payaso. Bueno, me leí el librito en una tarde-noche. Cuenta la historia de diferentes personajes durante el final de la segunda guerra mundial, cuando las tropas nazis empiezan a replegarse del frente ruso y los yanquis les daban por el otro lado. Lo maravilloso del tipo es la naturalidad con la que relata una guerra, y lo hace del lado nazi. Logra desenvolver el alma de los personajes dentro de la maquinaria de guerra. No sé ustedes, pero yo veía a los nazis como una masa de autómatas sin alma. Y este tipo me demuestra que había todo tipo de almas: putrefactas, perdidas, dolidas, desentendidas, apagadas. Supongo que la culpa que debe haber sentido Böll por pertenecer al ejército nazi lo atormentaba. Me parece que llevó ese conflicto/lucha/struggle consigo toda su vida. Eso hace que escriba así.
Ayer, me quedé charlando con Majo acerca de las mutaciones, ciclos y otras boludeces aplicadas a la literatura. Bueno, también flashié con este libro porque la estructura parece una serie de Fibonacci, donde cada elemento es la suma de los dos elementos anteriores: 1; (1+0) 1; (1+1) 2; (1+2) 3; (2+3) 5; (3+5) 8; (5+8) 13; etc. Así, cada capítulo que se centra en diferentes personajes parecen independientes, cuando en realidad es como la consecuencia de los dos anteriores. Entonces, el último capítulo, a pesar de hablar de uno solo de los personajes, es representativo de todos los demás. Muy groso.
Estoy viendo fibonaccis en todos lados.
Como dice Majo, la vida es una serie de Fibonacci. Si uno tiene suerte.
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