Al regresar a casa, después de cerrar la puerta de metal y dejar las llaves en la mesada entre la hornalla y los platos sucios, me quité las zapatillas y me acosté en la cama. Con los pies empujé la toalla y ropa arrugada hasta que logré estirarme. Busqué con la mano el paquete de galletitas. La primera estaba húmeda y la tiré por la ventana. Encendí el televisor. Las imágenes mudas iluminaron el cuarto que era toda mi casa. Me apoyé contra la pared, la pantalla fuera de mi vista. La ventana abierta a mi derecha dejaba entrar algo de viento y el sonido de ruedas sobre el asfalto. Era un día 23, así que me tocaba recordarla. Recordar cada detalle, cada matiz de luz y sombra. En los primeros años, todos los días entrenaba mi memoria por miedo a olvidar su sonrisa, su voz, la forma en que agarraba los cubiertos. Hasta que me descubrí engañándome. No, ella nunca había dicho eso, jamás tuvo un vestido así, aunque estaba a pocas cuadras nunca habíamos ido juntos a aquel restaurante. Sin quererlo, movía cosas de lugar, nos llevaba a esquinas equivocadas, inventaba sus palabras. Comprendí que cada vez que la recordaba lastimaba lo que en realidad habíamos vivido.
Tenía que racionar los recuerdos. Al principio me permitía una noche por semana revivir aquellos días en la playa. Después, cuando supe que así no duraría mucho, pasé a recordar viajes en autos y micros. Ahora, una vez por mes, volvía a formar el olor que regalaba a la casa después de bañarse o su mirada cuando rompió mi copa preferida.
La luz del televisor pintaba de colores pálidos la piel de mi brazo. De la ventana: pasos de mujer, un chasquido y el olor a cigarrillo recién encendido. Sonreí. Tal vez podía aprovechar también aquellas cosas. Con entusiasmo comencé a recordar el contorno difuso de su sombra, que escapaba por la puerta abierta del baño y pintaba los tablones del piso de madera. Seis tablones, en el tercero un nudo con forma de caracol.
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2 comments:
que lindoooo.
creo que la poesía no se entiende, se vive, se huele, se percibe, no se cómo decirlo.
seg. mi humilde criterio, en tus textos titila la poesía.
también tus fotos muestran
ese instante tan centesimal, el tiempo tan ficticio,
tus fotos revelan la mirada de un poeta.
Sí, es verdad eso de que la poesía no se entiende, se comparte. Pero también es verdad que soy narrador y que la poesía a veces se escapa en ese gran colador de mi sentido estético. Ojalá no fuera así.
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