Sunday, April 13, 2008

La noche empezó a la tarde. Desenredándome de la gente, escapé del paseo palermochetense y me refugié en el club Eros. Si no conocen el lugar, es el comedor de un club deportivo. Parecido al comedor de mi colegio secundario, pero con luz y sin olor a cloro. Ya les contaré acerca de eso. En fin. El televisor mostraba un partido a tres clientes que ni siquiera miraban. De esos tipos que parecen vivir en el lugar y que hablan casi a los gritos para poder tapar los gritos del otro interlocutor. Presumiblemente, tres tacheros o tres personas que prefectamente podrían haber sido tacheros. Ahora paso a explicar la presunción. Antes de sentarme, ya los oía hablar de los judíos. Mientras esperaba mi merienda y trataba de leer una Barcelona vieja, no podía dejar de escuchar comentarios de lo más fachos. Tanto invadían estas palabras que al final decidí abandonar la lectura y mirarlos hablar. Llegó mi café con leche pero con panes y manteca, no reclamé las medialunas que había pedido. Es inútil reproducir la sarta de estupideces que decían estos tipos que, claro, no se detuvieron en los judíos sino que transitaron por los chinos, japoneses, turcos y demases. Sé que todos las habrán escuchado alguna vez. Al principio, mientras revolvía con la cucharita, pensaba: uh, van a decir algo realmente desubicado y voy a tener que cagarme a trompadas. Pero de tanto escucharlos mientras mojaba mi pan con manteca en el café con leche, tuve que reconocer que todas esas declaraciones estereotipadas y prejuiciosas me divertían más que enojarme. Me resultaba cómico. Era como una parodia de ellos mismos. Una declaración insostenible era seguida por otra declaración que no sólo no tenía argumentos, sino que no tenía nada que ver con la conversación. Parecía una competencia de quién puede dar la receta más estúpida de la universidad de la calle. Daban ganas de aplaudir esa escalada de sinsentidos. Porque se notaba que estaban actuando para sus amigos, para ellos mismos y para esa situación. Yo sé que todos nos armamos personajes, pero me resulta un misterio las personas que eligen esos personajes para vivir.

Después nos fuimos a la pizzería, claro. Tomamos infinidad de cervezas, miramos los simpsons y hablamos boludeces hasta estar los suficientemente borrachos como para abrir la grappa. Como para que yo aceptara abrir la grappa italiana que mi amigo leo me había regalado especialmente para mi cumpleaños. Sí, tanto así habíamos tomado. En fin, servimos un vaso que fue rotando y calentando los corazones en una noche fresca de otoño. Los datos de fiestas eran escasos y algunos morían antes de saber la dirección precisa. Además, como nos sucede siempre, era muy difícil despegar el culo de ese lugar, tan cómodo y con heladeras tan llenas. Tal vez, haber abierto la grappa fue una buena idea, porque cuando se terminó todos entendimos que era hora de partir. Como un buen equipo, nos separamos para así cubrir todas las puntas. Algunos a una fiesta de gente del Iuna, otros a la Fiesta Clandestina, dos a una fiesta en palermo cheto y, claro, los infalibles al boliche brasilero. En mi defensa voy a decir que fui a la fiesta del Iuna.

No hay mucho para decir de la fiesta. El lugar estaba bueno, la música no, algunas chicas lindas, demasiados tipos y la gente quería ponerle onda pero, aunque ayudé con mi baile, nunca llegó a despegar. Lo bueno de algo tan mediocre es que decidí entonces robarle algunas fotos a la situación. Y salieron buenas.

fiesta iuna 01

fiesta iuna 03

fiesta iuna 02

2 comments:

paulenka said...

matix, mi corresponsal en bs as! la noche porteña! quiero ir!

Mata said...

véngale nomás