Monday, February 13, 2006

¿Cap 14?

Regreso a Casa

Entro a casa y vuelvo a encontrar todo desordenado. No sé por qué creo que algo podría cambiar por sí solo. Salgo y en el almacén de la esquina compro un paquete de bolsas de consorcio. En el ascensor de anoche alguien ya se encargó de limpiar mi orina. Así de rápido quieren olvidarse de uno. En el departamento empiezo a meter todo en bolsas, sin importar si son libros, ropa o platos. Todo es basura si uno se lo propone. Dos horas más tarde, vuelvo a ver el piso de parquet, aunque sucio y lleno de manchas. Busco la escoba, que sobrevive nueva del intento de limpieza anterior. Suena el teléfono. Atiendo al tercer timbre y anoto: agencia, extra, mañana, seis treinta, estación retiro, ropa de invierno. Dejo el papel en el escritorio junto al monitor. Enciendo la computadora que se queda en silencio con la luz verde apagada. Aprieto otra vez el botón pero sigue muda. Recién ahora me acuerdo de que tiré del cable. Vuelvo a enchufar todo. Al principio la computadora hace ruido a motor viejo pero al rato baja a un silbido constante. Como el atardecer se demora unos minutos y ya comienza a hacer calor, traigo el ventilador del cuarto, lo enchufo y lo dirijo hacia mí. Enciendo un cigarrillo pero lo apago a la segunda pitada. Dejo la colilla y los otros dos cigarrillos sobre el estante de la biblioteca. Dejo de fumar. Tal vez es así de fácil. Tal vez todo es así de facil. El ventilador mueve su cabeza enorme de un lado a otro. En el messenger sóla una persona conectada: Ctrl Z.

Ha recibido un correo de Ctrl Z. Sé que estás ahí, es todo lo que dice. Como en la película Matrix. Me encantaría ser Neo: llega un mensaje, elijo una pastillita roja y de pronto puedo esquivar balas. Me pongo de pie, muevo la silla y el ventilador para que haya espacio y me estiro. Me recuesto hacia atrás en el aire y hago equilibrio con los brazos. El golpe contra el piso me deja sin aire. Vuelvo a levantarme. Esta vez lo hago más despacio pero aún así caigo sobre un brazo que se dobla. Grito, no sé si de dolor o de la humillación de saberme tan estúpido. Camino hasta la cama. No importa qué posición tome, me duele desde la espalda hasta el antebrazo. Sólo boca abajo y sin apoyo peso sobre el hombro puedo estar tranquilo. Suena el teléfono, y la certeza de que es mamá me hunde en el sueño.

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