Monday, February 13, 2006

¿Cap5?

Esto es lo primero que escribí

Pendeja
Agarro el boleto y las dos monedas de cambio. Miro hacia atrás, hacia la hilera de asientos individuales donde sólo dos personas están dispuestas a soportar el sol de verano. Voy hasta el fondo y elijo un lugar en los asientos dobles. A los pocos minutos tengo que inclinarme hacia adelante para evitar que la remera se me pegue a la espalda transpirada. El poco aire que entra es caliente pero por alguna razón creo que es mejor dejar la ventana abierta. Sube una chica, una pendeja, tendrá dieciséis o diecisiete años. Es hermosa. Ultimamente todas las pendejas me parecen hermosas. Debo ser un pedófilo, pienso mientras miro su pantalón blanco y la remera rosa ajustada. Antes de que la fantasía termine de formarse, ya tengo una erección. Cuando me muevo para acomodarme, el pantalón se ajusta contra mi pene. Vuelvo a moverme pero creo que una vieja me observa y me quedo quieto. La chica elije uno de los asientos que miran hacia atrás, para mirarme. Para que la mire. Y la miro pero sólo por un segundo. ¿Será posible acabar sin tocarse? A todo el mundo le pasó acabar dormido, a mí no. Tal vez lo mío sea acabar despierto, pensar, imaginarse la mejor fantasía hasta el más mínimo detalle. Bajar de a una las tiras de la remera rosada, que queda suspendida sólo de sus tetas. Mis manos recorren su cuerpo y. Ella está a punto de bajar del colectivo. Me pongo de pie y el pantalón vuelve a ajustarse contra mi pene. Me cubro con la mochila. La vieja hace como si no se diera cuenta. Bajo al mismo tiempo que la pendeja: perfume a sandías. Compro unos cigarrillos mientras miro hacia dónde camina, pago y la sigo. Qué lindo culo. Todos los tipos giran cuando pasan junto a ella, se oyen un par de bocinas y un grito que llega desde la otra vereda. ¿Tenés fuego?, pienso en preguntarle y apago mi cigarrillo encendido. ¿Me decís la hora? ¿No sabés dónde queda? Te amo, pendeja de mi alma. A las cuatro cuadras toca timbre en una casa, abre un pibe de su edad, se dan un beso y entran. La erección es ahora más firme.
Otra vez las cuatro cuadras para tomarme el colectivo. ¿Por qué mierda me bajé? Ya sabía que ni siquiera iba a hablarle. Tengo veintisiete años, no puedo perseguir a una pendeja de diecisiete. ¿Por qué no? Si al menos pensara en hacer algo, preguntarle cómo se llamaba para que todo esto tuviera un nombre. Trato de elegir un camino con sombras pero a esa hora del mediodía es difícil refugiarse. Me compro un agua para conseguir monedas y me paso la botella helada por la frente. Quiero gritar. Pateo un poste y me lastimo el pie pero no dejo de caminar ni muestro signos de dolor. Soy un boludo pero los demás no tienen por qué saberlo. Subo al colectivo, pongo una moneda de un peso en la máquina y miro hacia el pasillo. La pendeja está sentada en la parte de atrás. No es la misma chica, pero al parecer a mí no me importa. Esta vez elijo un lugar en la fila de asientos individuales. Saco un libro de mi mochila y trato de leer aunque, durante los veinte minutos hasta que bajo del colectivo, no logro avanzar ni tres líneas.Al entrar a mi departamento ya se puede oir el sonido de la computadora encendida. Mientras avanzo esquivo ropa, libros, vasos y platos. Algunos ya son adornos que siempre estuvieron ahí. El piso de mi departamento sólo pude verlo mientras salía con Andrea, cuando ella partió también se fue el parquet, las tazas limpias y la carne a la olla. Me siento frente al monitor que se enciende cuando muevo el mouse. Un atardecer es lo primero que aparece y después decenas de íconos, la mayoría inservibles. En el messenger, pocas personas conectadas. Doble click sobre el juego de estrategia. Mientras carga, reviso los mensajes del teléfono: de mi vieja: borrar; de la agencia para un trabajo de extra: guardar; de mi vieja otra vez: BORRAR. Voy a mi cuarto, me quito la ropa y me acuesto. Me masturbo con la pendeja vestida de colegiala. A los pocos minutos me doy cuenta de que estoy por quedarme dormido. Debería limpiarme pero me da mucha fiaca. Al fin me quedo dormido.

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