Monday, February 13, 2006

¿Cap X?

Cartonero

Un cartonero encuentra varios álbumes en una bolsa de basura. Al principio pasa las fotos sin interés pero a medida de que las imágenes se suceden observa con mayor atención. Se sienta en otra bolsa, enorme y negra, y pasa una por una las fotos. Su carro, una caja cuadrada con ruedas de auto y dos caños largos y occidados, bloquea un carril de la calle y provoca varios bocinazos. Me acerco y elijo un álbum. Al principio creo que fueron sacadas por algún chico; las personas siempre aparecen cortadas y no se distingue bien qué se quiso encuadrar, incluso muchas están fuera de foco. Pero pronto me doy cuenta de que no son fotos de personas, de paisajes o edificios sino de colores. A quien las sacó sólo le interesaban los colores. El cartonero elige varias de las fotos y las guarda en su bolsillo. Me siento junto a él, quedan varios álbumes por revisar. Sólo uno de ellos parece dedicado a otra cosa que colores, una serie de fotos de la misma persona sacado desde diferentes ángulos, como si hubiese usado la cámara de espejo, para que ella dijera cómo era en realidad: una mujer mayor con los ojos más negros que haya visto jamás. El cartonero se levanta, recoge todo para ponerlo en su carro y guarda las fotos en el bolsillo. Toma un caño con cada mano y hace fuerza hacia abajo para hacer palanca. El carro no se mueve. Se cuelga del extremo y mueve las piernas de arriba abajo, pero el carro sigue sentado sobre la caja. Me acerco, le señalo para que tome el caño de la izquierda y tiramos los dos juntos.
Me duele la mano de presionar hacia abajo para mantener el carro en movimiento. Pedro dice que las fotos son para la Reina de las Cartoneras. Una mujer que nunca deja la calle y acompaña a todos los cartoneros. Yo nunca la vi pero es hermosa, dice y sé que es cierto. Sostiene las bolsas de basura con las dos manos y presiona para sentir las formas que se esconden dentro. Tira de un carro que parece flotar sobre agua, me explica, lleno de luces de colores y campanas para que todos puedan saber dónde está. Ella no carga cartones porque los regalos que la gente le hace no le deja lugar para nada más. Tiramos con fuerza, en las calles empedradas sólo una rueda avanza a la vez hasta que vuelve a quedar atascada entre piedra y piedra. Entonces hay que tirar del otro caño para que el carro avance como si diera pasos. Cuando logramos cruzar una calle y llegamos a la otra esquina me ofrece una botella de cocacola llena de agua. Mientras tomo unos sorbos, camina hacia adelante, fuera del cono de luz. Pedro se aleja unos metros más, elige una bolsa grande y pasa sus manos por la superficie negra. Abre la bolsa por la mitad. Odio los huevos, grita. Qué mierda. Regresa con botellas y lo que parece ser el esqueleto de una computadora vieja. Deja todo en el carro y, cuando camina hacia otro grupo de bolsas, se detiene como si oyera algo. Pero lo único que se puede escuchar es el ruido a autos y camiones que circulan a dos cuadras. Es ella, grita ya casi a mitad de cuadra. Desde donde estoy apenas lo distingo y no puedo ver qué es lo que me señala. Me acerco a él. La Reina de las Cartoneras, dice en voz baja como si no quisiera despertar a la noche. Salvo algunos autos estacionados, en la calle sólo hay un perro que no sé si duerme o está muerto. Yo sabía que era cierto, que ella existía, dice. ¿No la ves?, su mirada no pierde el tiempo conmigo. Me quita la botella, se lava las manos y se las seca en el pantalón. Entre las fotos que saca de su bolsillo elige una y corre hacia la esquina hasta perderse detrás del último cono de luz. Me siento junto al perro, aún no sé si está muerto o duerme, y le acaricio el lomo. Miro el carro, sentado sobre la carga sus brazos apuntan al cielo, y me parece imposible que ese bulto enorme haya permanecido en su lugar durante toda la noche. De regreso, Pedro atraviesa el cono de luz más lejano y ya puedo ver la sonrisa en su rostro. Cuando llega al segundo cono de luz escucho un sonido que no puedo identificar, algo que nunca había escuchado antes. El mismo sonido me cuenta al oído el secreto de su nombre: campanas de agua.

No comments: