¿cap 16?
Vestuario
Nos conducen por el hall central de Retiro y después por unos pasillos hasta un patio donde están estacionados seis camiones grandes. Los otros dos extras son de mi misma edad: uno es alto y parece jugador de rugby, el otro es flaco y parece no haber dormido en toda la noche. Martín llama a la puerta de una casa rodante y dice esperen acá. Abre una mujer de cuarenta años que nos mira y después mira detrás de nosotros. ¿Estos quiénes son?, le grita a Martín que ya se aleja por un pasillo. Son los rockeros, responde en otro grito. Subí vos primero, dice y señala al jugador de rugby. El otro saca un atado de cigarrillos y me ofrece uno. No, gracias, no fumo. La puerta se abre de nuevo. Esta vez es una chica joven y con cara de dormida. A ver, subí vos. Un paso sobre una caja de madera, otro sobre el escalón y ya estoy arriba. El rugbier cierra tras de sí una puerta. Dos mesas con dos espejos enfrentadas, varios percheros con decenas de prendas, cajas de zapatos apiladas y ella que sostiene una percha con la boca y otras en las manos. Al fin elije tres perchas: un pantalón, una camisa y un pulóver. ¿Trajiste ropa? Asiento y empiezo a sacar las prendas de la mochila. Probaste esto, dice y me mira. Hay algo extraño en sus ojos. Tal vez no sean sus ojos sino la mirada. Me quito la camisa despacio, con una sola mano y me aseguro de que ella se de cuenta de mis movimientos. ¿Estás bien?, quiero que pregunte. Claro que no podría contar mi actuación de Neo per algo le diría. En silencio, ella me mira y comprendo qué es lo extraño. Jamás te quita la mirada de los ojos. En todo el tiempo que me tomé para cambiarme tuve ese marrón cristalino sobre mí. Ahora trato de apurarme. ¿Tenés otro pantalón?, dice y me concentro en estirar pliegues de la ropa mientras digo no y niego con la cabeza. Probate éste. Ahora sí la miro a los ojos. ¿Es el único vestidor que tienen?, señalo la puerta donde todavía debe estar el rugbier. Ella asiente. Podés cambiarte acá, dice y comienzo a sentir que mi pene quiere asomarse a esa mirada. No me puse ropa interior, digo al fin. Yo nunca uso ropa interior, dice y al parecer cree que es respuesta suficiente. Me desabrocho el pantalón y trato de bajar el cierre con una sola mano, pero la erección hace todo más difícil. ¿Te ayudo?, dice. Yo puedo solo. Al fin logro quitarme los pantalones. Por suerte sólo mira a los ojos, pienso pero ella ya bajó la mirada. No es tu talle, dice al fin. Mejor dejate el tuyo puesto.
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